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Anomia


Enviado por   •  30 de Julio de 2014  •  Exámen  •  2.822 Palabras (12 Páginas)  •  185 Visitas

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La crisis que produjo la caída de los partidos políticos parece no haber terminado. Para la mayoría de los venezolanos sigue siendo realidad el mito de un país rico y por lo tanto es incomprensible el empobrecimiento generalizado. La desaparición de la moral pública sustituida por la moral privada como justificación ética de las actuaciones personales y políticas se desborda potencializando las tendencias a la anomia social. A pesar de ello las exigencias de cambio expresan esperanzas y optimismo en las posibilidades de reconstruir nuestras bases sociales de convivencia. ¿Qué está en juego y cuales son nuestras posibilidades en tiempos de confusión?

La democracia venezolana como proyecto político se cimentó en un régimen de libertades y en la aspiración de equidad y justicia entre sus ciudadanos..Por lo que democracia política y democracia social son interdependientes en la cultura política de nuestro colectivo. Hasta finales de los setenta, la búsqueda de eficacia entre el desarrollo social, el crecimiento económico y la estabilidad política fueron la pauta de la acción colectiva una vez superada la fase de consolidación del régimen político a partir de 1958. En el inicio de los ochenta, el sistema político después de logros espectaculares en el campo de los bienes y servicios, de haber impulsado la movilidad social que abrió paso a una clase media profesional y a la modernización institucional, comenzó a manifestar inercias y rigideces que entrabaron cada día más las promesas del proyecto original. La crisis de ingresos y la devaluación monetaria del “viernes negro” en febrero de 1983, dislocaron no sólo el funcionamiento de la economía nacional sino que deterioraron significativamente los niveles sociales alcanzados y finalmente acabaron por comprometer tanto la paz social el 27 de febrero de 1989, como la estabilidad del régimen constitucional con las asonadas militares del 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992.

Paradojas democráticas

La heterogeneidad de nuevos actores y nuevos intereses resultantes del proceso modernizador supuso para la acción publica el desafió de enfrentar múltiples exigencias y demandas que por su diversidad podían ser contradictorias y excluyentes entre sí. El modelo rentista-populista disponía de los recursos petroleros con los cuales abordar las aspiraciones emergentes. Pero tal y como lo señala Amartya Sen, “la democracia tiende a exponenciar las demandas de los diferentes grupos por la sencilla razón que autoriza a sus ciudadanos a convertir sus problemas privados en asuntos públicos y a exigir su atención por el Estado”. Por otra parte, el Estado democratico requiere para mantenerse del apoyo (electoral) e identificación de sus ciudadanos de allí la necesidad de satisfacer sus demandas. Esta característica definitoria de los sistemas políticos abiertos ha llevado a plantear si la democracia es o no gobernable, ya que su propia dinámica actúa en su contra, al no poder responder a las demandas sociales que ella misma contribuye a generar. La referencia a la tendencia de la democracia a ser ingobernable se expresa en “la probabilidad latente de que un sistema democrático especifico se haga inviable al no poder gestionar el conflicto social que produce la ampliación de la brecha entre las demandas y los recursos disponibles”1[56]. Sin embargo en la medida que una sociedad alcanza mayor nivel de desarrollo social, político y económico aumenta su potencial de gobernabilidad, no porque cesen las demandas o disminuya su crecimiento, sino porque el sistema demuestra que las demandas pueden ser canalizadas y satisfechas bajo normas y relaciones consensuadas que se convierten en herramientas para alcanzar nuevos saldos favorables de bienestar. Paradójicamente, a medida que mejoran las condiciones sociales, el esfuerzo económico e institucional exige mayor complejidad y eficacia para mantener los logros alcanzados. La relación entre gobernabilidad y desarrollo es relevante para Venezuela, porque como se señalara anteriormente el proyecto político democrático ofrecía no sólo el régimen de libertades, sino la garantía de una mejora creciente y constante de calidad de vida y progreso individual, con poca relación entre responsabilidad, disciplina y esfuerzo personal. La realidad cotidiana de paz y estabilidad que acompañó a los venezolanos por más de dos generaciones permitió la emergencia de ciertos valores claves democráticos como pueden ser la búsqueda del consenso, la resolución de problemas o de diferencia por vías pacificas y tolerantes, y la esperanza de convertir en realidad sus propias aspiraciones La crisis económica2[57] de los últimos 20 años, el empobrecimiento social e la inestabilidad del propio sistema democrático ha supuesto para el venezolano un abrupto quiebre en el indetenible progreso individual y un reencuentro con lo que se pensaba superado,

De la crisis de los ochenta

El empobrecimiento general, el deterioro institucional y el colapso de los sistemas existentes han abierto paso a la violencia en el manejo de las expectativas frustradas. La necesidad de sobrevivencia alimenta la violencia social que podría enmarcarse en una criminalidad destructiva y pragmática y la violencia de la “independencia” con características egocéntricas cuya búsqueda de competitividad a ultranza descalifica cualquier patrón moral de convivencia. Todo ello alimenta las tendencias de anomia social con la perdida de la institucionalidad. La transición hacia el 2000 parecieran coexistir una generación que habiendo vivido o siendo socializada en la “Gran Venezuela” siente injusto el cambio en los beneficios y con profundo resentimiento hacia quienes robaron su sueño y una nueva generación que asume los cambios como la oportunidad del esfuerzo propio, los retos de las nuevas exigencias y acepta su corresponsabilidad en la recomposición de las bases mismas de la vida del país.

Balance de las estructuras de poder

Los movimientos caudillistas y las guerras civiles signaron todo el siglo XIX. La presencia del petróleo facilitó la presencia de un régimen autocrático y a partir de 1935 con altos y bajos se fue dando un proceso de apertura democrática. La organización social se vió impulsada por los partidos políticos quienes fundaron los primeros gremios, sindicatos, organizaciones colectivas y comunitarias. Paradójicamente lo que en su inicio fue una ventaja, pronto se transformó en serio obstáculo para la autonomía e inserción de los nuevos actores políticos. Los partidos cual padres sobreprotectores también partidizaron las redes y organizaciones sociales, borrando toda línea de separación entre poderes públicos, sociedad civil y Estado. Si bien hoy en el país se observa un despertar de organizaciones y asociaciones y un verdadero cambio en la profundización

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