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Aprendizaje Reflexivo

briandavian21 de Mayo de 2014

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DE LA PRÁCTICA REFLEXIVA AL TRABAJO SOBRE EL HABITUS

PERRENOUD, Phillipe

“La Práctica reflexiva (PR) es una metodología de formación en la que los elementos principales de partida son las experiencias de cada docente en su contexto y la reflexión sobre su práctica. Se trata de una opción formativa que parte de la persona y no del saber teórico, que tiene en cuenta la experiencia personal y profesional para la actualización y la mejora de la tarea docente.” Àngels Domingo Roget

El habitus es uno de los conceptos centrales de la teoría sociológica de Pierre Bourdieu. Por el cual podemos entender esquemas de obrar, pensar y sentir asociados a la posición social. El habitus hace que personas de un entorno social homogéneo tiendan a compartir estilos de vida parecidos.

Cuesta trabajo creer que las personas se mueven consecuentemente dependiendo de su habitus sin que tengan el mínimo conocimiento de esto, ya que para todos es mucho más fácil actuar sin tener en cuenta la importancia que tiene la practica reflexiva sobre cualquier aspecto de nuestra vida lo que se vincula fuertemente con el habitus, ya que dependiendo nuestro contexto, y la forma en la que hemos desarrollado tales o cuales habilidades son las formas que tendrá nuestra manera de pensar y actuar.

Si una postura y una práctica reflexivas tienen como objetivo regular la acción, no existe ninguna razón para que se detengan en el umbral de la parte menos consciente del habitus. Queda por saber si una concienciación junto con una reflexión puede dar rienda suelta a esta parte de uno mismo.

En cuanto nos interesamos por una práctica en la que «decir significa hacer», en la que el

alcance de los gestos es, ante todo, simbólico, parece inútil aumentar hasta el infinito la

perfección de los gestos, en el sentido estricto de la palabra. Su eficacia depende del sentido que los demás le otorguen. En realidad, la claridad, la seguridad, la precisión, la elegancia de los gestos del enseñante no son, más que su voz, su postura o su vestimenta, ajenos a su presencia en clase, y a la forma de establecer la relación pedagógica. Pero las «gesticulaciones» del pedagogo no agotan su práctica.

Podríamos decir que la práctica reflexiva, no contenta con chocar con la opacidad de nuestro habitus, se empobrece por la rapidez y la eficacia con las que resolvemos las situaciones cotidianas.

Sin lugar a dudas, aprender de la experiencia consiste en servirse de momentos excepcionales para comprender lo que somos y lo que valemos. Pero también supone distanciarse de los esquemas, del listo-para-pensar, del listo-para-reaccionar que evita, en un período de tiempo normal, plantearse demasiadas preguntas antes de actuar.

El individuo no accede directamente a los esquemas en sí, sino que se construye una representación de ellos que pasa por una labor de concienciación.

La incorporación y la rutinización de un procedimiento evitan de forma progresiva el hecho de recordarlo. La regla no vuelve a la memoria hasta que se debe hacer frente a un incidente crítico que hace fracasar el esquema, a una divergencia de puntos de vista o a una simple sorpresa, por ejemplo, en cuanto una tercera persona exclama: «Ah, tú lo haces así. Yo no.» Del mismo modo, cuando un esquema surge de la rutinización progresiva de un procedimiento, el trabajo reflexivo puede desencadenar su recuerdo.

Si la transformación de los gestos más técnicos pone en juego el habitus, evidentemente esto todavía sucede con mayor frecuencia en relación con las prácticas de los oficios de lo humano, en los que los juegos con la alteridad, el poder, la seducción, la incertidumbre y la dependencia colocan en todo momento al profesional en los límites de lo que solamente la razón permite comprender y captar.

La transformación

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