CONFERENCIA DE LACAN USA
MICH2219 de Diciembre de 2011
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Conferencia del 24 de noviembre de 1975, Universidad de Yale (Seminario Kanzer)
Esto no es fácil ...It is not easy to speak in a country which is perfectly strange for me. Ustedes ven que trato de hacerme entender por cada uno aunque mi inglés sea mas bien elemental y yo intente mejorarlo; intente mejorarlo este año, de modo algo paradojal por la lectura; por la lectura de Joyce (risas). Uno de mis auditores inspirado por mi reciente conferencia (una conferencia que me fue pedida para abrir el Congreso sobre Joyce) - un auditor de mi seminario donde las personas se apretujan en multitud para mi gran sorpresa como para la de todos y, donde naturalmente, yo no había enunciado mi conferencia sobre Joyce, escribió un artículo en una revista francesa donde la literatura es particularmente retorcida. Torcida, así. Pero a veces aparecen cosas en esta revista que hacen sentido -a veces mucho sentido- y en particular lo que fue anticipado por mi auditor : él anticipó que después de Joyce la lengua inglesa ya no existía.
Evidentemente,esto no es verdad en tanto que hasta "Finnegan's wake" Joyce respeta lo que Chomsky llama la "estructura gramatical". Pero naturalmente, é1 se las hizo ver duras a la lengua inglesa. Hasta llegó a inyectar en su propio género de inglés palabras pertenecientes a un gran número, de otras lenguas, incluido, allí el noruego y hasta ciertas lenguas asiáticas é1 forzó las palabras de la lengua inglesa obligándolas a admitir otros vocablos, vocablos que no son enteramente respetables si puedo decirlo, para alguien que use el inglés.
Puede decirse que en inglés existen, en el conjunto, dos clases de vocablos: los de raíz latina y aquellos llamados germánicos que, de hecho, no son germánicos pero pertenecen a, otra rama del indoeuropeo, el anglosajón.
Es del lado anglosajón que se encuentran las raíces germánicas pero, al final,hay algo de específico a estudiar en el inglés, en tanto que tal, para captar aquello que lo caracteriza en oposición a las otras lenguas. Pero lo importante, al menos para nosotros, analistas; tal como lo concebimos,es decir la verdad. Y como nosotros tenemos una idea un poco particular de esta verdad, sabemos que esto es muy difícil. Y como ha sido convenido que yo hablaría primero y que inmediatamente habría preguntas, me gustaría comenzar por tomar aquello que es llamado, justamente, contacto con ustedes que están aquí esta tarde, planteando -¿por qué no?- yo mismo preguntas. Naturalmente ello supone que ustedes tengan a bien responder aunque fuese con otra pregunta.
En primer lugar quisiera dirigir una pregunta, precisamente a aquellos que han elegido plantearse como analistas; querría preguntarles y yo tendría que necesariamente responder en primer lugar como han llegado ellos a eso que después de todo puede ser llamado razonablemente su Job. Ser un analista es un Job y, de hecho, un job muy duro. Hasta es un trabajo inhabitualmente fatigante y, si retomo las palabras del último analista que enfrenté antes de esta visita a los E.E.U.U., é1 me confiaba que había tenido necesidad de descansar un poco entre cada uno de sus análisis y,que eso daba su ritmo a su trabajo.
En cuanto a mí, para decirles la verdad, no he tenido tiempo de descansar entre dos análisis. Ello debido a que por el hecho de mi notoriedad, muchas personas vienen para ser analizadas, para demandarme que las analice. Ayer a la tarde en la casa de Shoshana Felman un grupo de jóvenes me preguntaban como elegía a mis pacientes. Respondí que yo no los elegía así tan simplemente, sino que ellos tenían que testimoniar acerca de lo que esperaban de su petición.
Ahora permítanme responder a mi pregunta: ¿cómo llegué a ser psicoanalista?. Llegué allí algo tarde, no antes de los treinta y cinco años. Yo había arriesgado, lo que se llama en Francia, una tesis de doctorado en medicina. Ese no era mi primer escrito, pues una tesis tiene que ser realmente escrita. Una tesis es, por definición, lo que ha sido escrito y defendido. En esa época,una tesis era asunto serio por el cual uno se exponía a la contradicción.
Hoy, uno se presenta ante un jurado habitualmente compuesto por dos o tres de sus antiguos maestros, perfectamente informados del asunto, que muy a menudo les ha sido sugerido a ustedes. Ese no era mi caso. Debí realmente, imponer mi tesis. La había llamado, esto es para los psiquiatras presentes, "De las psicosis paranoicas y sus relaciones con la personalidad". En aquel tiempo,yo era ingenuo. Creía que la personalidad era algo fácil de aprehender. No osaría ya dar ese título a aquello de lo que se trataba, de hecho, no creo que la psicosis tenga algo que hacer con la personalidad. La psicosis es un ensayo de rigor. En ese sentido, yo diría que soy psicótico. Soy psicótico por la sola razón que siempre he tratado de ser riguroso.
