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EL CONFLICTO PSIQUICO

feaza21 de Noviembre de 2014

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EL CONFLICTO PSIQUICO

J. Laplanche y J.-B. Pontalis (1973, p. 92) definen del siguiente modo el conflicto psíquico: "En el psicoanálisis se habla’ “de conflicto cuando en el sujeto se contraponen exigencias internas contrastantes. El conflicto puede estar manifiesto (por ejemplo, entre un deseo y una exigencia moral o entre dos sentimientos contradictorios) o latente; en este caso, puede manifestarse de un modo deformado en el conflicto manifiesto y concretarse en síntomas, desordenes de la conducta, perturbaciones en el carácter, etc. El psicoanálisis considera el conflicto como parte del ser humano desde varios aspectos: conflicto entre deseo y defensa, conflicto entre los diversos sistemas o instancias, conflicto entre las pulsiones; finalmente, conflicto edípico, en el cual no solo se enfrentan deseos contrastantes, sino que estos últimos se oponen a la prohibición."

Para C. Rycroft (1970, p. 31), el conflicto es "la oposición entre fuerzas aparentes o realmente compatibles. Un conflicto interno o psicológico puede instaurarse entre impulsos instintivos (por ejemplo, libidinoso y agresivo; ver también instinto) o entre estructuras (por ejemplo, el yo y el ello). La idea de que todo conflicto es neurótico no forma parte de la teoría psicoanalítica; los conflictos son neuróticos solamente si una parte es inconsciente y/o si se han resuelto mediante el uso de defensas distintas de la sublimación".

El concepto de conflicto psíquico es fundamental en la teoría psicoanalítica desde su comienzo y fue formulado por Freud en base a sus experiencias clínicas. En efecto, desde 1890 expreso la idea de que "la neurosis implica una defensa contra ideas intolerables".

Sucesivamente, en 1895, en los Estudios sobre la histeria, Freud descubre una resistencia cada vez mayor a medida que se acerca a los recuerdos patógenos y atribuye esta resistencia a la presencia de una defensa contra representaciones inconciliables. La actividad defensiva contra representaciones inconciliables se torna el mecanismo principal en la etiología de las psiconeurosis de defensa (histeria y neurosis obsesiva).

Freud intuyo que la representación intolerable debía residir en el pasado e históricamente se ocupo, primero, del contenido de la representación intolerable y, después, de los mecanismos de defensa. En un primer momento, tenía pensado que las ideas intolerables podían basarse en cualquier emoción, pero bien pronto comprendió que solo las representaciones ligadas a la sexualidad estaban en condiciones de entrar en conflicto con el yo. Por lo tanto, se puede sintetizar todo esto diciendo que, de 1886 a 1890, la teoría de la neurosis elaborada por Freud era de un sesgo netamente sexual, en cuanto veía en la sexualidad el núcleo de una idea intolerable.

En 1900, Freud evidencio el contraste entre el proceso primario y el proceso secundario que luchan por alcanzar objetivos contrastantes: la descarga inmediata, el primero; la satisfacción aplazada, el segundo. Concepto que, en 1911, se reformulo como lucha entre el principio de placer y el principio de realidad. Siempre en 1900, Freud comenzó a explorar la sexualidad infantil y, consecuentemente, el concepto de sexualidad se amplio, abandonándose la concepción simplista según la cual la neurosis era causada directamente por una frustración sexual. Comenzó a usarse el término psicosexual.

Una descripción plástica del conflicto psíquico la encontramos en el caso clínico de Dora (1901), una adolescente de dieciocho años que cuando comenzó el tratamiento sufría, ya desde hacia aproximadamente diez anos, distintos síntomas histéricos (dificultad en la respiración, tos nerviosa, perdida de la voz, hemicráneas, depresión, ideas suicidas y un sentido general de insatisfacción en la vida). Freud remonto la enfermedad de la muchacha al amor por su padre, a las propuestas del señor K. y, también, a su amor homosexual por la señora K.

Freud muestra como los síntomas aparecieron después de surgir un conflicto: "Por una parte, la tentación de ceder al hombre que la solicita; por otra, una rebelión mezclada a ella."

El arrepentimiento por haber rechazado las propuestas del hombre, la nostalgia de él y de su ternura entraron en conflicto con su orgullo: eso la condujo a la represión.

En este punto, por ende, el conflicto estaba entre el yo y los deseos sexuales.

Todo esto estaba unido al complejo de Edipo, pero es interesante destacar, en lo relativo al análisis, que en aquel tiempo Freud no remonto el conflicto de la muchacha a la época edípica, sino que se limito a considerar las dificultades surgidas en la adolescencia.

