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CONCEPTUALIZACIÓN DE LA MUERTE SEGÚN LAS ETAPAS DEL PSICODESARROLLO

Yesenia Tobón MenesesEnsayo14 de Noviembre de 2016

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CONCEPTUALIZACIÓN DE LA MUERTE SEGÚN LAS ETAPAS DEL PSICODESARROLLO

[pic 21]Las consideraciones entorno al concepto de muerte han sido diversas y controversiales debido a la complejidad de dicho constructo y a los prejuicios y actitudes culturales que emanan del mismo (Fleiming-Hollan, 1991). Durante la infancia comprendida entre los 3-10 años, los niños son en gran medida los principales receptores de las preconcepciones frente a la muerte, propias del contexto en el que se desarrollan (Familia- cultura) y tienden a adoptar una idea particular de muerte  que se va estructurando desde los primeros años de vida e incluso determinándose por la etapa de desarrollo en la que se encuentra el niño, las experiencias en relación con la perdida, la forma como es abordada por la familia y los recuerdos individuales con los que cuenta el niño para hacerle frente. A partir de descubrimientos recientes, se ha señalado que los niños al estar en un proceso activo de desarrollo, cuentan con un bagaje de recuerdos y capacidades para afrontar la tensión asociada con la muerte. De esta manera, el miedo a la muerte en los niños pasa a ser una ocurrencia de segundo orden que refleja el desplazamiento de una ansiedad de separación (Fleiming-Hollan, 1991). En este punto, el nivel de desarrollo cognoscitivo en los niños es la clave para entender que existe una aproximación diferente a la muerte y al dolor tanatico. Así pues, se hace necesario reconocer como piensan y sienten los niños en las diferentes etapas de su psicodesarrollo, para entender que en definitiva  el concepto de muerte varía según los estadios y edades; pasando de lo concreto a lo abstracto y de lo general a lo especifico.

Particularmente,  los niños comprendidos entre los 3- 10 años experimentan un proceso vital, en el que la pregunta por la muerte emerge con fuerza y aún más cuando las experiencias de perdida se abren paso en la niñez para desordenar de alguna manera el funcionamiento normativo del ciclo. Desde el modelo tradicional del desarrollo se ha descrito la manera como  los niños construyen su propia idea de muerte y los mecanismos que utilizan para enfrentar la experiencia de duelo.

En los primeros momentos del desarrollo, los niños antes de los cinco años dan a todo lo que se encuentra a su alrededor las mismas cualidades vitales propias de los seres humanos; se evidencia un animismo generalizado en el que no existe una impresión de la muerte como finalidad de la vida.

A partir de los cinco años, el concepto de muerte comienza a entenderse desde otras dimensiones que están ligadas el estadio de desarrollo. Según Nancy (1953) los conceptos infantiles de muerte comienzan a desarrollarse desde un patrón cronológico. Esta misma postura es la que reafirma la prevalencia de la teoría clásica de desarrollo y de  estudios como el de Markauser y fuller (1991) que reconocen en relación con la construcción del concepto de muerte en la infancia, tres momentos cronológicamente delimitados.

El primero de estos momentos comprende los niños de 3- 5 años y en este punto, se evidencia una negación de la muerte como proceso final; atribuyéndole vida al muerto y considerando el morir como un estado transitorio. A su vez, comienza una etapa de intensa curiosidad y cuestionamiento por el donde están quienes mueren, porque muren y cuándo volverán. Seguidamente, entre los 6-9 años se da el ingreso a la educación primaria y con ello un avance en la percepción sobre la muerte, entendiéndola como un asunto  gradual y temporal, que marca un final, pero que puede evitarse. Es solo hasta los 9 años que la muerte comienza a personificarse, como un “alguien” aparte, lejano e indiferenciado, que al niño no le compete. Finalmente, y según los planteamiento de Huslock (1956) después de los nueve años, el constructo de muerte se trasforma drásticamente al entenderse su verdadera naturaleza, como proceso inevitable y último de la vida. Es en esta etapa, propia de las operaciones formales, donde se ha desarrollado estructuras cognoscitivas que permiten ordenar memorias del pasado y anticipaciones futuras. Por lo tanto, ya comienza a hacerse manifiesto el duelo, bajo formas diversas que comprenden enojo, ansiedad, enuresis y problemas conductuales (Markauser y fuller, 1991).

