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Autogestión Y Anarquismo

guacalera5711 de Enero de 2014

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RENÉ LOURAU

EL ANALISIS INSTITUCIONAL

7. Hacia la intervención socioanalítica

I. La situación analítica

La psicoterapia y la pedagogía son los dos sectores más avanzados de la

investigación y de la experimentación en análisis institucional. La

psicosociología y el psicoanálisis manifiestan ciertas preocupaciones,

ciertas direcciones de investigación que convergen con las teorías

institucionales de los psiquiatras y pedagogos. No obstante, al hablar de

intervención socioanalítica _es decir, de una aplicación del análisis

institucional en la práctica de los grupos, colectividades y organizaciones_,

una fuerza invencible parece llevar a establecer un paralelo con la

intervención psicosociológica, o aun con la encuesta en el terreno de la

sociología de las organizaciones. Ahora bien, así como no se justificaría

reducir el análisis institucional a un método de terapia y/o de pedagogía,

tampoco debe identificarse el modo de intervención socioanalítica con

modos de intervención anteriores. No se trata, sin embargo, de disimular la

función que cumplen las teorías y las experiencias psicosociológicas en la

búsqueda de un nuevo método. Cualquiera que sea la crítica que se pueda

dirigir a la teoría de las organizaciones, no es menos evidente que cualquier

esfuerzo encaminado a superar esa teoría implica trabajar, en cierta forma,

con el concepto de organización. En cuanto al psicoanálisis, no cabe duda

de que, sin él, la crítica del positivismo sociológico seguiría siendo tan

teológica como la crítica positivista de la teología por Auguste Comte.

Ante todo, entonces, hay que tratar de definir las condiciones teóricas de la

intervención socioanalítica. Con ello se evitarán, parcialmente al menos, las

confusiones y reducciones que amenazan a todo nuevo método. Este riesgo

es normal, si se recuerda, con Hegel, que la crítica radical de una tesis es,

ante todo reconocimiento de dicha tesis, y que oponer un concepto a otro

concepto es participar en el trabajo de análisis de este último.

En segundo lugar, se intentará delimitar las condiciones prácticas de la

intervención socioanalítica. Por condiciones prácticas entendemos, por un

lado, todo aquello que determina el lugar del analista (individual o

colectivo) en la situación de intervención, el estudio del puesto de trabajo

analítico; y por otro lado, la técnica de investigación, es decir, la aplicación

concreta de los datos teóricos contenidos en el método.

El análisis institucional engloba por ahora un método de conocimiento

inductivo, que se sitúa junto al análisis funcional, estructural y estructuralfuncional,

y junto a diversos modos de análisis económico, político, etc.;

también engloba, más específicamente, un modo de análisis en situación

más cercano a la terapia psicoanalítica. En el primer caso, se trata de un

análisis de gabinete, inspirado más o menos directamente en intervenciones

o investigaciones de campo. En el segundo caso, es una intervención

institucional analizada como tal. En esta dualidad se puede encontrar

ventajas, o lamentarlas. De cualquier manera, solo la intervención en una

situación permite un verdadero socioanálisis. (1) El análisis de gabinete

puede aportar materiales, favorecer la aproximación activa a la situación,

contribuir a su dilucidación teórica, sugerir modos de evaluación y criterios

de validación. Tiene la desventaja de poner al sociólogo, psicólogo,

economista o teórico político en situación cómoda y desarraigada a la vez

del “sabio” o del “experto”.

Por consiguiente, no separaremos el análisis de la intervención, para

señalar bien que el sistema de referencia del análisis institucional está

determinado estrictamente por la presencia física de los analistas en cuanto

actores sociales en una situación social, y por la presencia material de todo

el contexto institucional.

Qué es lo que permite construir una situación analítica?

a. Una hipótesis.

b. Los instrumentos de análisis.

a. Una hipótesis

Mediante análisis en situación que no se confunden con los “juegos de la

verdad” de la psicosociología ni con “la higiene social” de la sociología de

las organizaciones, es posible descifrar las relaciones que los grupos y los

individuos mantienen con las instituciones. Más allá de las

racionalizaciones ideológicas, jurídicas, sociológicas, económicas o

políticas, la dilucidación de estas relaciones pone de relieve que el vínculo

social es, ante todo, un acondicionamiento del no saber de los actores

respecto de la organización social.

b. Los instrumentos de análisis

Residen en un conjunto de conceptos articulados como sistema de

referencia del análisis institucional.