En el ensayo "Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad" (1908), Freud replica que el síntoma histérico tiene sus orígenes en el compromiso entre dos impulsos opuestos, ambos activos, de los cuales uno tiende a la expresión de un componente de la sexualidad, mientras el otro intenta reprimirlo. Es del año siguiente, 1909, la publicación del caso clínico del Hombre de las ratas, en el que ilustra la estructura de la neurosis obsesiva. En la base de la neurosis obsesiva, encontramos un conflicto que nunca tiene fin, para el cual, según Freud, "siempre son necesarios nuevos esfuerzos psíquicos para balancear la constante presión ejercida por la pulsión". En el caso clínico del Hombre de las ratas, Freud nos dice: "El verdadero significado de las acciones obsesivas —acciones a dos tiempos, donde el primer tiempo esta anudado por el segundo— reside en el hecho de que ellas representan un conflicto entre dos afectos antagonistas de intensidad más o menos igual, y precisamente —como la experiencia me ha confirmado siempre— entre amor y odio..."

Freud precisa que, mientras en la histeria interviene un compromiso que hace suficiente una sola representación para dos opuestos, en la neurosis obsesiva los dos opuestos se satisfacen separadamente, primero uno y después el otro. El obsesivo sufre de una profunda ambivalencia entre el amor y el odio, y justamente a causa de esta ambivalencia Freud identifica el punto de fijación del obsesivo en la fase sádico-anal. Los dos sentimientos opuestos se escindieron en la infancia, y uno de ellos, por lo común el odio, se reprimió. A la represión siguió la formación reactiva, para la cual el sentimiento que apareció en la conciencia es exactamente el opuesto de aquel que subyace. De aquí que a estos pacientes los irrite la duda.

Regresando, por ahora, a un punto de vista histórico sobre el conflicto y teniendo en cuenta la evolución de la teoría de las pulsiones, se puede decir que desde 1894 a 1911, época en la que en el pensamiento de Freud domina el dualismo entre pulsiones sexuales y de auto conservación, el conflicto se debió al surgir de deseos o representaciones incompatibles, de naturaleza sexual, inaceptables para el yo a causa del afecto penoso que comportan. El yo se defiende de estas representaciones con la represión o con el aislamiento de los afectos. Los síntomas son el compromiso del conflicto entre el yo y estas representaciones.

Durante el periodo de 1911 a 1914, Freud introduce el concepto de narcisismo, que comporta un oscurecimiento en la distinción entre pulsiones sexuales y pulsiones de auto conservación, en cuanto ambas tienen en común un origen en la libido. En el caso del presidente Schreber, Freud habla del estado de narcisismo primario en el desarrollo de la libido, de la regresión a dicho estado, después del retiro de la libido del objeto y el consiguiente desconcierto en el yo.

Asi, en el caso del presidente Schreber, leemos: "Estudios recientes han dirigido nuestra atención sobre un estado del desarrollo de la libido que está a mitad de camino entre el autoerotismo y el amor objetal. A este estado le ha sido dado el nombre de narcisismo. Sucede que en el desarrollo del individuo llega un momento en el cual unifica sus pulsiones sexuales (hasta entonces comprometidas en actividades auto eróticas) para adquirir un nuevo objeto de amor: comienza a tomarse a sí mismo, al propio cuerpo, como objeto de amor. Esta fase en medio del autoerotismo y el amor objetal puede ser quizá, normalmente, inevitable, necesaria...". La dicotomía ahora está entre la libido dirigida al yo y la libido dirigida al objeto. Con esta óptica, también los delirios son el resultado de una lucha o un conflicto.

De 1915 a 1920, es el periodo en el que Freud atribuye la agresividad a las pulsiones del yo que no son de la libido. En "Pulsiones y destinos de pulsión", Freud reafirma la distinción entre pulsiones del yo y pulsiones sexuales. La agresividad es considerada una pulsión dirigida al control del mundo externo. La importancia de la agresividad esta acentuada; esto se debe al valor que Freud atribuye a la ambivalencia. Afronta, ahora, el vínculo entre amor y odio, que concibe, sin embargo, no como pulsiones sino como afectos. Escribe, en efecto, que "los términos amor y odio no son utilizables para las relaciones (de las pulsiones) con sus objetos, sino que son reservados a las relaciones del yo, en su totalidad, con los objetos". El individualiza diversos pares de opuestos, entre ellos el de amor-odio en oposición a la indiferencia. Dice que este par de opuestos se encuentra en los orígenes de la vida, en el estado del narcisismo primario, cuando solamente el self está investido, y el mundo externo para los fines de la satisfacción es indiferente. Y afirma: "El odio corresponde a la repulsión primigenia por parte del yo narcisista del mundo externo, generador de estímulos. Tal expresión de la reacción de desagrado provocada por el objeto permanece siempre en estrecha

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