“ENSAYO SOBRE LA RELACIÓN ENTRE LOS VALORES Y LA INTELIGENCIA EMOCIONAL.”

En más de una ocasión, no sabemos de la gran importancia que tienen los valores que como humanos adquirimos durante nuestra vida. Por lo tanto, el presente ensayo tiene como fin que los estudiantes universitarios hagan una reflexión sobre lo fundamental que son los valores infundidos desde el hogar, hasta las máximas escuelas de aprendizaje, como son las universidades y la vida diaria. También sobre la gran problemática que provoca la falta de estos valores, como: la desigualdad de género, el mal manejo de las emociones y la falta de paz entre nosotros.

Bien se sabe que, como seres humanos, siempre estamos adecuados a una forma de pensar proveniente de nuestros antecesores (padres y abuelos), y a lo largo de nuestra vida llegamos a tener nuevas formas de pensar por medio de las experiencias vividas o contadas. Debido a que como personas estamos en constante aprendizaje: desde niños nuestros primeros maestros son nuestros padres y ellos nos dan un punto de vista de lo bueno y lo malo, según sus criterios. Por lo mismo, lo primero que aprendemos en nuestra vida son los valores. Nuestros padres nos enseñan desde un saludo hasta un respetuoso y honesto agradecimiento; la amabilidad y solidaridad con los más necesitados; el amor y la fidelidad con nuestras familias, entre otros valores que nos enseñan nuestros padres y que son la formación ética y moral, para el mejoramiento personal, ya sea de bien o de mal.

Al ser personas con razonamiento y después de tener un poco de conocimiento, se obtiene una cualidad a la que llamamos “criterio”, cualidad que nos da la capacidad de rechazar o recibir los conocimientos que, a nuestro interés, nos sirve o servirá en algún momento de nuestra vida.

Por tal motivo, la universidad se convierte en otra parte fundamental de nuestra educación, debido a que lo que aprendemos ahí, percibimos diferentes conocimientos, según el criterio de cada maestro y según las experiencias vividas y los conocimientos obtenidos por cada uno de ellos, mediante ellos tenemos otra perspectiva de la realidad, los que nos lleva a tener un nuevo criterio de la realidad con nosotros y con la sociedad.

Es cierto que no siempre estos conocimientos nos transmiten cosas buenas, porque cada persona fue criada de una manera diferente. Por ello, es ahí donde debemos entrenar nuestra conciencia para diferenciar los conocimientos buenos de los malos.

En la actualidad, el estudiante universitario es llevado por el sistema, parece no comprender en todo su significado su propia condición, también desconoce gran parte de sus responsabilidades, que solo le permite ir en busca de lo “más fácil”, y muchas veces olvida el conocerse a sí mismo y al mundo que lo rodea. En algunos casos, el estudiante tiene la errónea idea de que sus apuntes sólo sirven para estudiar y aprobar.

Ahora bien, ¿qué valores debemos tener como universitarios? Son muchas, pero tan solo les nombraré 5 valores que, a mi parecer, son esenciales tanto en el campo estudiantil como en el laboral:

1.- Respeto. Como universitarios debemos aceptar la individualidad de los demás y acatar las normas y políticas institucionales.

2.- Honestidad. Hablar y actuar con la verdad siempre y en todo lugar.

3.- Lealtad. Desempeñarnos fiel a las políticas institucionales con entrega y apoyo incondicional en el rol que nos corresponda.

4.- Compromiso. Invertir nuestras capacidades y recursos para cumplir todo lo que se nos confía.

5.- Disciplina. Actuar de manera ordenada, conforme a los lineamientos y normas que nos rigen.

Mediante estos 5 valores podemos superarnos como universitarios durante nuestra carrera y a lo largo de nuestra vida. (Banderas.)

Según Dietrich von Hildebrand, Doctor en Filosofía (1911): “el respeto puede ser considerada como madre de todas las virtudes, pues constituye la actitud fundamental que presuponen todas ellas. La falta de respeto es la fuente principal de errores filosóficos. Si es un fundamento necesario para cualquier conocimiento auténtico y adecuado, es aún más indispensable para una captación y comprensión de los valores”.

Y estoy de acuerdo con él, ya que a aquella persona que demuestra respeto hacia a los demás se le abre el mundo sublime de los valores. Porque con el respeto demuestras que fuiste criado de forma excelente. Mediante el respeto demuestras disciplina, sabiduría al callar y dejar hablar a los demás.

También Hildebrand (1911) nos dice que el individuo que se acerca a lo existente sin respeto, con una actitud de superioridad insolente, presuntuosa, o bien, tratándola de una manera superficial y sin tacto, se convierte en una persona ciega para la comprensión y entendimiento adecuados de la profundidad y de los secretos de lo existente y, sobre todo, para una percepción real de los valores.

Sin respeto, para la gente no tienes ninguna clase de valor. Ahora bien, ¿qué nos impide en estos tiempos desarrollar el valor del respeto? Acabo de analizar que la falta de respeto de los jóvenes comienza a partir de la pubertad y en la mentalidad de la época en que estamos.

Hildebrand (1911) nos dice que entre los 15-18 años tenemos el peligro de incurrir en una actitud que pudiéramos denominar histeria de la independencia y, ante todo, desea imponerse al otro con su superioridad y con su independencia. Y es cierto, nosotros queremos jugar el papel del “hombre independiente”, del que todo lo adivina, del que está por encima de todo lo demás, el que nunca se equivoca, el que siente que no necesita la ayuda ni de sus mismos padres. Y al final de cuentas resulta ser todo lo contrario, cuando más seguros nos sentimos es cuando más inseguros estamos de la realidad.

Otro aspecto es que queremos copiar la actitud de otras personas, la actitud de aquellos hombres que discriminadamente quieren imponer virilidad, independencia y seguridad.

Y otro principal inconveniente es la tendencia hacia la falta de respeto propia de la mentalidad de nuestra época. El hombre se resiste a considerar de forma respetuosa los grandes bienes como el matrimonio, los hijos y su propia vida. El hombre moderno se considera como alguien superior, tanto así, que a la mujer la considera un ser que no sirve más que para estar en el hogar.

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