Divorcio, Separación y Nuevas Nupcias: ¿Cómo Afectan a los Hijos?

Universidad del Quindío[pic 1]

Programa de Lenguas Modernas

Procesos del Desarrollo Humano

Daniela Restrepo Ruiz

Luz Stela Quintana Hernández

Enero, 2020

Divorcio, Separación y Nuevas Nupcias: ¿Cómo Afectan a los Hijos?

    A lo largo de los años el matrimonio se ha constituido como una parte esencial dentro de la sociedad. Este se da mediante determinados ritos o ceremonias  religiosas y/o legales que establecen no solo una aprobación dentro del entorno social, sino que también se considera como una representación del vínculo emocional y afectivo que existe entre dos personas. Sin embargo, actualmente la tasa de divorcios ha presentado un incremento considerable en su práctica a tal punto de asegurarse que en algunas comunidades hay más divorcios que matrimonios. Cabe denotar que el divorcio o la separación se puede dar por diversas razones, dentro de las más comunes se encuentran: la infidelidad, falta de compromiso, exceso de discusiones, inhabilidad para resolver conflictos o incompatibilidad de caracteres. Si bien nadie está atado a nadie y no es obligado a compartir el resto de sus días a lado de quien no quiere, divorciarse pueden generar numerables problemas o situaciones adversas cuando la pareja ya ha conformado una familia y se cuenta con la presencia de hijos, los cuales reciben de primera mano toda la carga negativa que trae consigo dicho proceso.

    Los hijos de padres separados o divorciados son más propensos a presentar problemas de adaptación y conducta a comparación de aquellos que permanecen en un hogar intacto y que viven con ambos padres ya que para los primeros suele ser un hecho más o menos inesperado y que les rompe la estabilidad a la que estaban acostumbrados. Según Cristina Noriega, psicóloga de niños, la edad juega un rol sumamente importante en la asimilación de la situación porque dependiendo de ésta así les afectará la noticia ya que cada tramo de edad presenta una reacciones propias que corresponden al nivel de desarrollo cognitivo del niño. En primer lugar, en el caso los bebés, es normal que estén más llorones, irritables y miedosos debido a que son muy receptivos al estado de ánimo de sus padres. En los niños preescolares (entre 3 - 6 años)  tienden a culparse a sí mismos por lo que escasamente comprenden, la separación de sus padres;  por lo tanto, presentan altos niveles de ansiedad que abre paso a que piensen que sus padres los van a abandonar. También se presenta un alto índice de regresiones como poco o nulo control de esfínteres, así como la aparición de agresividad. En el caso de los niños en edad escolar (entre 6 – 9 años) están tristes, añoran mucho al progenitor que se ha ido de casa, y viven con angustia por lo que en ellos permanece la fantasía de unión de los padres. Es posible que aparezcan la inseguridad y la angustia. En la pre-adolescencia (entre 9 – 12 años) ya no se culpabilizan de la separación y tratan de entender las causas, aunque  eso no quiere decir que no se enfaden y le reprochen a sus padres su comportamiento. En general, se suelen aliar con uno de los dos padres. Y por último, en el caso de los adolescentes por un lado, puede que oculten sus verdaderos pensamientos, sentimientos y sufrimientos. Algunos experimentan soledad y la buscan en grupos de iguales de los que tendrá excesiva dependencia. O, por el contrario, se rebelan con mucha agresividad, ira, hostilidad y desobediencia a través de trastornos de alimentación, consumo de sustancias y conductas sexuales de riesgo, entre otros.

    Además de la separación de los padres, los hijos tienen que lidiar usualmente con la posibilidad de que sus progenitores se vuelvan a enamorar, decidan reconstruir su vida al lado de alguien más e incluso que se planteen la posibilidad de contraer matrimonio nuevamente. Un segundo matrimonio supone para los hijos un sinfín de situaciones y sentimientos nuevos que en muchas ocasiones no son tan agradables de sobrellevar. Para los hijos, las segundas nupcias presumen un proceso de adaptación en el cual se reajusta nuevamente la estructura familiar pues pasan de estar en un hogar con un solo progenitor a uno que está habitado por un padrastro o una madrastra y quizás hermanastros donde deben de lidiar con modificaciones en sus rutinas diarias y en la asignación de tareas y deberes. Además, la consolidación del nuevo matrimonio genera en los hijos tanto tristeza como una sensación de amenaza puesto que con la aparición de este matrimonio entienden y enfrentan de cierta manera la realidad de que sus padres no se van a reconciliar y que ya no van a volver a estar juntos. De la misma manera, los niños experimentan un sentimiento de pérdida y más cuando se ha construido una relación cercana con su madre o padre durante el período en que el vivieron solos, puesto que ahora deben aprender a compartir a uno de estos no solamente con su nueva pareja, sino quizás con hermanastros; por lo tanto, es posible que empiecen a mostrar señales de mayor apego a este progenitor, lo que supone que no quieran apartarse de él o ella en determinadas situaciones sociales; o podrían incluso expresar celos debido a que sienten que de cierta manera están siendo reemplazados y van a perder el amor y la atención de su propios padres. Por otro lado, al contar con la participación de más personas en el hogar, los niños pueden sentirse incómodos porque sienten que su privacidad e intimidad se ven afectadas; así como también, puede que se les dificulte encontrar un espacio personal que puedan considerar propio. Otra situación que se da de manera frecuente es que los niños llevan poca o nula relación con la pareja de sus padres, ya que piensan que si se llevan bien con ellos y le muestran afecto, están irrespetando al progenitor que se ha ido de casa.

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