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Antropologia De La Libertad

IvanAyala15 de Mayo de 2012

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Desarrollo humano

Unidad 1. La libertad: facultad inherente a todo ser humano

1.1. Los alcances de la libertad: intención, consejo y elecciones

Educación Superior Abierta y a Distancia • Primer Cuatrimestre

Antropología de la libertad1

Edgar Morín2

Abstract

La libertad es posibilidad de elección. Pero, ¿cómo es posible? El autor examina los condicionamientos

impuestos por el medio ambiente, la influencia de los genes, el marco sociológico y cultural y la constricción

de las ideas. Entre ellos pasan los caminos de la libertad. El nudo gordiano se resuelve al comprender la

íntima relación entre autonomía y dependencia. Las libertades del espíritu se conquistan, pero es necesario

que nuestra conciencia esté despierta.

Una libertad es una posibilidad de elección

Una posibilidad de elección puede ser interior, es decir, subjetivamente o mentalmente posible; es una

libertad de espíritu. Puede ser exterior, es decir, objetivamente o materialmente posible; es una libertad de

acción.

Cuantos más sean los dominios que ofrecen posibilidades de elección, más, en cada dominio, las elecciones

son numerosas y variadas, mayores son las posibilidades de libertades; cuanto más importante para su

propia existencia es el tipo de elección posible, más elevado es el nivel de libertad (elección de medio de

transporte, elección de profesión, de residencia, de vida).

A primera vista, nos parece evidente que el ser humano dispone, en condiciones favorables, de posibilidades

de libertad. Sentimos subjetivamente nuestra libertad cada vez que tenemos la ocasión de elegir entre

alternativas y tomar una decisión.

A la inversa, toda consideración objetiva de nuestra condición parece reducir la libertad a una ilusión

subjetiva; sufrimos las coacciones de nuestro medio natural al que debemos adaptarnos; estamos sometidos

por nuestro patrimonio genético que produce y sustenta sin cesar nuestra anatomía, nuestra fisiología,

nuestro cerebro y, por tanto, nuestra posibilidad de inteligencia y de consciencia; estamos sometidos por

nuestra cultura que inscribe en nuestro espíritu, desde nuestro nacimiento, sus normas, tabúes, mitos, ideas,

creencias, y estamos sujetos a nuestra sociedad que nos impone sus leyes, reglas y prohibiciones; estamos

incluso poseídos por nuestras ideas que se adueñan de nosotros cuando creemos disponer de ellas. De

este modo, somos ecológicamente dependientes y estamos genética, social, cultural e intelectualmente

sometidos. ¿Cómo podríamos disponer de libertades cuando estamos tan sometidos por todas partes?

1 Texto publicado en: GRASCE (Groupe de Recherche sur l’Adaptation, la Systémique et la Complexité Économique) (ed.), Entre systémique et complexité, chemin

faisant... Mélanges en hommage à Jean-Louis Le Moigne, PUF, París, 1999: 157-170. Traducción de José Luis Solana Ruiz, profesor de Antropología Social de la Universidad

de Jaén.

2 Edgar Morín. Filósofo y político francés, director honorario de investigaciones del CNRS de París, Francia. En su obra desarrolla la Teoría del pensamiento complejo,

misma que sostiene que la realidad es multidimensional, por lo que es sujeta al análisis de todas las áreas del conocimiento, a pesar de la especificidad de éstas. Por

ello, sus fenómenos deben ser estudiados desde su complejidad, evitando la fragmentación.

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Unidad 1. La libertad: facultad inherente a todo ser humano

1.1. Los alcances de la libertad: intención, consejo y elecciones

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El imperio del medio

Como frecuentemente hemos dicho (cf. El método 1 y 2), nos hace falta sustituir la concepción de que el

medio exterior impone sus fatalidades a los seres vivientes por una concepción de la autonomía dependiente.

La autonomía viviente es inseparable de la autoorganización; ésta produce sus propias reglas y el ser

vivo efectúa su propio comportamiento en el seno de su ambiente. Ciertamente, una organización así

depende de determinaciones físico-químicas, pero éstas son integradas, trascendidas y utilizadas en y por

la autoorganización viviente (cf. El método 1: 108-110).

