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Análisis De La Película El Hombre De Al Lado


Enviado por   •  31 de Mayo de 2014  •  2.974 Palabras (12 Páginas)  •  402 Visitas

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Análisis de la película "El hombre de al lado" (Duprat y Cohn, 2009)

El hombre de al lado

Por Tere Sotelino

La irrupción del Otro

Simetría. Opuestos. Límites. Luz y sombra. Contraste. Armonía. Equilibrio.

De pronto se oye un latido, un ritmo vital y amenazante que nos evoca los pasos de un monstruo. Y mientras en la mitad iluminada vemos rasgarse el revoque a causa de los golpes, en la mitad oscura vemos la masa que hace el boquete, que de a poco deja pasar la luz. Como en un viaje a una cuarta dimensión, de pronto estamos a ambos lados de la misma pared, viendo al mismo tiempo el interior y el exterior, mirando, y a la vez, siendo mirados.

El equilibrio se ha roto, una fuerza disruptiva se ha adueñado de la pantalla, ha trastornado nuestro punto de vista y la vida de Leonardo, el protagonista.

Leonardo y la casa

Los golpes despiertan a Leonardo por primera vez en la mañana. No es casual que lo conozcamos dormido.

Es un exitoso diseñador, casado, con una hija adolescente. Muy pronto veremos que su matrimonio naufraga en la costumbre, y que no tiene posibilidad de comunicación con su hija, que se niega sistemáticamente a escucharlo. Sin embargo, ha logrado un equilibrio superficial en su vida mediante el inmovilismo, el sostenimiento de una apariencia, aún para él mismo, que la cámara fija refuerza en casi toda la película.

Una protagonista importante del film es la casa, su álter ego, omnipresente en casi todas las puestas en escena, protagonista exclusiva de la imagen quieta en varios momentos, y presentada al mismo tiempo que Leonardo, al comienzo de la película, cuando la recorre para investigar el origen de los golpes. Varias puestas en serie van de Leonardo dormido a la casa vacía.

Se trata de la famosa “Casa Curuchet” de Le Corbusier, un emblema de la arquitectura, un punto de admiración pública, al que sus dueños mantienen impecable, (escenas de limpieza), en orden perpetuo, y donde sus habitantes no se encuentran, como las figuras del laberinto del estudio de Leonardo.

Y éstos son los dos espacios-museo (Leonardo y la casa) que son violados por Víctor, el vecino, con su ventana.

Un agujero en la estructura de Leonardo

El vecino que ha irrumpido en la casa y en la vida de Leonardo es Víctor, un hombre frontal, tosco, y, por oposición a Leonardo (tan “cool”), un “grasa”, que toma las cosas que considera tiene derecho sin consultar (“un rayito de sol que a vos te sobra”). Víctor no es un personaje con el cual identificarse, hay algo oscuro, no sabemos a qué se dedica, parece un tipo “pesado”: espía, maneja armas largas, sabe cómo ser amenazante. La cámara lo toma de frente, primer plano, y mientras que a Leonardo no le conocemos prácticamente gestos, a Víctor lo vemos sumamente expresivo.

El accionar de Víctor provocará, primero fisuras, y luego un terrible hueco en la “estructura” de Leonardo, como en la casa. Ya desde el primer encuentro entre ambos, Leonardo queda confuso, la escena lo muestra a contraluz, totalmente en sombras.

Las vicisitudes de la negociación con Víctor por la ventana (tapada con un plástico negro, agujereado por Víctor como si fuera un nacimiento, descubierta por Leonardo, transformada en una raja), nos muestran las vacilaciones de Leonardo: ¿tapar, asomarse, descubrir, adaptarse? Se le revelará así la verdadera naturaleza de su matrimonio, y también intentará, como él puede, carente de emoción, (su imagen fragmentada en los espejos circulares) comunicarse con su hija, logrando un principio de contacto (la niña lo mira directamente cuando se va con la madre).

El conflicto por la ventana (¿la mirada del Otro?), le hace ver a Leonardo su profunda insatisfacción, aquello que nosotros habíamos visto desde el comienzo: que está incompleto, que está desorientado: desde que despierta en la primera escena lo vemos, o fragmentado por la cámara, o a contraluz, o escondido tras la alacena mientras prepara un pollo, ¡o cabeza abajo y desdoblado a través de la cámara de su suegro! El éxito de su vida profesional se contrapone con el vacío de su vida afectiva: nunca lo vemos completo, de frente, excepto cuando está con alumnos, con amigos de su misma clase social, con otras relaciones laborales.

Una secuencia clave que nos muestra hasta qué punto la relación con Víctor provoca en Leonardo una profunda crisis, es la que comienza cuando lo convence de reemplazar la ventana por una raja, y la puesta en serie nos lo muestra jugando a la paleta contra sí mismo, y festejando un supuesto triunfo, y a continuación, cuando su mujer no acepta esta solución, nuevamente la puesta en serie nos lo muestra conduciendo en la niebla hasta que se detiene a llorar, totalmente impotente.

El desenlace

Luego de que Víctor finalmente ingrese como invitado y no como intruso a su casa y a su vida, aunque ya la ventana se cierre, Leonardo no tiene escapatoria: de un lado su vida como hasta ahora, tratando de recuperar el equilibrio perdido, y del otro la apertura a otros modos de mirar: la puesta en serie nos lleva de la cara feliz de Víctor jugando en la silla premiada, a su mujer haciéndole apagar la radio en el auto. Y entre las dos alternativas toma la peor y más cobarde de las decisiones: la eliminación de Víctor, que obturará para él la posibilidad de ser un hombre más integro, (¿más feliz?), y que seguramente pesará para siempre sobre su conciencia.

Y aunque haya intentado comprender a Víctor, (sube a la azotea para ver las ventanas iluminadas), y sea “políticamente correcto” (se menciona al pasar que desarrolla un trabajo social con aborígenes, le molesta que su mujer le regale ropa en mal estado a la empleada), es incapaz de aceptar de igual a igual a quien tiene otra forma de vida, de tomar de ella lo bueno para aprender y enriquecerse. Y como eso lo interpela y le produce angustia, la única salida que encuentra es la eliminación del Otro portador de esa mirada.

Cualquier semejanza con la clase media urbana argentina es pura coincidencia.

El miedo a mirar

El hombre de al lado

Mariano Cohn y Gastón Duprat, Argentina, 2009

Por Marcela Barbaro

Desde la consagrada mirada indiscreta de James Stewart en 1954, la ventana, como objeto, logra

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