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Análisis de libros "Тernura y firmeza con los hijos"

adonosovResumen10 de Marzo de 2015

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"TERNURA Y FIRMEZA

CON LOS HIJOS"

Dr. Alexander Lyford-Pike

Duodécima edición

EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Primera edición: 1.500 ejemplares: julio 1997

Segunda edición: 3.000 ejemplares: septiembre 1997

Tercera edición: 5.000 ejemplares: enero 1998

Cuarta edición: 8.000 ejemplares: enero 1998

Alfaomega Grupo Editor de México

Quinta edición: 5.000 ejemplares: mayo 1444

Sexta edición: 8.000 ejemplares: Colombia diciembre 1999

Séptima edición: 3.000 ejemplares: Santiago, mayo 2000

Octava edición: 3.000 ejemplares: Santiago, junio 2001

Novena edición: 5.000 ejemplares: agosto 2001,

Alfaomega Grupo Editor de México

Décima edición: 2.000 ejemplares: febrero 2002,

Alfaomega Grupo Editor de México

Undécima edición: 3.000 ejemplares: Santiago, mayo 2002.

Duodécima edición: 4.000 ejemplares: Santiago, mayo 2003.

Ilustrador: Osvaldo Torres Ruiz Diseño: PUBLICIDAD UNIVERSITARIA

Impresor: Imprenta Salesianos S.A.

C.I.P.- Pontificia Universidad Católica de Chile Ternura y Firmeza con los hijos / Alexander Lyford-Pike.

A mis padres:

Por su presencia invisible

en todo lo visible

de este libro

PRESENTACIÓN

Hay que agradecer que un psiquiatra escriba con la claridad y sen¬cillez de Alexander Lyford-Pike, y que escriba con un amor apa¬sionado y sereno a la vez por la familia y su misión educadora.

Estas páginas son una antología de su experiencia profesional, y ya el títu¬lo anuncia su contenido: Ternura y firmeza; una difícil armonía para pa¬dres con criterios rígidos o con una fácil disposición hacia el cariño blan¬do. Esa armonía sólo se logra con una firmeza tierna o con una ternura firme, es decir, cuando los padres no se guían por el amor espontáneo sino que optan por un amor inteligente por sus hijos, por cada hijo. No se trata de un equilibrio cuantitativo. La ternura y la firmeza no son recursos ni recetas. Son los componentes de un amor verdadero, que busca el bien de los hijos y no la comodidad propia.

¡Hijos con personalidad! ¡Hijos que conquisten su libertad porque han aprendido a ser responsables! Estas metas no son sueños sino metas posi¬bles para padres que efectivamente ejercen de padres y que entienden que la autoridad bien entendida es el mejor servicio que pueden prestar a sus hijos.

Ternura y firmeza también se pueden traducir como comprensión y exigen¬cia, como confianza y respeto, como libertad y obediencia, como intimi¬dad y apertura. Saber armonizar estos binomios constituye el arte de edu¬car. La firmeza debe ser estimulante y motivadora. La ternura por su parte es la causa y el fundamento de la firmeza. Sólo se exige a los que se quie¬re.

Alexander Lyford-Pike profundiza en estas claves, que no pasarían de ser palabras si no van respaldadas con hechos. La coherencia y el ejemplo de los padres serán siempre imprescindibles.

Este libro es una ayuda necesaria para las familias y para todo educador que quiera afrontar su trabajo con sentido común.

Diego Ibáñez Langlois.

SUMARIO

Introducción 13

I No hay educación sin autoridad 17

II Qué es la Educación con Personalidad 29

III Un camino en tres etapas 39

IV Lo que no debe hacer 45

1) Respuestas inseguras 45

2) Respuestas hostiles o agresivas 54

V Comunicación efectiva 59

1) Adecuado lenguaje asertivo 61

2) Mensajes sin palabras 62

3) Manejo de las discusiones 65

4) Reconocimiento de buenas conductas 77

VI Respaldar las palabras con hechos 83

1) Acciones disciplinarias 85

2) Hijos que ponen a prueba 92

3) Reforzarlos positivamente 100

VII Establecer las reglas del juego 109

VIII Situaciones atípicas 115

IX Hijos responsables 123

INTRODUCCIÓN

No es fácil educar a los hijos. Después de muchos años de trabajo en el manejo de problemas de conducta, nos parece útil resumir y explicar a los padres los resultados de estas experiencias, para ayudarlos en la difícil tarea formativa.

En este tiempo nos hemos convencido de que los hijos crecen seguros de sí mismos y con buena personalidad citando los padres han logrado transmi¬tirles esa seguridad y confianza que les va a permitir, entre otras cosas, asumir la responsabilidad de sus actos.

Todos coincidiremos fácilmente en esta conclusión, que es simple de ex¬presar, pero difícil de poner en práctica.

