El Enfermo Mental
sabinagm8625 de Mayo de 2014
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La historia nos da a conocer cómo los cambios que se han producido en la sociedad, en la política, en la economía, en los ideales de educación, etc., han influido en el entendimiento y cuidado hacia las personas con deficiencias.
Remontándonos a la Edad Media la asistencia que recibían las personas con deficiencias contaba con muy pocos recursos. Partimos de hospitales, rurales o de ciudad con carácter caritativo y religioso, que aunque contaban con una asistencia de enfermería, primaba el carácter espiritual.
Los factores sociales (como actitudes de rechazo y temor), políticos y sobre todo económicos (mucha población pobre) dieron lugar al surgimiento de estas instituciones como medio para apartar a estos “locos” de las calles y que no hagan daño al resto.
Es notable el fuerte poder de la Iglesia en todo tipo de cuestiones, por ello que se emplee el nombre de Hospitales de Inocentes y que el primer hospital para enfermos mentales lo fundara un religioso (Fray Juan Gilabert Jofré, Valencia 1910). Por tanto, la Iglesia era la que solventaba una gran necesidad social, sin tener en cuenta el trato “no social” que en ellas recibían los enfermos mentales. Se les obligaba a trabajar, como medida de alejamiento hacia la ociosidad, y eran castigados (azotados, atados, encerrados) si tenían mal comportamiento.
Estos trabajos y este encierro, aunque no se refleje en el artículo, aportarían su granito de arena al surgimiento económico que experimento la ciudad; tanto en la aportación de la actividad comercial, como en el orden y tranquilidad en las calles al estar los “locos” encerrados.
A partir de aquí surgieron más instituciones con las mismas características, Sevilla, Toledo, Valladolid, creadas en edificios propios de la Iglesia y, llegando al punto incluso a crear salas en los hospitales ya existentes, con áreas específicas para los dementes.
Nos situamos a finales del s. XV al S. XVII, la población culturalmente con niveles bajos, continuaba otorgando prioridad a sanadores, curanderos y divinidades frente a médicos o enfermeros, pues los avances científicos de la época no eran muy fructíferos.
Se va creando un entorno que promueve la atención asistencial (cubrir las necesidades básicas), aunque con poco personal cualificado, y un pequeño acercamiento al resto de ciudadanos, pues estos hospitales se encontraban en las principales ciudades.
Debido al creciente número de pacientes se hace necesario un sistema de registro y control, con funcionarios con labores específicas.
A partir del s. XVIII, el resurgimiento de la sociedad española conlleva una pérdida de poder de la Iglesia frente al mando de las instituciones y pasan al poder público. A menos de mejorar la situación, los dementes empezarían una época de aislamiento y “mano dura”. Alcaldes y autoridades decidían sobre el ingreso, para así mantener las calles sin violencia con unas políticas policiales y cambios en las administraciones. La locura acarreaba alteraciones morales, por lo tanto había que moralizar al individuo.
En el s. XIX, gracias al médico Philippe Pinel, se propuso un cambio ante esta situación. Debía hacerse una clasificación de los enfermos, no podía tenerse a delincuentes y enfermos con distintas deficiencias hacinados en los mismos centro y recibiendo los mismos tratos.
Se crean centros que ofrecen un trato más humano, asistencial y con personal cualificado, pero la necesidad de amplias instalaciones y la falta de recursos hace que este sistema moral- terapéutico no se asiente en nuestro país. También que esta atención pueda recibirse si se tienen recursos económicos.
Pese a ello se crea la Escuela Nacional de Sanidad y la Escuela de Psiquiatría, se crean normativas con respecto a la profesionalidad del personal sanitario y decretos que regulaban los internamientos psiquiátricos
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