Estadio Del Espejo Y Nombre Propio
myfer181813 de Junio de 2014
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Alumna: María Fernanda Podestá, Matricula: 24692786. Seminario Clinica Con Las Identificaciones
ESTADIO DEL ESPEJO Y EL NOMBRE PROPIO
Para comprender la relación entre el nombre propio y el estadio del espejo hay que tener en cuenta la relación entre la identificación y la transferencia, ya que en esta ultima se juega la relación con la identificación con el nombre del padre y la identificación narcisista (el Moi) y esa misma transferencia es la que se repetirá entre el nombre del analista y el nombre propio.
Lacan dice que en el estadio del espejo es el nuevo acto psíquico del que hablaba Freud en “Introducción al narcisismo” y que en ese mismo acto el infante se reconoce en la imagen del espejo y por lo tanto, el narcisismo no puede ser planteado como un estadio o una fase sin la presencia de otro, mas bien lo contrario, el otro es la condición de su constitución. El narcisismo implica ineludiblemente un compromiso libidinal con el otro (que es su yo) en termino de amor-agresividad. “Por lo tanto, el narcisismo del yo es siempre narcisismo secundario, lo sustraído a los objetos de la pulsión.” Pero Lacan también menciona que en ese reconocimiento de la imagen hay una precipitación e insuficiencia “pero esta precipitación del niño no se da porque si, hace falta algo para que cristalice ese algo y es la matriz simbólica”. No es tanto verse en el espejo como el hecho de que el ver esa imagen este sostenida por la imagen del otro, que es la madre. Hablamos entonces del yo como surgiendo de esa precipitación hacia la imagen, en la cual el niño se reconoce como otro, otro semejante y se adhiere a la misma. Transformación vía identificación que se produce en el niño alienándolo. El yo desconoce que su origen surge de una dialéctica identificatoria en la que el yo será siempre otro y que no habrá nunca identidad, como la imagen del espejo es tomada como otro y no como un yo, produce agresividad y aparecería la historia imaginaria del Moi, que en el registro de lo imaginario le da al sujeto su ilusión de completud , ya que el yo tiene huecos, vacíos y en esto aparecerá ocupando el lugar del Moi el nombre propio, que es un código y sin embargo, se presenta como un significante. El nombre propio es aquel que no remite más que al nombre propio, cuya formación es la de designar al individuo, no como individuo sino como alguien que puede faltar o desaparecer: hecho para obturar los agujeros y dar apariencias falsas de sutura, el nombre propio sugiere al mismo tiempo el nivel radical de la carencia. Pero el nombre propio al sujeto le permite engañarse ya que aparece como un falo imaginario, gracias al rasgo unario que el sujeto toma del objeto (el I (a) del espejo) y esto es posible porque puede ser sostenido metafóricamente por la botella de Klein, en ella el macrocosmo esta en una relación de continuidad con el microcosmo, es decir, el sujeto con su nombre propio esta en relación con el otro diferente y con el otro semejante, que es su si mismo.
El nombre propio es una metáfora y una metonimia, porque hay condensación de significación y desplazamiento de sentido, por lo que, a través de estos el Moi se diferencia del “yo” y este ultimo es una suma de identificaciones de rasgos unarios de objetos, es decir, en esa proyección de superficie que es el “yo”, se ha ido formando a través de la mirada de los otros y en cambio, el Moi, se ha identificado consigo mismo ( dado que se maneja con el narcisismo primario); de esta manera, se diferencia de otro.
El nombre propio no se maneja con la identificación histérica sino con la identificación narcisista y es que el nombre propio le permite al yo (que aunque le pertenece al Moi, el je, piensa que es de su dominio) poder separarse del nombre del padre, gracias al soporte que da el clivaje. Y por el soporte del clivaje se va a poner en funcionamiento
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