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MI HIJO EL CAMPEÓN

bloque7Apuntes31 de Octubre de 2019

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MI HIJO EL CAMPEÓN

INTRODUCCIÓN

La paternidad se constituye día a día armando nuevas experiencias, y encontrando la manera de relacionarnos sin fijarnos muchas veces en estrategias previas sino creyendo simplemente el viejo método del ensayo y error. Porque todos los días se acierta, pero también se vaga. En el error se constituye el aprendizaje, hay un viejo dicho que dice: “aquel que deje de aprender ya no puede enseñar”. Es así, cuando pensamos que sabemos todo, chocamos contra la pared. Tal vez una de las enseñanzas de los padres a los hijos tiene que ver con mantener la cabeza abierta y no creer que las sabemos “todas” (recordemos a Sócrates: “sólo sé que no sé nada”)  

Esto nos lleva a un error: “no quiero que mis hijos repitan mis errores…” como dicen los españoles “nadie escarmienta en cabeza ajena”. Hay un proceso de involucrarse con el error es propio de la ambición por aprehender la vida y adueñarse de ella. El hijo transita por los bordes del camino que transmiten los padres, nunca por el centro y ordenadamente. Y es lógico. El miedo al ridículo frente al error es propiedad de los adultos, que tratamos de explicar lo inexplicable en vez de decir “me equivoque”. Los niños y jóvenes se equivocan sanamente y sin conflicto. Los adultos les trasmitimos la relación conflictiva con el error. No está de más pensar en dejar que nuestros hijos puedan cometer algunos errores; obviamente no dejamos que se caigan sin ayudarlos a que se levanten o si advertimos que estos errores son peligrosos para ellos.  

Ser padre es no querer ser otra cosa que eso. Es aceptar las limitaciones, el paso del tiempo sin conflicto y compartir con nuestros hijos los maravillosos momentos en que estamos juntos sin otra pretensión. Y es poder transmitir sin coerción aquellos valores y aquellas creencias sobre las cuales hemos armado nuestras vidas y nos gustaría poder compartir.

OBJETIVOS GENERALES

OBJETIVOS ESPECIFICOS  

EL PADRE VIOLENTO EN EL FUTBOL (MAS COMUN DE LO QUE UNO CREE)

Los partidos de futbol amateur transcurren los días sábados, algunos por la mañana, otros al medio día y otros por la tarde.

Son pocos los clubes que tienen tribuna de cemento para que los padres, amigos, representantes periodistas y curiosos puedan asistir cómodamente a disfrutar del espectáculo.

Como todos sabemos el sábado es para muchos un día no laborable. Muchos padres lo esperan “toda” la semana para “descargar” las tensiones de la oficina o las angustias ocasionadas por la falta de trabajo (en su modalidad desocupado o sub-ocupado) y asisten apasionadamente como esas 200 personas que suelen estar.

Durante nuestros años de experiencia trabajando en el fútbol nos sucedieron variadas situaciones los días de competencia, desde que nos confundieran con periodistas por la hipótesis de las notas y apuntes que tomamos, pasando por observar grescas entre bandas, siguiendo por ser aniquilados por el sol durante 5 horas consecutivas u observar y escuchar las agresiones e insultos más increíbles sin vergüenza alguna.

Recordemos el ejemplo de un padre, jugador profesional frustrado (había llegado a la tercera del club como tantos otros) quien asistía “religiosamente” a cada partido en el que su hijo jugaba. Es más la excusa perfecta cuando el club no los lleva en micro es: yo te llevo” o “yo voy a buscarte” por eso mismo la referencia del libro de Marcelo “psicología del jugador de fútbol, con la cabeza hecha pelota” a que los padres preguntes a sus hijos si quieren que los acompañen o no.

El hecho era que este hombre constituía una fuerte inacabable de estrés, hostilidad y ansiedad y ansiedad para su hijo y los compañeros del mismo. Cuenta la leyenda que en el fútbol infantil se la pasaba insultando a su hijo con voces tales como: “mete”, “dale pendejo, corre”, “denostará que eres el mejor”, etc. Etc. Y todo esto en pleno partido.

Se agarraba del alambrado como un mono hambriento y era una máquina de gritar, agredir, “presionar” e insultar. Nadie lo podía parar. Es más, lo rodeaban y azuzaban un grupito de padres con características similares.

               

Beneficios del deporte en la infancia

El deporte en los niños una grandiosa oportunidad de desarrollo y maduración, no solo física sino también mental y emocional.

A través del deporte el niño logra:

*Desarrollo de las destrezas y aprendizaje de habilidades.