Como lo hemos expuesto igualmente en otra parte, la autonomía viviente depende de su medio exterior,

de donde extrae energía y organización. Así, no hay autonomía viviente que no sea dependiente3. Lo que

produce la autonomía produce la dependencia que produce la autonomía.

La existencia social ha dado al ser humano una autonomía considerable; los desarrollos técnicos de la

agricultura, los transportes, la industria, han constituido conquistas de autonomía mediante sojuzgamiento

de energías materiales y explotación de producciones naturales, conduciendo a una efectiva dominación de

la naturaleza, a través evidentemente de una multiplicación de dependencias y una dependencia global con

respecto a la biosfera de la que formamos parte.

Al desarrollar su autonomía domesticando la naturaleza, la sociedad histórica desarrolla e impone sus

coacciones sobre los individuos (frecuentemente hasta someter al mayor número), lo que nos conduce a

preguntarnos: ¿la autonomía ganada con respecto a la naturaleza, estaría perdida por los individuos, con

respecto a la cultura y la sociedad?

3 Su dependencia con respecto al ecosistema es en bucle. La biocenosis (parte viviente del ecosistema) está constituida por las interacciones entre seres vivos, y por

tanto depende de los seres vivos que dependen de ella.

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Unidad 1. La libertad: facultad inherente a todo ser humano

1.1. Los alcances de la libertad: intención, consejo y elecciones

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La influencia de los genes

Antes de pasar a esta interrogación, es necesario examinar si la autonomía viviente con respecto al mundo

exterior no comporta en sí misma una dependencia interior ineluctable.

Desde luego la dependencia de una organización autónoma con respecto a sí misma es la condición

evidente de toda autonomía. Pero el problema se profundiza cuando se considera que la autoorganización

viviente -y desde luego la humana- es genéticamente dependiente. Se trata de una dependencia de origen

anterior puesto que es hereditaria. Como los genetistas especifican el papel de los genes mediante la

palabra programa, entonces la autonomía viviente, incluida en ella la humana, estaría programada como la

de un autómata. Así genos (la organización genética) da a anthropos la autonomía con respecto a oikos (el

ambiente natural), pero poniéndolo bajo su dependencia. Según esta concepción, el gen, unidad a la vez

química e informacional, detenta la verdadera soberanía sobre nuestros seres.

Hemos examinado en otra parte (El método 2) las formas fetichistas, racionalizadoras (delirantes) del

pangenetismo que ha sustituido el imperio del medio por el imperio de los genes. Recordemos brevemente

los argumentos que se oponen a esa concepción imperialista.

1. Si es verdad que la autonomía del individuo en el mundo exterior procede de una autonomía genética,

esta autonomía genética depende ella misma de la autonomía individual que ella produce. Como vimos

(El método 2: 115 ss., y más ampliamente 101-300), la autoorganización viviente asocia en el individuo,

de manera indisociable y complementaria, el genos (la especie, el patrimonio hereditario, el proceso de

reproducción) y el phenon (el individuo vivo hic et nunc en un mundo de fenómenos). Su relación es en bucle

recursivo, es decir, constituye un circuito generador/ regenerador donde la producción produce un producto

que la produce y reproduce, donde cada término es a la vez producto y productor del otro, donde la especie

produce al individuo que produce la especie: el individuo es producido por un ciclo de reproducción, el cual

tiene necesidad del individuo para perpetuarse: el genos produce el phenon que produce el genos. El ADN

tiene necesidad de las proteínas que él especifica y que lo especifican como especificador; la invariancia

genética tiene necesidad de una actividad fenoménica siempre recomenzada. Más aún, el aparentemente

todopoderoso ADN está sometido a fisuras, roturas, brechas, y es la unidad global de la organización genofenoménica

la que permite a las proteínas con dedicación ancilar reparar, reajustar, recomponer, remendar

los trozos inválidos. Y, en lo que concierne a las mutaciones del ADN en curso de reproducción, es, en el

caso feliz en que la mutación provoque una cualidad nueva, la misma unidad global quien restaura su propia

organización transformándola.

Los engramas genéticos se transforman en programas según las necesidades y actividades. Lo que está

inscrito en esos engramas es en primer lugar la formidable experiencia de nuestro linaje, de nuestra especie,

de nuestro orden (primate), de nuestra clase (mamífera), de nuestro filo (vertebrado), de nuestro reino

(animal), de nuestra organización (viviente). Este capital genético nos da nuestra

...

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