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El Cambio. VIDA DEL DOCTOR AGUILAR


Enviado por   •  2 de Febrero de 2017  •  Tareas  •  9.748 Palabras (39 Páginas)  •  264 Visitas

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INTRODUCCIÓN

Aproximadamente 7 de la noche en uno de los centros de convenciones más prestigiosos de Quito se encuentra un conferencista que desea promulgar una pequeña obra que según argumenta, puede cambiarle la vida hasta la persona más necia y obstinada a dicha transfiguración.

Las luces del “Grand Plaza” mostraban la índole del evento, flores que adornaban los grandes pasillos de mármol, decoraciones extravagantes dignas de gente de tal poderío económico, los acabados en las escaleras, alfombras persas, cortinas de ceda bordadas a mano, ni hablar de los deliciosos manjares que son servidos por hermosas mujeres en bandejas de plata con bordes de oro y el delicioso licor servido en fino cristal, seguramente una tremenda inversión; cuando se pudo escuchar la citación a la sala principal donde en pocos minutos entraría en escena el conferencista tan esperado.

El público se mantenía a la expectativa cuando por fin con una música algo suave pero que denotaba altibajos para captar a todo oyente de la sala, dio inicio con el evento:

“Señoras y señores, es un honor presentarles a uno de los más nombrados en los últimos tiempos sobre tesis psicológicas, como el condicionamiento cerebral, neuroplasticidad nerviosa y su ayuda en adquisición de nuevos conocimientos, neurotransmisores que contrarrestan la ansiedad y sin número de publicaciones más, graduado en la universidad de Ashford, con un doctorado en la universidad Católica de Chile, y varios diplomados en universidades importantes como la de Albania y Viena, actualmente docente en la Facultad de Psicología de la Universidad Católica del Ecuador y un formidable conferencista catalogado como uno de los mejores motivadores en nuestro país, siendo tal reconocimiento, el precursor de ser invitado a varias sedes en Latinoamérica y el mundo, les presento a Juan Carlos Aguilar.”

El público en seguida se puso de pie para dar una gran ovación a dicha eminencia, la cual duró como 2 minutos, mientras el hombre de esta historia se encuentra a un lado del escenario, al parecer esperando que se aquiete un poco la multitud.

…espera no subas esta vez al escenario conmigo, sin trampas, quiero esta vez contar como pasó todo, y por primera vez hablar por mi sólo…

El público de a poco fue calmando sus ansias, pero Juan Carlos se mantenía en un dialogo con otra persona antes de salir.

VIDA DEL DOCTOR AGUILAR

Juan Carlos es profesor de la Universidad Católica del Ecuador, su carácter fuerte ha desarrollo un muro para con otros de sus colegas y gente a su alrededor, él no siempre fue así, él tenía una esposa y una hija, las cuales se fueron de su vida por errores que él cometió.

Tiene 38 años actualmente, su hija de nombre Melinda desapareció a los 15 años sin dejar más rastro que una carta del repudio hacia él.

Juan Carlos es una persona atlética que gusta del tenis, es de una contextura alta y fuerte torneada por asistir a gimnasios de la ciudad y a los 34 años de edad tenía una hermosa esposa llamada Martha, delgada, carismática y una sonrisa que siempre irradiaba vida; su hija de 13 años, toda una señorita con rasgos muy delicados como los de su madre; parecía que su vida iba de lo mejor, ya llevaba un año dando clases en la Católica y tenía una propuesta de ya no se profesor hora-clase, sino más bien ser docente de planta de la Facultad.

El provenir de una familia pudiente le ayudó mucho a su propósito de adquirir una pequeña propiedad en la González Suárez, y un departamento cerca de la Shyris cuando su trabajo como psicólogo en la Contraloría o el ser docente lo demandaba a extenuantes horas de arduo trabajo.

A veces Melinda y Martha dormían en el departamento para darle un poco de calor familiar y por supuesto apoyo, pero lo que más alegraba y le alentaba a seguir esforzándose eran las medallas de ajedrez y premios de poesía que ostentaba su hija.

Los 35 sin duda fue una edad y etapa muy difícil, a Martha le habían diagnosticado un cáncer terminal a los pulmones, producto de la recaída que tuvo con el cigarrillo al no ver la mayoría del tiempo a su esposo, a quien desde joven había amado con gran fervor y siempre le dedicaba dulces poesías. Lamentablemente al final de sus días Martha no había escrito mucho, más sólo, pequeñas estrofas de lo sola que se sentía, del poco tiempo que su esposo le estaba dedicando, pero nunca se pronunció por admirarlo de cómo se esforzaba para mantenerlas cómodas y “felices”.

“… sentir que tus labios no rozan mi piel es lo que más me duele,

y el maldito sin sabor de que tu no vendrás, mis labios susurran la palabra vuelve, y mis días solo pasan, aunque te espero ya… Mi alma obscurecida y abnegada sin salida, sollozos mis ojos solo piden verte, yo sé que eres tu él quien nos cuida, pero no me prives del poder quererte… ”

Martha comenzó a enseñarle lo bello de la poesía a su hija, pasaron mucho tiempo juntas, pero al final de sus días, ella imploraba por quedar en soledad, no podía permitir que Melinda la vea postrada en su cama sin ánimos, sin energía.

Juan Carlos pensó en dejar la docencia o su trabajo en la Contraloría, pero necesitaban ese dinero para pagar las caras sesiones de quimioterapia, a parte no podía arriesgar lo que había alcanzado, se sentía muy frustrado, no estaba concentrado en ningún lado, tuvo varias llamadas de atención y Martha no quería ser vista ni tocada, la trasladaron al hospital Vozandes donde varias noches Juan Carlos en una silla fría sollozaba hasta ver a Martha dormir y se trasladaba exhausto a su departamento; Melinda por su parte, se quedaba con Darío, un amigo de mucha confianza de Juan Carlos, con el conllevaban una amistad de varios años y solían practicar el tenis, Darío era algo mujeriego y siempre presumía fotos de las chicas que podía conquistar, pese a su relación con una compañera de trabajo llama Karla en el CIESPAL pero por insistencia de Martha pidió que se quede con su hija en la casa de la González Suárez, por tranquilidad y confort.

Los días transcurrieron, Juan Carlos parecía más calmado pero con un gran dolor en el pecho que muchas veces lo dejaban sin aliento, esperaba que Melinda se duerma para pasar por Darío a servirse unos tragos; esas salidas se convirtieron en rutina, parecía que el único refugio que tenía Juan Carlos eran los efímeros vasos de alcohol y así fue cuando nació otra persona en él; alguien que dejó de importarle el resto, ya no abrazaba a su hija, no saludaba con sus colegas, maldecía a todo aquel que siquiera mencionará algo sobre la salud de su esposa, se convirtió en un terco, hostil, parecía que el complicarles el semestre a sus alumnos en la facultad lo nutría, se sentía fuerte, ya no quería parecerse a ese pusilánime que lloraba las 24 horas día, ya no más.

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