*desarrollo de la personalidad a través de la motivación para la competencia. Fortalecimiento de la autoestima en el respeto y la aceptación de si mismo, de sus fortalezas y debilidades.

*Desarrollo de habilidades sociales. Aprendizaje de su rol dentro de un equipo y reconocimiento del otro ya sea como compañero o rival.

*Aprender a aceptar un reglamento que es igual para todos y que lo lleva a aceptar posibilidades y límites.

*Desarrollo de los procesos de percepción, evaluación, decisión y acción. Todos estos necesarios en el proceso de formación y aprendizaje del gesto deportivo y su aplicación en las distintas situaciones del juego y competencia.

Todos estos beneficios no son automáticamente trasmitidos por la mera participación en el deporte sino que deben ser cuidadosamente planificados y reforzados por los adultos. Esto es posible cuando el entorno ya sea padres, maestros o entrenadores, respetan la natural maduración del niño, los intereses y las capacidades.

Cuando los padres o el entrenador están movidos por otros intereses como” Mi hijo el campeón” (buscar el triunfo a cualquier precio, porque ganar no es lo más importante sino lo “único”), los tiempos y la evolución natural se aceleran y aparecen las presiones o los dobles mensajes (que explicamos a continuación).

Se presiona a un chico cuando se le exige más de lo que puede dar. Por ejemplo, cuando dice que está cansado y el padre le pide que vaya a su clase de deporte o a entrenar igual. El niño se agota y empieza a sentir que es inútil, ya que no está preparado para responsabilizar a los padres o al entrenador por sentirse cansado o agotado, ve a los mayores que lo conducen como perfectos o dueños de la verdad, con lo cual el “malo “es el.

Otro ejemplo es cuando tenemos un chico tranquilo que no le gusta practicar el deporte preferido de su padre, pero si ir a la piscina, cosa que este no acepta y lo presiona para que practique ese deporte.

También tenemos un caso de presión cuando se descubre una promesa, un chico muy talentoso, por ejemplo, en el futbol, que no le interesa desarrollarse competitivamente sino tomar el deporte como un pasatiempo y sus padres y/o entrenadores le insisten y le hablan de su talento a cada momento.

Los padres “doble mensaje” son aquellos que dicen una cosa y hacen otra por ejemplo le dicen que tiene que ser buen compañero y portarse bien y en la cancha le piden que sea agresivo, que le dé al otro con todo.

Algunas consideraciones que no quisiéramos dejar de hacer. Dice Amicale Eps  en su libro El niño y la actividad física:

        “Antes de constituirse en función autónoma, el movimiento participa en la elaboración y en el desarrollo de todas las funciones mentales: inteligencia, lenguaje, efectividad, conciencia.” La motivación por el movimiento y la necesidad de realizarlo, por ejemplo, a través de la practica deportiva, es un objetivo en si mismo que no involucra necesariamente el gesto técnico “perfecto” ni la búsqueda del triunfo

 

El papel de los padres en el juego de los niños

Los beneficios del juego en el aprendizaje no implican que sea una actividad de uso exclusivamente escolar. El niño juega constantemente, mientras vamos de camino al colegio o a la compra se entretiene dando patadas a una piedra o caminando por los bordillos, en la sala de espera del médico con juegos de palmas. Los padres tenemos un papel fundamental en el juego de los niños. El juego es una forma muy provechosa para dedicarles el tiempo que necesitan fortaleciendo los lazos afectivos.

y podemos transmitirles nuestros conocimientos y nos ayuda a comprenderlos mejor. También sirve para educarlos en el funcionamiento de la sociedad ya que la familia es el primer grupo social del niño y su principal educador. Este tiempo de juego le dará seguridad, fortalecerá su autoestima y contribuirá a su felicidad. Si logramos entender el juego como una actividad fundamental en el desarrollo del niño, veremos la necesidad de fomentarla y potenciarla en el tiempo que pasamos  

Jugar es una de las actividades más importantes para el desarrollo del niño en sus aspectos físicos y emocionales. Por lo tanto, que sus padres y cuidadores se involucren en él, de manera adecuada, favorece aún más el proceso de crecimiento.

Según el libro ‘Ayudando a crecer’, de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), esta actividad le permite al pequeño desarrollar su mente y cuerpo, entender cómo funciona el mundo, las relaciones con los demás, dominar el lenguaje y formar su capacidad de razonamiento. 
Que el juego sea una expresión inherente a la infancia no significa que sea exclusiva para ellos, pues los adultos pueden y deben hacer parte de actividades como cantar, leer historias, bailar o aprender rimas. 
Irma Salazar, pedagoga con experiencia en desarrollo infantil y trabajo en metodologías de juego, explica que el proceso evolutivo infantil necesita acompañamiento de los adultos, quienes deben proporcionar las herramientas para que este sea efectivo y divertido. 

