Diseño y evaluación de programas de educación emocional

Planteamiento del problema

             Existen muchas definiciones tradicionales de inteligencia que hacen hincapié en los aspectos cognitivos, tales como la memoria y la capacidad de resolver problemas. A través de la historia varios influyentes investigadores en el ámbito del estudio de la inteligencia comienzan a reconocer la importancia de los aspectos no cognitivos y utilizaron el término inteligencia social para describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas. El psicólogo Edward Thorndike (1920) fue el primero que la definió como "la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas". Para Thorndike, además de la inteligencia social, existen también otros dos tipos de inteligencias: la abstracta que es la habilidad para manejar ideas y la mecánica, habilidad para entender y manejar objetos.

             En la educación básica se contemplan muchas asignaturas, que van desde matemáticas, historia, español, física, química hasta inglés. En la reforma educativa en México , a través La Secretaría de Educación Pública (SEP) en el 2016 dio a conocer el nuevo modelo educativo y afirma que con este nuevo modelo, se pretende hacer una reforma de fondo, en cuanto a seleccionar aquellos contenidos que sean “clave” para la formación del niño y el joven. El planteamiento pedagógico de la reforma educativa pretende llevarse a la práctica a través de la nueva currícula, tanto de educación básica como media superior; tomando en cuenta no sólo los procesos de aprendizaje desde un enfoque cognitivo; también se reconoce que una emoción positiva puede estimular y provocar un aprendizaje significativo. Por lo contrario, una emoción o experiencia negativa puede bloquearlo.

             Respecto a la inteligencia emocional, la primera descripción de la misma se desarrolló en 1990 y se atribuye a Salovey y Mayer, quienes la definen como la capacidad de razonar acerca de las emociones para mejorar el pensamiento, lo que incluye la posibilidad de percibir con precisión la emoción, para regularla reflexivamente con el fin de promover el crecimiento emocional e intelectual. Goleman (1995) ya señalaba sobre la alfabetización emocional que ésta va aparejada con la educación del carácter, el desarrollo moral y el civismo. Se ha producido recientemente un considerable aumento en el número de trabajos que tienen como objetivo específico el análisis de las relaciones entre inteligencia emocional, inteligencia general y rendimiento académico.

             Educar la inteligencia emocional de los estudiantes se ha convertido en una tarea necesaria en el ámbito educativo y la mayoría de los docentes considera primordial el dominio de estas habilidades para el desarrollo evolutivo y socio-emocional de sus alumnos. En otro lugar, se ha defendido y desarrollado la importancia de desarrollar en el alumnado las habilidades relacionadas con la inteligencia emocional en el ámbito educativo (Fernández-Berrocal y Extremera, 2002). Sin embargo, a veces se piensa de forma errónea que las competencias afectivas y emocionales no son imprescindibles en el profesorado. Mientras que para enseñar matemática o geografía el profesor debe poseer conocimientos y actitudes hacia la enseñanza de esas materias, las habilidades emocionales, afectivas y sociales que el profesor debe incentivar en el alumnado también deberían ser enseñadas por un equipo docente que domine dichas capacidades.

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