Además, del esfuerzo que los niños realizan durante su proceso de desarrollo cognoscitivo y particularmente su esfuerzo por entender realidades tan abstractas como la muerte; ellos requieren aprender de otros (Familia- educadores) la complejidad de este concepto; evitando siempre afectar su salud emocional.

CONCEPTUALIZACIÓN Y CARACTERISTICAS DEL DUELO

Paralelo a  la idea de muerte aparece el duelo entendido como una reacción normal o patológica ante la pérdida de un ser querido. En condiciones normales tiene una duración de 6- 12 años. Cuando se habla de un duelo patológico ya se refiere  a un cuadro clínico de mayor dimensión y gravedad en la que se ve afectado el niño, en este caso, a nivel emocional, físico, comportamental y social. De acuerdo con Ortiz (2010),  el cuadro clínico propio del duelo comprende distorsiones cognitivas, enojo o agresividad, miedo ante la separación de otros, alteraciones conductuales, depresión, disforia, irritabilidad, alteraciones del sueño, regresión a conductas que no corresponden a su etapa del desarrollo, tristeza, llanto y  síntomas somáticos. Específicamente, en sintomatologías como la ansiedad por separación se ha evidenciado que pueden representar en el infante factores de riesgo para el posterior desarrollo (Johnson, Zhang & Geer, 2007).

TERAPIA COGNITIVA EN EL TRATAMIENTO DEL DUELO INFANTIL

Conforme a los planteamiento anteriores entorno a la complejidad de la muerte y a la vivencia del duelo en la infancia, un metaanalisis ha revelado que la psicoterapia en niños, si genera beneficios (Culler, Hollar & Neimeyer, 2007); por lo tanto, la intervención psicoterapéutica en casos de duelo patológico no puede relegarse al paso de los años. Por el contrario, es un asunto que si bien puede ser abordado oportunamente (Desde la propia niñez) y con ello, prever comportamiento, pensamientos y habilidades más adaptativas frente a futuras perdidas. Particularmente, desde el enfoque cognitivo conductual, podrían ser abordadas las dificultades experimentadas por los niños ante la perdida y en definitiva, desarrollar procesos que a futuro le sean útiles para afrontar otros duelos.

En esta medida, la intervención  terapéutica desde la corriente cognitiva, parte inicialmente, de una conceptualización del duelo como  un proceso adaptativo, es decir, que “se va elaborando”; y desde allí, comienza a desarrollar estrategias y recursos para conducir dicho proceso a resultados de asimilación y acomodación adecuados. La idea de elaborar el duelo en los niños conduce a que la intervención se centre especialmente en la trabajo dirigido niño- terapeuta, psicoeducacion para padres e infante e integración del escenario educativo y familiar en el proceso.

Cuando se trata de un duelo complicado o patológico, la forma de intervención aumenta en su rigurosidad puesto que exige que antes de cualquier intervención directa se reconozcan los posibles factores de riesgo asociado al problema. Particularmente, en el duelo infantil los factores que predisponen dificultades en la elaboración están asociados a  asuntos: relacionales (dependencia, conflictividad con aparición de autorreproches, forma inadecuada de reaccionar del progenitor superviviente); circunstanciales (muerte súbita, muerte incierta por desaparición, suicidio u homicidio del progenitor fallecido); personales (más complicado en el varón, problemas previos de salud física o mental, duelos anteriores no resueltos) y  Sociales (ausencia de apoyo social o familiar, nivel socioeconómico bajo, Falta de consistencia en la disciplina impuesta al niño) (Ordeñez & Lacasta (2003). Estos predictores de riesgo permitirán dentro del proceso terapéutico identificar a aquellos niños y adolescentes que necesitan apoyo y ofrecer alternativas de prevención e intervención

Sumado a ello, se reconoce que en los niños la experiencia de duelo afecta a la manera en que el infante estructura su mundo. Por lo tanto, antes de la intervención directa el proceso de evaluación es fundamental, para identificar conforme a las condiciones evolutivas y contextuales del niño, la fase de duelo que está experimentado, reconociendo en los infantes tres momentos.

El primero de ellos es denominado el de Protesta, en el cual  el niño añora amargamente a la persona fallecida y llora suplicando que vuelva; seguidamente, está la fase de  Desesperanza, donde  el infante  comienza a perder la esperanza de que vuelva, llora intermitentemente y puede pasar por un período de apatía. Y finalmente, el momento de  Ruptura de vínculo, donde se empieza a renunciar a parte del vínculo emocional con el fallecido y a mostrar interés por el mundo que le rodea.

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