Eso, evidentemente, va bastante lejos en tanto supone que los 1ógicos por ejemplo, que tienden hacia ese fin y también los geómetras, compartirían, en último análisis, una cierta forma de psicosis. Hoy, yo pienso así. No emprendí esa tesis imprudentemente; había reunido treinta y tres casos de psicosis: en ninguno había hecho excepción a esta búsqueda de rigor. Pero como uno no puede -contrariamente a la práctica común, pienso que no se puede- hablar de treinta y tres casos (mi tesis habría tenido millares de páginas), me contenté con escribir una tesis de un número razonable de páginas, quiero decir de un volumen que pudiera ser,tenido en la mano, y hablaba allí de uno de esos casos que me parecía ejemplar,especialmente por el hecho que la persona en cuestión había hecho numerosos escritos. Había hecho esos escritos bajo la forma de numerosas cartas ultrajantes para una cantidad de personas, quiero decir que era erotomaníaca.
Un cierto número de personas aquí saben, pienso, lo que es un erotomaníaco: la erotomanía implica la elección de una persona mas o menos célebre, y la idea de que ésta persona no concierne, más que a ustedes. Sería necesario hallar la raíz que toma esta idea, aunque eso haya sido imposible hasta el presente.
Lo que es cierto es que, una vez puesto en marcha el mecanismo, cada hecho prueba que el ilustre personaje (en ese caso una mujer) está en relación amorosa, no con la personalidad sino con la persona nombrada, designada,por un cierto nombre. En esa época esa persona aparecía con su nombre en los periódicos, a raíz del gesto que había tenido contra una actriz entonces célebre, de modo coherente con su erotomanía dirigida sobre esa actriz, la misma que ella había dirigido en otros momentos sobre otras celebridades (no es extraño ver operar ese deslizamiento de una figura a otra). En todo caso ella había herido ligeramente a esa actriz y fue enviada a prisión. Me permití a mí mismo ser coherente y pensaba que una persona que sabía siempre tan bien lo que ella hacía sabía, también aquello a lo cual la conduciría, y fue un hecho que su estada en prisión la calmó. Del día a la noche desaparecieron sus rigurosas elucubraciones desplegadas hasta ese momento. Me permití -tan psicótico como mi paciente- tomar eso en serio y pensar, que si la prisión la había calmado, eso era lo que ella había buscado realmente.
También di a eso un nombre mas bien bizarro: yo lo llamé "paranoia de autopunición".Evidentemente eso era quizás llevar la 1ógica un poco lejos. Y ello me hizo notar que había enFreud algo del mismo orden. Freud no estudió principalmente a los psicóticos. Pero, como yo, estudió los escritos de un psicótico: el famoso presidente Schreber y, con respecto al presidente Schreber, Freud no adopta el mismo tipo de posición que yo. Es verdad que ese era un caso de 1ógica mucho mas avanzado. Pero yo destacaba, a causa de lo que hace al fondo de su pensamiento, Freud no era psicótico. El no era psicótico,contrariamente a muchos, porque él se interesaba en algo diferente. Su primer interés era la histeria. Y su vía de aproximación a esta otra cosa era perfectamente seria, consistiendo no en coleccionar escritos -pues los casos que él trataba no eran de personas a inundar de escritos, contrariamente a los psicóticos sino en escuchar. El pasaba mucho tiempo escuchando, y de lo que él escuchaba resultaba a1go paradojal a la vista de lo que acabo justamente de decir,que era una lectura. Fue mientras él escuchaba a las histéricas cuando leyó que había un inconciente.
Esto es algo que sólo podía construir y en lo cual estaba él mismo implicado; estaba implicado en que, para su gran sorpresa,él destacaba que no podía evitar el participar en lo que las histéricas le relataban, que era afectado, por eso. Naturalmente cada cosa de las reglas resultantes por las cuales estableció la práctica psicoanalítica es concebida para contrariar esta consecuencia, para conducir las cosas de tal suerte que se evite el ser afectado. A este fin promovió, un cierto número de reglas que son muy sanas,y que implican la suposición de que la histérica tiene,lo que se llama un inconciente. Y lo que traté de hacer -me excuso por abreviar así- fue reconocer que cosa podía ser esteinconciente planteado por Freud. Ahora que los analistas son tan numerosos, todos pueden saber lo que es la lectura del inconciente, pues después de todo, desde el tiempo en que han emergido los analistas, la gente ha comenzado a comprender algo, pero ese fenómeno, prácticamente impensable, de que tantas personas lleguen al análisis releva un real problema. ¡No sólo llegan a nosotros sino que retornan!. ¿Qué es lo que puede inducirlos a encontrar una satisfacción tal en el análisis, cuando pasar por el análisis es una experiencia tan poco confortable?. No todos son capaces de hacerlo.
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