1. Segmentaridad. La unidad positiva de todo agrupamiento social se

apoya en un consenso o en una regla exterior al grupo, o en ambos a la vez.

El consenso puede ser el del sentido común, el de la solidaridad

“mecánica” u “orgánica”, el de la creencia común, etc. El reglamento

puede estar más o menos interiorizado o ser vivido como coerción pura,

según se trata de un reglamento elaborado por la colectividad o aceptado

por ella, o también impuesto por una parte de esa colectividad. En todos los

casos, la unidad positiva del agrupamiento, lo que le de a su carácter de

formación social (es decir: le confiere una forma, determinaciones

morfológicas observables), funciona a la manera de la ideología. Desde ese

punto de vista, todo agrupamiento es una comunidad con intereses

convergentes. Tiene algo de sagrado y de intocable.

En el extremo opuesto a esta visión ideológica, la acentuación de las

particularidades de los individuos que componen el agrupamiento produce

la negación , a veces absoluta, de la idea misma de comunidad. La unidad

positiva del grupo, de la organización, de la colectividad étnica o política,

es destruida por el peso de la negatividad cuando esta última toma la forma

del individualismo o del nihilismo, cuando se consideran irreductibles los

intereses o las características individuales.

Es posible considerar un sobrepasamiento de la primera concepción, que

sea, a la vez, una negación de la primera negación. Se considera entonces

que la existencia de los agrupamientos es innegable, pero que estos poseen

una unidad negativa. Más allá de la unidad abstracta de la ideología

universalista, y más allá de la extrema división basada en las

particularidades individuales, se advierte que la unidad de los

agrupamientos observables es pluralista y heterogénea. Los individuos

yuxtapuestos no constituyen un agrupamiento: lo que da su unidad a la

formación, y su forma al agrupamiento, es la acción recíproca, y a menudo

oculta, de una multitud de grupos fragmentarios en el interior del

agrupamiento. Los individuos no deciden en abstracto vivir o trabajar

juntos, pero sus sistemas de pertenencia y sus referencias a numerosos

agrupamientos actúan de tal modo, que pueden constituirse nuevos

agrupamientos, agregándose así a los sistemas de pertenencia y de

referencia ya-ahí que al mismo tiempo niegan en diversos grados, puesto

que los sistemas de pertenencia y de referencia anteriores entrañan, en

general, oposiciones y criterios exclusivos, los cuales, sin embargo, son

obligados a fundirse en la multitud de diferencias. Este carácter singular de

los agrupamientos detectado por la intervención socioanalítica, toma el

nombre de segmentaridad.

Notemos que la pluralidad de grupos reales más o menos visibles,

reconocidos y declarados, que componen un determinado agrupamiento, no

se confunde con la pluralidad de los “subgrupos” que la psicosociología

desentraña en el aquí y ahora del análisis. Sin embargo, estos “subgrupos”

contingentes no carecen de vínculos con los grupos de pertenencia y de

referencia que existen en el agrupamiento (o fuera de él, funcionando así

como grupos de no pertenencia, o como grupos de referencia exterior). Por

ejemplo, un subgrupo de “jóvenes” se refiere a una clase de edad que en la

sociedad global es percibida menos como una pertenencia universal y

natural que a la manera de un grupo segmentario que establece relaciones

de dependencia y relaciones agonísticas con el grupo de los “viejos”.

2. Transversalidad. La ideología grupista (en los pequeños grupos) o

comunitaria (en las grandes formaciones sociales como el partido, la

Iglesia, la nación, etc.) tiende a construir la imagen ideal del grupo

monosegmentario, de la coherencia absoluta, producida por una

pertenencia única y omnipotente, que relega al segundo plano todas las

demás. El “grupo” _cualquiera que sea su volumen y su historia_ se

contempla narcisísticamente en el espejo de la unidad positiva, excluyendo

a los desviantes, aterrorizando a aquellos

...

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