Ustedes encontrarán en las páginas que siguen modos prácticos de inten¬tarlo. La experiencia nos ha demostrado que en la enorme mayoría de los casos se obtienen buenos resultados en la formación de los hijos aplican¬do esa actitud cu forma coherente, a través de un sistema que hemos lla¬mado Educación con Personalidad (EP).

El nombre asignado a esta actitud educativa coherente no es arbitrario, ya que EP apunta a desarrollar la firmeza de la personalidad, tanto en los padres como en los hijos. Y es que la firmeza de ¡os padres se transmite a los hijos y los ayuda a lograr una personalidad bien formada.

La base de la EP es la firmeza combinada equilibradamente con la ternu¬ra. Es esencial que ambos elementos estén integrados en un justo punto de equilibrio para que la aplicación de la EP tenga sus mayores posibilida¬des de éxito. Un exceso de firmeza puede desembocar en un autoritarismo contraproducente. Si, por el contrario, la ternura impide o diluye el ejer¬cicio de la firmeza, el intento educativo corre serio peligro de fracasar. Equilibrar el grado justo de ambos elementos esenciales en la medida ade¬cuada, sin excederse en la firmeza ni ahogarla en el cariño, es la tarea más difícil que enfrentan los padres.

Además de los resultados de nuestro trabajo directo con muchos casos, nos ha ayudado para la confección de este libro el estudio a fondo de las conclusiones de otros autores como: Lee Canter, Assertive Discipline for Children; Gael Lindenfield, Confident Children; Fernando Corominas, Educar hoy, y Fred Gasman, ¡Basta de niños malcriados!

La utilidad de sus trabajos facilitó nuestra tarea para producir este volu¬men, como ocurrió también con las sugerencias recibidas de muchas per¬sonas, a quienes nos complace expresarles nuestro reconocimiento.

También agradecemos especialmente al Dr. Daniel Flores, con quien he¬mos compartido, codo a codo, estos diez últimos años de trabajo profesio¬nal. Al Dr. Guillermo Castro y a la sicólogo Ileana Caputto, nuestro agra¬decimiento por los aportes de siquiatría infantil y sicología.

Para terminar, este libro no hubiera sido publicado sin el tenaz esfuerzo del periodista José María Orlando, de Paula Barbé de Gari y de han Piltaluga, quienes tuvieron la ímproba tarea de estar detrás de nosotros entre paciente y paciente, y viajes de avión-, para lograr que un manan¬tíal de ideas y pensamientos se pudiera plasmar en letra impresa.

Este libro es deliberadamente breve, para facilitar tanto la lectura como la aplica¬ción de las técnicas educativas que sugerimos. Si usted lo prefiere, antes de empezar a leerlo puede tomar un atajo para hacerse una idea rápida del contenido, mirando primero las ilus¬traciones que muestran ejemplos del tema principal de cada capítulo, las que le in-formarán de los puntos básicos que irá en¬contrando desarrollados en el texto.

I

NO HAY EDUCACIÓN SIN AUTORIDAD

En nuestra sociedad, como en gran parte del mundo, existe actualmente una crisis de autoridad dentro de la familia. Esta crisis tiene tres efectos graves:

Por un lado, deteriora el papel de la institución familiar como núcleo bási¬co de la organización social. Por otro, perjudica la formación de niños y jóvenes para una vida adulta provechosa. Esta debilidad formativa, a su vez, inhabilita a los jóvenes de hoy para educar a la generación siguiente, es decir, sus propios hijos, acentuando un progresivo deterioro en cadena hacia la decadencia de la sociedad.

Para evitar esta catástrofe es necesario el ejercicio correcto del principio de autoridad. Cuando los padres no logran marcar límites claros a sus hi¬jos, dejan de cumplir su obligación de transmitirles una imagen positiva con perfiles bien definidos.

Este incumplimiento priva a los hijos de la guía que buscan y necesitan de sus mayores: puntos de referencia y modelos de conducta y aprendizaje.

La autoridad paterna cumple su función educativa cuando se ejerce con cariño, estímulo y paciencia. La ausencia de estos requisitos esenciales la convierte en un autoritarismo cuyas consecuencias son tan perniciosas como la equivocada permisividad que ha invadido tantas sociedades modernas.

Corrientes de pensamiento de diferente signo han contribuido a debilitar la autoridad de los padres. Las ideas liberales y materialistas, representa¬das en gran parte por Juan Jacobo Rousseau, impulsaron el concepto de que el hombre es bueno por naturaleza, sin embargo lo pervierte el proceso de socialización.

Desde la más tierna infancia hay que aprender a poner límites a los hijos. Cuando la familia no lo logra, es muy probable que tampoco lo corrija la sociedad.

Ha incidido también la aplicación parcial de aspectos de la sicología, es¬pecialmente la

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