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El Negocio Familiar


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2014  •  1.511 Palabras (7 Páginas)  •  326 Visitas

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El negocio familiar

Mi familia siempre ha vivido de hacer café; somos gente de campo, de tierras altas, de clima húmedo y de manejar por carreteras construidas hace bastante años, que gustan de abrazar altos cerros a los que las nubes pareciera que se les han dejado caer encima, para luego esparcir su blancura por el campo y convertirse en espesa neblina; que dependiendo de la ocasión puede llegar a transformar la finca en un lugar bastante mágico… o bastante melancólico.

Últimamente la finca era un lugar melancólico; “La encantada” –como le puso mi abuelo, había comenzado a perder su encanto, a ir en decadencia. Si bien cuando mi abuelo era joven, dicen que no había finca que se le comparara, ni señor cafetalero al que le compraran más, aquellos tiempos parecían más leyendas que sucesos pasados.

La cosecha era buena, y la finca bastante grande… Y también en el pueblo, todos nos conocían, éramos una familia que había vivido, crecido y hecho su vida en Villas de Mercedes (el nombre de mi pueblo), desde siempre. No había quién no le diera los buenos días a mi abuelo, ni quién no supiera a lo que se dedicaba; al café.

Comencé a preocuparme; tal vez se debía a que había más competencia, a que el nombre era poco llamativo, a que no había una carretera importante que pasara lo suficientemente cerca de Villas de Mercedes, o a que había más súper mercados… o a que habían llegado aquellos OXXOs a casi casi regalar el café, de manera instantánea: como todo lo que a la gente le gusta en estos tiempos, prefiriendo muchas veces rapidez a calidad; pues estamos en la era del mínimo esfuerzo.

Pero ninguna de esas explicaciones me satisfacía del todo… No me hacían feliz, ni me terminaban de convencer. Y yo, siendo la más joven de la familia, a pesar de ser chica de pueblo, tenía conocimiento de que existía gente cuya función es asesorarte en éste tipo de cosas, gente que dedica su vida al Coaching –que es algo así como asesorar a las personas a hacer las cosas de mejor manera, con una meta y siguiendo una serie de pasos o “reglas”, gente que conoce como se juega el juego y le pagas para que te enseñe.

No teníamos mucho más que perder… sí esto seguía así; a La Encantada, se le iba a tener que seguir inyectando dinero que parecía no dar frutos; y la familia iba a terminar vendiéndola, o buscando algo más a que dedicarse.

Pero ¿Qué más íbamos a hacer? ¿Qué más sabíamos hacer? Ser cafetaleros para nosotros era parte de nuestra identidad; era algo que habíamos hecho desde siempre, algo que disfrutábamos hacer.

No podíamos rendirnos tan fácil, pero tampoco se trataba de tronarnos los dedos para hacer rendir el dinero. Había que tomar una decisión…

Yo tenía un guardadito. De esas veces en que juntas y juntas dinero y pues, porque sabes que en algún momento para algo te va a servir, se va a ocupar o lo vas a necesitar.

Estuve cerca de dos semanas pensando en sí inyectarle ese dinero a la finca… o buscar a una persona que se dedicara a eso del Coaching… y pues, finalmente me decidí por lo último; aunque en un principio no sabía si eso era una buena decisión y por otro lado ¿Qué podía saber del café esa persona que no supiéramos ya nosotros?

Conseguí su número y le marqué; quería una asesoría rápida y ya… que no costara tanto, para que quedara un poco de dinero.

No sé si desde el principio olio mis prisas, mi inseguridad o mi falta de confianza. Pero desde el principio me dijo; –Creo que aún no es momento de hablar del dinero, me gustaría primero conocer bien la situación.

Por eso… –le contesté –Yo le voy a platicar de cómo están las cosas para que usted me diga que hacer y cuanto cuesta y así.

Muchas gracias –su voz era pausada, su acento como de gente de ciudad, de gente más preparada que uno –Pero en mi profesión, es irresponsable ejercer sin conocer realmente la situación, no basta con que nos platiquen, porque hay muchísimos factores que tomar en cuenta.

Pero el problema es el dinero –le dije sin rodeos.

Hablemos de eso después, dígame… ¿Me permitiría visitar La Encantada? –me preguntó sin más.

Dije que sí y luego una persona, que creo debió ser su secretaria, comenzó

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