Ensayos De Calidad: Pedagogico
omega0118546 de Febrero de 2012
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MITOS Y DESMITIFICACIONES DEL MODELO
SISTÉMICO
Por Marcelo R. Ceberio
Cuando se intenta describir a la psicoterapia sistémica, bien puede ser
caracterizada por su gran efectividad en la producción de cambios en tiempo breve.
Tal es así, que muchos de los textos que se han constituido en baluartes de la teoría y
de la práctica, llevan la palabra cambio en sus portadas. De la misma manera, se ha
buscado la sinonimia entre la palabra crisis significándola como cambio y,
paralelamente, redefinir el sentido pecaminoso que este término lleva montado sobre
sí.
A cualquiera que se encuentre enraizado con el modelo sistémico,
seguramente le resultará familiar esta introducción. Más aún, recordará textos como
Cambio (1976), La táctica del cambio (1994), El lenguaje del cambio (1980), Estética
del cambio (1987), El arte del cambio (1992), Clínica del cambio (1990), entre otros.
Libros, principalmente los primeros, que han signado un camino en la evolución del
pensamiento sistémico. Pero, en relación a la psicoterapia sistémica, existen una serie
de conceptualizaciones que han creado y recreado la estructura del modelo. Muchas
de ellas han colaborado en definirlo y muchas otras en desvirtuarlo. Es decir, algunas
de las características que describen al modelo, no hacen más que introducirlo en
categorías que se alejan de lo que en realidad desarrolla en la práctica concreta y
esto, se constituye en caldo de cultivo de críticas de otros modelos.
MITOS Y DESMITIFICACIONES 1
Una de las críticas más descalificantes, principalmente de los círculos
psicoanalíticos más acérrimos, consiste en reducir a la psicoterapia sistémica a un
manojo de técnicas comunicacionales, algunas de las cuales, son blanco de
ridiculizaciones como las intervenciones o prescripciones paradojales. Estas técnicas,
que por sus efectos resultan casi mágicas, a propósito, son tildadas de soluciones
sintomáticas y como tales temporáneas para, por fin, el síntoma aparecer tiempo
después ya sea bajo la misma funda o transformándose en otro tipo de conducta
anómala, como más adelante especificaremos.
El problema, no solo radica en la ignorancia de otras corrientes terapéuticas
acerca de los fundamentos epistemológicos del modelo sistémico, sino de quedarse
varados en la variable epistemológica clásica de la linealidad y enmarcar
absolutamente cualquier maniobra terapéutica sistémica en tal perspectiva. Opinar desde el desconocimiento, lleva a adjudicar la invalidación de la táctica sin apelar a
avales que justifiquen adecuadamente la crítica. Entre otras cosas, para entender las
intervenciones o prescripciones paradojales, hace falta entender una parte de la
indagación sistémica que se remite a los intentos de solución del problema, por tanto,
indagar no la esfera de lo intrapsíquico sino el contexto y las interacciones. Una
inversión de 180 grados de la solución empleada, implica caminar por el territorio de lo
absurdo e ilógico, aunque poco de estos adjetivos tiene, ya que resulta lógico que si la
aplicación de la lógica racional no resultó efectiva, se aplique lo contrario.
Entender la aplicación de tareas de cualquier tipo, no consiste en reducirlas a
consejos banales, tal cual podrían ser ofrecidos por un amigo o un familiar del
paciente. Las tareas están dirigidas a obturar soluciones intentadas convencionales y
en gran medida condenadas al fracaso, colocando en su lugar acciones
verdaderamente correctoras ya sea por efecto negentrópico ya sea por entropía. Para
dar una opinión fundamentada acerca de este recurso, es necesario ingresar en el
territorio de las interacciones y aceptar, convencerse, en fin, creer, que la pragmática
de la comunicación humana es una de las claves del cambio.
Es cierto que cuando se tilda de mágicas a estas maniobras, nada mas alejado
de la magia cuando se conoce La teoría de los tipos lógicos o la Teoría General de los
sistemas o la Cibernética.
