El cambio de juego

El cambio de juego

Marcos era un joven talentoso que soñaba con ser un gran jugador de fútbol. Desde pequeño, se destacaba por su velocidad, su regate y su capacidad para anotar goles. Jugaba en el equipo de su escuela y en un club local, donde era el capitán y el máximo goleador. Todos lo admiraban y le auguraban un futuro brillante en el deporte rey.

Sin embargo, un día todo cambió. Marcos sufrió una grave lesión en la rodilla durante un partido, que lo obligó a pasar por el quirófano y a estar varios meses en rehabilitación. Los médicos le dijeron que no podría volver a jugar al fútbol al mismo nivel que antes, y que tendría que buscar otra actividad física menos exigente para su articulación.

Marcos se sintió devastado. El fútbol era su pasión, su vida, su identidad. No podía imaginar un futuro sin él. Se deprimió y se aisló de sus amigos y familiares, que intentaban animarlo y apoyarlo. Se negó a probar otros deportes, pues los consideraba inferiores o aburridos. Se resignó a vivir una vida gris y sin sentido.

Un día, su hermano mayor, Luis, lo invitó a acompañarlo a ver un partido de rugby. Luis era un fanático de ese deporte, que practicaba desde hacía años en un equipo amateur. Marcos se negó al principio, pues pensaba que el rugby era un deporte violento, sucio y para brutos. Pero Luis insistió tanto que al final Marcos aceptó, solo para que lo dejara en paz.

Cuando llegaron al campo, Marcos se sorprendió al ver la cantidad de gente que había. Había familias enteras, niños, jóvenes, adultos, ancianos, todos vestidos con los colores de sus equipos favoritos. Se respiraba un ambiente de fiesta, de alegría, de camaradería. Marcos se sintió extrañamente atraído por ese ambiente.

El partido empezó y Marcos se quedó boquiabierto. El rugby era mucho más que un deporte de contacto. Era un deporte de estrategia, de habilidad, de inteligencia. Los jugadores se pasaban la pelota con las manos, corrían, esquivaban, placaban, pateaban, formaban melés, touches, rucks, mauls. Marcos no entendía todas las reglas, pero le fascinaba la dinámica del juego. Además, se dio cuenta de que el rugby era un deporte de respeto, de fair play, de valores. Los jugadores se saludaban al final del partido, se felicitaban, se abrazaban. No había insultos, ni peleas, ni protestas. El árbitro era el único que podía hablar con los capitanes, y los demás acataban sus decisiones sin rechistar.

Marcos se sintió conmovido por ese deporte. Se dio cuenta de que el rugby era un deporte que podía practicar, pues no requería de una gran habilidad con los pies, sino con las manos. Además, el rugby era un deporte que le podía ofrecer lo que el fútbol le había quitado: una pasión, una vida, una identidad.

Al terminar el partido, Marcos le dijo a Luis que quería probar el rugby. Luis se alegró mucho y lo llevó al entrenamiento de su equipo. Allí, Marcos conoció a sus nuevos compañeros, que lo recibieron con los brazos abiertos. Le enseñaron las reglas, las técnicas, las posiciones. Marcos se adaptó rápidamente y demostró tener un gran potencial. Su velocidad, su regate y su capacidad para anotar le sirvieron para destacar como wing, la posición más ofensiva del rugby.

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