El papel del adulto
Los padres y cuidadores deben ser respetuosos y pacientes. Su tarea principal es la de crear un ambiente acogedor y seguro, para que puedan explorar, resolver problemas y tener todas las posibilidades de diversión sin asumir riesgos. Es obligación de los adultos que los espacios infantiles cuenten con todas las normas necesarias para evitar accidentes.
Otro aspecto esencial es que los juegos sean acordes con el desarrollo de los niños, pues de esta manera se les ofrecerán herramientas acertadas para que sus habilidades se potencien. “No solo artefactos novedosos y de moda, sino que respondan a necesidades de desarrollo del juego. Los juguetes más elementales son los más significativos, como una caja que pueda ser una nave espacial o un castillo”, asegura Irma Salazar. 
Cuando el adulto decida estar presente en los juegos infantiles debe ser un verdadero compañero, pues, aunque los más pequeños aún no entienden el significado de las palabras, sí perciben las sensaciones que se expresan en cada actividad. 
De igual manera, otro de los roles que debe ejecutar el padre o el cuidador es el de ser buen observador. Percibir cómo juega, cómo recoge los juguetes, qué lo hace feliz y qué le molesta, si está muy callado o quieto, para descifrar sus emociones y gustos. 
Aunque se le recomienda al adulto involucrarse, también es importante que le brinden espacios propios, pues parte de la crianza significa ofrecerles a los hijos elementos para desarrollar su autonomía e independencia. “Siempre y cuando estén a salvo de cualquier peligro y los estemos vigilando, es importante dejar que se esfuercen por hacer algo nuevo y difícil”, se afirma en el documento de la OPS. 
La sobreprotección no es buena, porque limita las capacidades. “Por ejemplo, si el niño no puede ponerse la camisa bien, los padres se angustian por el temor de que la use al revés; si dejan que él lo haga solo, desarrollan autonomía, independencia y competencias”, dice la pedagoga.
La mejor forma que tienen los menores para aprender es a través de sus éxitos y fracasos, y los padres deben actuar en estos casos como orientadores, pero no controladores de situaciones. 
A pesar de que el papel del adulto es fundamental, es igualmente importante que los niños jueguen con sus pares, es decir, pequeños de sus mismas edades, pues ambos viven procesos parecidos y al compartir los intereses comunes se impulsa el crecimiento y los procesos de desarrollo. 
La pedagoga Irma Salazar aclara que en un momento del crecimiento es natural que los niños se apeguen a un grupo social, que los fortalezca afectivamente y los compañeros cobren gran importancia de vida, mermando importancia a la presencia familiar.

A qué jugar
Aunque suene a frase de cajón, lo importante es la calidad de tiempo que se comparta con los chiquitos. 
Con un bebé, por ejemplo, se puede jugar a hacer gestos con la cara, las manos, hacer sombras; de esta manera podrán desarrollar sus sentidos y la percepción del esquema corporal. 
Cuando empiezan a caminar, están en un momento en el que desean mantenerse en movimiento, recorrer la casa y subir escaleras. (Actividades que por supuesto deben estar siempre vigiladas por un adulto).  A los 3 años deben jugar para desarrollar su motricidad gruesa; es decir, estimular carreras, competencias, encostalados, agacharse, esconder objetos. Por ejemplo, ocultar el control del televisor para que todos lo busquen por la casa. Esto le permite ser observador, planear y anticipar acciones.  Entre los 4 y 7 años los juegos de rol son importantes (ver página 24) para los adultos también, pues cobra importancia que ellos puedan transformarse en otro ser la creación de historias. 

El adulto también se beneficia con el juego:
1. Tiene la posibilidad de acercarse a sus hijos como un par, con respeto y con entrega. El niño encuentra un adulto significativo para confiar. Algunos padres creen que la figura paterna y materna debe ser nada más de quien impone autoridad y por esta razón, no se atreven a jugar como niños; sin embargo, al hacerlo, el respeto se sustenta más y se fortalecen las relaciones.
2. Perseguir una pelota, correr, saltar lazo, le sirve al adulto para su estabilidad física y adecuado funcionamiento del sistema cardiovascular y respiratorio. 
3. Tanto para los niños como los adultos estar alegres es positivo para el desarrollo de su calidad de vida.
4. Cuando juega se olvida del estrés y se concentra en una situación grata y satisfactoria, que le ayuda a mantener su vida en armonía. 
5. La relación afectiva que establece con sus hijos es de amistad, en la que no se desdibujan los límites de la autoridad. 

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