Resumen libro la enfermedad como camino
estudiante007Resumen15 de Junio de 2016
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CAPÍTULO I: “ENFERMEDAD Y SINTOMAS”:
Los procesos funcionales nunca tienen significado en sí, sino que nosotros se lo atribuimos mediante la interpretación. La importancia de interpretar lo hechos que nos ocurren y nos rodean.
En la forma se manifiesta el contenido que es el que le da significado a la forma.
El marco científico se asocia a un plano puramente funcional, impide que se manifieste el significado. Enfermedad y salud es un estado del ser humano, no de sus órganos. Por esto son términos singulares. El cuerpo no se enferma porque en el solo se manifiestan las informaciones de la mente. Enfermedad es entones la perdida de la armonía que se da en la conciencia y se manifiesta en el cuerpo. Un síntoma es una señal que atrae la atención y energía, nos produce molestia y queremos eliminarlo. Se debe buscar la interpretación del síntoma. La señal debería hacernos preguntarnos y explorar en nosotros mismos, debemos eliminar la causa y no el síntoma.
La medicina académica equipara síntomas y enfermedad, es decir, no puede separar forma de contenido. Se impide que los síntomas aparezcan sin importar la viabilidad del tratamiento y la persona.
La enfermedad es, por tanto, un indicador de que el hombre en su conciencia ha dejado de estar en orden y armonía. El síntoma se produce porque nuestra conciencia a detectado que algo nos falta, por lo tanto debe tomar este síntoma como aliado para encontrar lo que le falta y vencer la enfermedad. Curación no significa derrotar el síntoma, sino que el individuo se vuelva más sano y completo. La enfermedad es el camino por el que el individuo va hacia la curación, y mientras más conscientemente miremos este camino, mejor.
CAPÍTULO II: “POLARIDAD Y UNIDAD”:
Al decir Yo, y queda ajeno a todo lo que no entra dentro de eso. Esto lo ata al mundo de la polaridad en todos los sentidos. Su ego no lo deja ver todo como una unidad. Con cada exclusión del contrario caemos en una carencia, y para estar sanos hay que estar completos. Enfermedad es polaridad y curación es la superación de tal polaridad.
Cuando nos hallamos en la unidad no hay transformación ni evolución, porque la unidad no está sometida al tiempo.
El ego del ser humano desea tener siempre algo que se encuentre fuera de él y no le agrada la idea de tener que extinguirse para ser uno con el todo. La unidad solo es concebible en aquel humano que aúna la polaridad de su conocimiento con meditación, y en esta unidad no existe reconocimiento. Lo polar no es el mundo sino nuestro conocimiento que la conciencia nos da de él.
Un polo, para su existencia, depende del otro (respiración). Existe una absoluta interdependencia de los contrarios que nos indica que, en el fondo de cada polaridad, existe una unidad que el ser humano no puede apreciar debido a su incapacidad de ver las cosas simultáneamente, lo que origina el concepto de tiempo. Polaridad es, entonces, dos aspectos de una misma realidad que nosotros hemos de contemplar sucesivamente.
En nuestra conciencia la unidad se divide en polaridades que se complementan entre sí. El estudio del cerebro humano, ha permitido que el hombre establezca lo incompleto que estaba su concepto del mundo. El hemisferio derecho otorga la justificación al ser humano para mirar al mundo desde otra perspectiva.
Con la polaridad surge la imposibilidad de ver simultáneamente y nos obliga a verlo sucesivamente, originando así el concepto de tiempo, ritmo y espacio. La única ventaja de la polaridad es el discernimiento, pero toda curación lleva de la polaridad a la unidad, sin embargo, hasta en la religión se nos inculca la polaridad.
La polaridad de nuestra conciencia nos coloca siempre ante dos posibilidades de acción y nos hace decidir, dejando una de lado, y lo hacemos de acuerdo a lo que nos parece más correcta en cuanto a nuestro cánones de valoración. Pero siempre hay gente que nos cuestionan nuestros valores, pero se debe comprender que estas valoraciones son subjetivas y que será correcta de acuerdo a como. El observador la vea, por lo que no podemos dividir a todo el mundo en lo que es bueno y aniquilar lo malo, depende de cada uno. Es este dualismo el que nos hunde más en la polaridad. La solución está en considerar todas las posibilidades como buenas y malas, porque así son parte de la unidad. Un polo no puede existir sin el otro polo, pero nos empeñamos en construir un sólo polo y combatir el otro.
Debemos, entonces, buscar la razón de ser de todas las cosas y solo así tomaremos conciencia.
Otro punto importante es que la evolución como tal no genera nada nuevo, sino que hace que aflore gradualmente lo que es y siempre ha sido, sólo que lo asimilamos de modo diferente. El mundo no cambia, sino que nosotros adquirimos sabiduría, plenitud y conciencia para reconocer y contemplar las cosas como verdaderamente son.