La misma crítica descalificante recibe la connotación positiva, como
simplemente una edulcoración en el vínculo terapéutico o -en el peor de los casos- la
tentativa de seducción hacia el paciente. Se desconoce así, la pura cepa de la
redefinición que reformula la atribución de significados por sobre el síntoma, el
problema o la situación, cambiando de categorización el contenido, lo que implica una
profunda redefinición cognitiva. Aunque también, existen otras connotaciones más
superficiales que ayudan a valorizar al paciente. Por ejemplo, cuando el terapeuta lo
apoya en sus esfuerzos por asistir a la consulta y desear salir del problema en que se
encuentra. En síntesis, lo que se intenta valorar son sus ganas de crecer y progresar
en la vida. Sea cual fuere el nivel de la connotación, se constituye en una útil
herramienta técnica que estimula el proceso terapéutico.
Resulta hasta cómico, cuando el desconocimiento llega a tal punto que
aventura que si simplemente con el hecho de contar cuentos, historias, fábulas, no
resulta una forma infantil de concebir el tratamiento del paciente. Puede, inclusive,
rotularse de contaminante si las historias son personales o de otros pacientes (aunque
sean inventadas o reales manteniendo en anonimato al protagonista). Estas ligeras
opiniones, no conocen los fundamentos ericksonianos y el uso de analogías como vía
indirecta de introducción de información. Además, de que el contar cuentos es un arte que lleva sus dificultades, ya que exige formación en literatura, teatro, expresión
corporal, entre otras disciplinas.
Otra de las críticas hacia el modelo, se centran en acusar la actitud del
terapeuta sistémico de demasiado preguntón e intervencionista. Esta crítica se
fundamenta en la comparación con los modelos clásicos que, en nombre de la
neutralidad, participan lo menos posible, limitándose a escuchar y dejando el discurso
del paciente a la libre asociación.
Más allá de las disputas de poder que se enfundan en las teorías y en los
saberes adquiridos, disputas que defienden a ultranza monopolios de verdad y la
consecuente efectividad, cabe pensar qué hacemos los sistémicos para sostener
estas críticas. En principio, el modelo se caracterizó (desde sus inicios) por su veta
pragmática, tanto en las intervenciones como en las prescripciones, la focalización del
problema y el aprendizaje pragmático a través de sesiones en vivo con supervisión
directa (detrás del espejo unidireccional), sesiones en vídeo, familias simuladas y
observación de los estudiantes detrás de la cámara Gessel. Pero, también, con ánimo
de identificar el perfil de personalidad de los terapeutas sistémicos, podría inferirse su
veta práctica en sus vidas cotidianas, de allí que elijan un modelo de se delimita en
esta característica.
En numerosas ocasiones, este exacerbado interés y centralización en la
práctica opera en desmedro de la teoría. Este fenómeno se observa con claridad en
relación a la bibliografía de Terapia familiar. Si algo describe a los textos sistémicos
clásicos, son las escasas páginas destinadas al desarrollo de la teoría y las muchas
páginas en donde se transcriben y analizan seguimientos de casos clínicos. Si bien, es
imposible generalizar, idéntica es la actitud que toman los docentes en esta
especialidad. En las clases abunda el material clínico, las maniobras terapéuticas, las
técnicas, etc., en desmedro de la teoría que las avala. Estos elementos,
conjuntamente, llevan a que se reduzca el modelo al tecnicismo y se le adjudique el
mote de poco profundo.
Es importante especificar qué es lo que se quiere decir con profundidad de un
modelo, ya que tildarlo de más o menos profundo, pone en juego disquisiciones de
corte epistemológico. Las personas hablan de profundidad en función de una
exploración diacrónica y lineal, es decir, analizando experiencias infantiles con el
objetivo de buscar causas de producción sintomática en el pasado. Esta minuciosidad
en la indagación que, por otra parte, es una propiedad del método analítico, se halla
asociada a lo que llaman profundo y, por contraposición, se atribuye el mote de
superficial (que trabaja con el aquí y ahora del paciente) a cualquier modelo que no
siga esta variable. Pero, toda postura denuncia la epistemología clásica desde donde se elabora
la crítica. Si se intenta evaluar un modelo sistémico desde una concepción lineal del
conocimiento, se parte de un error epistemológico. Desde esta posición, es rotulada
de superficial cualquier tipo de terapia que no aluda a esta categoría de exploración y
análisis.
Hay dos metáforas que ejemplifican claramente tal disquisición. La primera es
la del pozo: hay que cavar muy profundo para encontrar la causa, no se trata de
quedarse en la superficie reacondicionando el
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