ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

EL ESTADIO DEL ESPEJO LACAN


Enviado por   •  24 de Marzo de 2014  •  2.244 Palabras (9 Páginas)  •  754 Visitas

Página 1 de 9

El estadio del espejo como formador de la función del yo (JE) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica.

Lacan

El estadio del espejo aporta las luces sobre la función del yo (Je) en la experiencia que de él nos da el psicoanálisis. Experiencia que nos opone a toda filosofía derivada directamente del cogito cartesiano.

La cría del hombre, a una edad que se encuentra a poco tiempo, reconoce su imagen en el espejo como tal.

Este acto una vez adquirido, de la inanidad de la imagen, rebota enseguida en el niño en una serie de gestos en los que experimenta lúdicamente la relación de los movimientos asumidos de la imagen con su medio ambiente reflejado, y que de ese complejo virtual a la realidad que reproduce, o sea con su propio cuerpo y con las personas, incluso con los objetos, que se encuentran junto a él.

puede producirse desde la edad de 6 meses (el lactante no tiene todavía dominio de la marcha, ni siquiera de la postura en pie), pero que a pesar de algún sostén humano o artificial, supera en un jubiloso ajetreo las trabas de ese apoyo para suspender su actitud en una postura más o menos inclinada, y conseguir para fijarlo, un aspecto instantáneo de la imagen.

Esta actividad conserva para nosotros hasta la edad de 18 meses el sentido que le damos (y que no es menos revelador de un dinamismo libidinal, hasta entonces problemático, que de una estructura ontológica del mundo humano que se inserta en nuestras reflexiones sobre el conocimiento paranoico).

Hay que comprender el estadio del espejo como una identificación en el sentido pleno que el análisis le da, la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen (Imago= inscripción psíquica de la imagen).

El hecho de que su imagen especular sea asumida jubilosamente (todavía en la impotencia motriz y dependencia de la lactancia), nos parecerá que manifiesta, en una situación ejemplar, matriz simbólica (base de cualquier otra identificación) en la que el yo (Je) se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto.

Esta forma debería designarse como yo-ideal, en el sentido de que será también el tronco de las identificaciones secundarias, cuyas funciones de normalización libidinal (asumir la totalidad) reconocemos bajo ese término. El punto importante es que esta forma sitúa la instancia del yo, aún antes de su determinación social, en una línea de ficción, irreducible para siempre por el individuo solo, que solo asintóticamente tocará el devenir del sujeto.

Es que la forma total del cuerpo, gracias a la cual el sujeto se adelanta en un espejismo a la maduración de su poder, no le es dada sino como gestalt, es decir en una exterioridad donde sin duda esa forma es más constituyente que constituida. Esta Gestalt simboliza la permanecía mental del yo (Je) al mismo tiempo que prefigura su destinación enajenadora.

Para las imagos, la imagen especular parece ser el umbral del mundo visible, si hemos de dar crédito a la disposición en espejo que presenta la alucinación y el sueño la imago del cuerpo propio, ya se trate de sus rasgos individuales, o si nos fijamos en el papel del aparato del espejo en las apariciones del doble en que se manifiestan realidades psíquicas, por lo demás heterogéneas.

La dialéctica social que estructura como paranoico el conocimiento humano, razón que lo hace más autónomo con respecto al campo de fuerzas del deseo, pero que también la determina en “esa poca realidad” que denuncia en ella la insatisfacción surrealista. Y estas reflexiones nos incitan a reconocer en la captación espacial que manifiesta el estadio del espejo el efecto en el hombre, previamente a esa dialéctica, de una insuficiencia orgánica de su realidad natural.

La función del estadio del espejo se nos revela como un caso particular de la función de la imago, que es establecer una relación del organismo con su realidad.

Pero esta relación con la naturaleza está alterada en el hombre por cierta dehiscencia (apertura) del organismo en su seno, por una discordancia primordial que traicionan los signos de malestar y la incoordinación motriz de los meses neonatales. La noción objetiva del inacabamiento anatómico del sistema piramidal como de ciertas remanencias humorales del organismo materno, confirma este punto de vista que formulamos como el dato de una verdadera prematuración específica del nacimiento en el hombre.

Este desarrollo es vivido como una dialéctica temporal que proyecta decisivamente en historia la formación del individuo, el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia (inmaduro neorológicamente) de la anticipación (porque a pesar de la inmadurez hay reconocimiento de la imagen); y para que el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma ortopédica de su totalidad, y a la armadura enajenante, que va a marcar con s estructura rígida todo su desarrollo mental.

Ese momento en que termina el estadio del espejo inaugura, por la identificación con la imago del semejante y el drama de los celos primordiales, la dialéctica que desde entonces liga al yo (je) con situaciones socialmente elaboradas.

Es este momento el que hace volcarse decisivamente todo el saber humano en la meditación por el deseo del otro, constituye sus objetos en una equivalencia abstracta por la rivalidad del otro, y hace del yo (Je) ese aparato para el cual todo impulso de instintos será un peligro. (Depende del Complejo de Edipo).

El término narcisismo primario con el que la doctrina designa la carga libidinal propia de ese momento, revela el más profundo sentimiento de las latencias, semántica. Pero ella ilumina también la oposición dinámica que trataron de definir de esa libido a la libido sexual, cuando invocaron instintos de destrucción, y hasta de muerte, para explicar la relación evidente de la libido narcisista con la función enajenadora del yo (Je), con la agresividad que se desprende de ella en oda la relación con el otro.

Agito para entender mejor

Sabido es que los seres humanos, en relación a otras especies, nacemos indefensos, incompletos, "no listos" biológicamente. Al nacer, el niño tiene un dominio apenas parcial de sus funciones motoras. ¿Cómo llega el niño a manejar su cuerpo?

Estadio

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (12.9 Kb)  
Leer 8 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com