La polaridad impide la unidad en simultaneidad. Pero cada realización de un polo exige la manifestación del polo opuesto.
Si suprimimos el tiempo no nos dejamos distraer por la variación en la forma de las cosas, sino que nos volvemos hacia el fondo que estaba detrás de ellas.
Lo importante es comprender la interdependencia de los polos y la imposibilidad de conservar uno y suprimir el otro, cuando tratamos de alimentar uno, el otro crece en la misma proporción (cuanto más se trabaja por la salud, más prolífera la enfermedad).
CAPÍTULO III: “LA SOMBRA”:
En la identidad, se integra un polo y se descarta el otro. Esto genera repudio hacia lo que se descarta, y el repudio de cualquier forma de manifestación es siempre señal de falta de identificación. Pero todo aquello que no queremos admitir en nuestra identidad forma nuestro negativo, nuestra sombra; no desaparecen, sino que sólo se las destierra, vive en la sombra de nuestra conciencia. Sombra es, por tanto, la suma de todas las facetas que el hombre no reconoce o no quiere reconocer en si y las descarta. Esta es el mayor enemigo del humano. Todo lo que el ser humano rechaza pasa a su sombra, pero debería ocuparse del puesto que cada vez que lo encuentre en su mundo exterior le generara repudio y angustia. Pero lo cierto es que nosotros proyectamos, es decir, fabricamos un exterior con todo aquello que no queremos en nuestro interior. La sombra es idéntica al exterior, y desde ahí también la combate. Pasamos mucho tiempo ocupándonos de lo que rechazamos, hasta que logramos vivirlo. El repudio de cualquier principio es la forma más segura de que el sujeto llegue a vivir este principio.
La sombra es la suma de todo lo que decididamente creemos que debería desterrarse del mundo, pero en verdad contiene todo lo que le falta al mundo para que sea santo y bueno.
La sombra produce la enfermedad, y el encararse a ella produce la cura. El síntoma es parte de ella, una manifestación de lo que le falta al ser humano. Por este medio experimenta aquello que no ha querido experimentar conscientemente. El síntoma completa al hombre, es el sucedáneo físico de lo que falta en el alma. En el síntoma de la enfermedad tenemos claro aquello que nuestra mente deseaba desterrar y esconder, es la concreción somática de lo que nos falta en la conciencia.
El ser humano entonces es un microcosmos, replica del universo y contiene latente en su conciencia todos los principios del ser.
CAPÍTULO IV: “BIEN Y MAL”
En nuestra cultura esta diferenciación está determinada fuertemente por el cristianismo, por lo que se recurren a relatos e imágenes religiosas para hacerlo más comprensible. En el capítulo de Géminis la polaridad se establece desde el inicio de la creación: la luz de las tinieblas, la tierra del agua, y una vez creado el jardín, el Árbol de la Vida y el de la Ciencia del Bien y el Mal. Al hombre en un inicio Dios lo crea como una figura andrógina, como una unidad, pero luego lo separa en hombre y en mujer. Ellos al no tener consciencia de su diferencia permanecen en integridad con el Paraíso, pero al comer la manzana abren sus ojos a la polaridad, adquieren discernimiento, pierden la unidad, y por ello son arrojados al mundo de las cosas materiales.
El pecado del ser humano corresponde a su separación de la unidad. La palabra pecado proviene del griego Hamartäma que significa “no acertar en el punto”, es decir, no poder llegar a la unidad al ser este un punto sin lugar, dimensión o tiempo; lo que nos hace imperfectos, polares, y por tanto pecadores. El pecado nada tiene que ver con el comportamiento del ser humano, aunque la iglesia haya deformado este concepto como sinónimo de “obrar mal”. El pecado no es un polo de la polaridad, sino la polaridad en sí misma, algo que como humanos no podemos evitar. Por ello la verdadera religión no tiene como objetivo convertir este mundo en un paraíso, sino enseñar a salir del mundo para entrar en la unidad.
La redención de los pecados es el anhelo de unidad, pero esta unidad es imposible para quien reniega uno de los polos. Esto hace tan difícil el camino de la salvación: tener que pasar por la culpa. El ser humano necesita aprender a aceptarla sin dejarse abrumar por ella. La tentativa de escapar del pecado por las buenas obras sólo conduce a la falta de sinceridad.
La duda que divide las polaridades en elementos opuestos es el mal, pero es necesario pasar por ella para llegar a la convicción. Debemos ejercitar el discernimiento, y no quedar atascados en su antagonismo sino utilizar su tensión como impulso y energía en nuestra búsqueda de la unidad. El objetivo supremo del ser humano consiste en aprender a contemplarlo todo y reconocer que está bien como está. Mientras el individuo se sienta molesto por algo, mientras considere que algo debe ser cambiado, no habrá alcanzado conocimiento en si mismo, ya que el ser humano sigue engañado en el espejismo de que el mundo es imperfecto, sin darse cuenta de que sólo su mirada es imperfecta y le impide ver la totalidad.
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