El juego en la infancia actual.

El juego en la infancia actual.

El juego es una actividad creativa natural en la cual no se requiere de un aprendizaje anticipado. Es una actividad que se presenta tanto en el ser humano como en los animales, el juego es por lo tanto, una función necesaria y vital.

Jugar es, para un niño, la mejor manera de aprender, sobre todo durante los primeros años, ya que en el juego está la base de lo que más tarde le va a permitir mayores conocimientos y aprendizajes más elaborados (Moreno, 2005).

        Según Chateau (1979, como se citó en Moreno, 2005), el juego es el elemento de equilibrio psicológico del niño, al afianzar las bases de la personalidad. Por lo tanto, los juegos en los que los niños participan con sus iguales, los preparan para distintos aspectos de su desarrollo psicomotor, social, afectivo-emocional, cognitivo y conductual.

En esta línea, Piaget (1979, como se citó en Moreno, 2005) destaca que el niño comienza empleando como juguete su propio cuerpo. Poco a poco va descubriendo sus posibilidades de movimiento. Después manipula y explora los distintos objetos que tiene a su alcance y manifiesta cómo se siente de forma espontánea. En este sentido, la estimulación sensorial y motriz es fundamental. Cuando el niño tiene entre tres y siete años, aparece el juego simbólico, la fase culminante del juego infantil; el niño va adquiriendo la capacidad de representación y su juego va evolucionando.

En el juego de «hacer como sí...», el niño pasa a compartir el juego con sus iguales guiado con unas determinadas reglas, que regulan el funcionamiento del grupo y va aprendiendo al mismo tiempo a compartir y respetar a los demás. Así, mediante el juego se estimula la expresión en cualquiera de sus formas; por ejemplo, en el juego simbólico se favorece la comunicación con sus iguales y con el adulto. La interacción del niño con su medio aprende a coordinar las acciones con las de los otros, asimila situaciones nuevas, organiza sus impresiones, planifica y tiene en cuenta los medios que necesita para conseguir sus fines, ya que utiliza de forma espontánea los objetos con intenciones diversas y fantaseadas.

Al principio del juego se realiza un ritual de entrada, se establecen unas normas, que se interpretan no como límites, sino como unas reglas, que hay que tener en cuenta a la hora de jugar, que son necesarias para la solución de conflictos, ayudan a aceptar que todos los componentes del grupo son iguales y a comprender que no siempre se puede ganar o satisfacer los deseos individuales. Así, de alguna manera el niño va interiorizando las pautas de convivencia, decisivas para su funcionamiento en el grupo de iguales.

De acuerdo con Moreno (2005) el juego en los niños, favorece la percepción, el tono muscular, así como la confianza en el manejo de su cuerpo, el desarrollo de las facultades intelectuales (observación y atención); la adquisición de hábitos sociales, los cuidados de sí mismo, ayudándole, todo lo anterior, a afianzar su yo y a demostrar su poder y autonomía.

        Según Osterrieth (1979, como se citó en Moreno, 2005), el niño no sólo adquiere una mayor dominio motor, también, adquiere confianza en sus recursos, base indispensable de su autonomía y del sentimiento del propio valor, que tanto va a necesitar para afrontar los desafíos que le presenta su crecimiento.

El juego simbólico es propio de la etapa pre-operacional, este consiste en simular situaciones, objetos y personajes que no están presentes en el momento, a través de éste los niños pueden comprender y asimilar el mundo que los rodea, aprender y poner en práctica conocimientos sobre los roles establecidos en la sociedad adulta, desarrollar el lenguaje, como resultado de que los niños verbalizan constantemente sus acciones mientras las realizan, sin importar si están solos o acompañados, además de que favorecen la imaginación y la creatividad (Piaget, 1979 como se citó  en Ruiz & Molina, 2011).  

El juego simbólico se presenta a partir de los 4 años edad en la cual los niños pueden sustituir plenamente los objetos y planificar el juego. En esta etapa los niños por medio del juego interpretan temas más profundos como la muerte, el amor, la amistad, el odio, a esta edad los niños interactúan verbalmente y entablan escenas de juego sin que sea necesaria la presencia de los objetos a los que están haciendo alusión, los niños pueden jugar múltiples roles, expresando diferentes emociones que los personajes que interpretan puedan tener, la interacción entre iguales se convierte en un juego cooperativo en el que se integran acciones y roles.

Gran parte del contenido y significado del juego infantil está constituido por las actividades lúdicas en las que el niño representa algún papel e imita aquel aspecto más significativo de las actividades adultas y de su contacto con ellas. La evolución del niño y el juego está condicionada por el medio en el que se desenvuelva, el cual va a mediar el desarrollo de las habilidades y destrezas.

El jugar es motivado por los intereses personales o impulsos expresivos. El juego natural incluye todo el rango de habilidades de movimientos, las normas o reglas son autodefinidas, la actividad es espontánea e individual. Es en parte un reflejo del entorno que rodea al individuo; una actividad necesaria, ya que contribuye al desarrollo integral del infante.

Desde nuestra perspectiva es importante conocer a qué juegan los niños ya que nos permitirá comprender el desarrollo actual por el que atraviesan los infantes. Las demandas sociales se han transformado con la incorporación de la tecnología en los últimos años, exponiendo a los infantes a situaciones que requieren nuevas habilidades, por lo que se puede suponer que la presencia de ésta nueva tecnología ha cambiado la manera de entender y representar el juego en los niños.

Desde la perspectiva histórico-cultural el juego es considerado como el primer acercamiento del niño con su medio social, entenderlo nos permitirá acercarnos a la percepción que tiene el niño de su realidad.

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