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Estigma.

JammsTesis23 de Septiembre de 2014

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Introducción

La sociedad establece los medios para categorizar a las personas y a sus atributos corrientes y naturales. Al encontrarnos frente a un extraño, las primeras apariencias nos permiten prever en qué categoría se halla y cuál es su «identidad social». Este puede mostrar ser dueño de un atributo que lo diferencie de los demás y lo convierta en alguien menos apetecible. Dejamos de verlo entonces como una persona total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado. Un atributo de esa índole es un estigma, en especial cuando produce en los demás un descrédito amplio. La familiaridad de Goffman con el trasmundo de los «desviados», ya puesta de manifiesto en Internados, sumada a su desmenuzamiento del juego social tal como se nos dio a conocer en La presentación de la persona en la vida cotidiana, confluyen en esta tercera obra de no menores dotes que presenta nuestra editorial, un estudio psicosocial de los «anormales», de los que portan la marca diferenciadora del estigma.

Estigma.

Los griegos crearon el término para referirse a signos corporales con los que se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral del que los presentaba. Durante el cristianismo se agregaron dos significados metafóricos: como signos corporales de la gracia divina; como signos corporales de perturbación física (en referencia médica indirecta de la alusión religiosa). Actualmente, se usa parecido al original, pero se designa preferentemente al mal en sí mismo y no a sus manifestaciones corporales.

La sociedad establece los medios para categorizar a las personas y el complemento de atributos corrientes y naturales de cada una de esas categorías. El medio social establece las categorías de personas que en él se pueden encontrar. Así podemos tratar con “otros” previstos sin dedicarles atención especial, pudiendo prever en que categoría están y cuáles son sus atributos personales (honestidad) y estructurales (ocupación).

Estas anticipaciones las transformamos en expectativas normativas, en demandas rigurosamente presentadas, pero sin ser conscientes de formularlas. Por lo tanto se llaman “demandas en esencia”, y el carácter que atribuimos es una “imputación” hecha con una mirada retrospectiva en potencia, una caracterización en esencia, una “identidad social virtual”. La categoría y los atributos que de hecho le pertenecen son su “identidad social real”.

Si la persona que tenemos en frente demuestra ser dueño de un atributo que lo vuelve diferente de los demás (dentro de la categoría de personas a la que él tiene acceso) dejamos de verla como una persona total y corriente para reducirlo a un ser menospreciado, es un estigma. Produce un descredito amplio (falla, desventaja, defecto). Constituye una discrepancia especial entre identidad social virtual y real. Hay otras discrepancias entre estos dos, por ejemplo la que nos mueve a reclasificar mejor.

No todos los atributos indeseables entran acá. Solo los que son incongruentes con nuestro estereotipo acerca de cómo debe ser determinada especie de individuos. “Estigma” se refiere a un atributo profundamente desacreditador. Pero lo que en realidad juega es un lenguaje de relaciones, no de atributos. Un atributo que estigmatiza a uno puede confirmar la normalidad de otro.

Estigma: Clase Especial de Relación entre Atributo y Estereotipo.

Existen importantes atributos que son desacreditadores en casi toda la sociedad. Doble perspectiva del estigma. El individuo estigmatizado supone que su calidad de diferente ya es conocida o evidente en el acto (desacreditado); o ésta no es conocida por los que lo rodean ni inmediatamente perceptible (desacreditable).

Tres tipos de estigmas:

• Las abominaciones del cuerpo.

• Los defectos del carácter (falta de voluntad, creencias rígidas, etc. Todos estos se infieren de informes sobre alcoholismo, adicciones, etc.).

• Estigmas tribales. De raza, religión, nación, susceptibles de ser transmitidos por herencia y contaminar a toda la familia.

Los 3 poseen los mismos rasgos sociológicos: un individuo que podía ser aceptado fácilmente en un intercambio social posee un rasgo que se impone a la fuerza a la atención y nos lleva a alejarnos, anulando el llamado de los restantes atributos.

Las personas que no se apartan de las expectativas particulares son “normales”. Y como normales creemos que el que tiene un estigma no es totalmente humano. Así discriminamos, reduciendo en la práctica sus posibilidades de vida. Construimos una teoría del estigma, una ideología para explicar su inferioridad y peligrosidad, racionalizando a veces una aversión basada en otras diferencias, por ejemplo: clase social. Utilizamos “invalido”, “bastardo”, etc., sin reparar en su significado real. Basándonos en el defecto original, atribuimos muchas imperfecciones, (por ejemplo: gritarle a los ciegos como si fueran sordos también) y algunos atributos deseables, pero no deseados por la persona en cuestión (por ejemplo: un sexto sentido).

Ahora bien, los miembros de una categoría social sustentan sólidamente un modelo de opinión que no les es directamente aplicable, según su parecer y el de otros sujetos. La diferencia está en llevar a cabo una norma y simplemente sustentarla. Y el problema del estigma surge donde existe una expectativa de que quienes pertenecen a una categoría dada deben apoyar y llevar a cabo una norma particular.

También es posible que un sujeto no consiga vivir de acuerdo con lo que exigimos de él y a pesar de ello permanezca indiferente a su fracaso, protegido por sus creencias sobre su identidad siente que nosotros no somos del todo humanos. Lleva un estigma, pero no lo impresiona ni lo angustia (por ejemplo: gitanos).

El estigmatizado sostiene las mismas creencias que nosotros sobre la identidad, esto es fundamental. La sensación de ser “una persona normal”, y merecer una oportunidad justa para iniciarse en alguna actividad, es un profundo sentimiento acerca de su identidad. Sus reclamos no se basan en lo que piensa que se merece todo el mundo, sino solo los que pertenecen su misma categoría. Las pautas que incorporo de la sociedad más amplia, lo habilitan para mantenerse íntimamente alerta frente a lo que los otros consideran como su defecto, esto lo lleva a aceptar que está lejos de ser como en realidad debería. La vergüenza se convierte en una posibilidad central, que se origina cuando percibe uno de sus atributos como una posesión impura de la q fácilmente puede imaginarse exento.

Es probable que la presencia inmediata de los normales refuerce esta disociación entre las auto-demandas y el yo. Pero también el sujeto puede llegar a odiarse y denigrarse a sí mismo cuando esta solo frente al espejo.

El rasgo central de la situación del estigmatizado está referido a la aceptación. Las personas no logran brindarle el respeto y la consideración que los aspectos no contaminados de su identidad social habían hecho prever y que él había previsto recibir; se hace eco del rechazo cuando descubre que alguno de sus atributos lo justifica.

Corrección directa: en casos puede corregir el fundamento objetivo de su deficiencia. Por ejemplo: cirugía plástica. Debe mencionarse la “victimización” resultante del peligro que para el estigmatizado significa caer en manos de charlatanes fraudulentos que le venden medios para devolver juventud, etc. Esto revela los extremos a que están dispuestos a llegar, y por lo tanto lo doloroso de la situación que los conduce a tales extremos.

Corrección indirecta: intenta corregirlo dedicando un enorme esfuerzo personal al manejo de áreas de actividad, que por razones físicas o incidentales, por lo común son inaccesibles para quien posea su defecto. (El lisiado q aprende o re-aprende a nadar).

La no corrección: puede romper con la realidad e intentar emplear una interpretación no convencional acerca del carácter de su identidad social. Es probable que use su estigma para obtener beneficios secundarios como excusa por la falta de éxito que padece a causa de otras razones. Por ejemplo: la nariz deforme era el gancho del que colgaban las insatisfacciones del paciente. Una vez arreglada con cirugía el paciente perdió la protección emocional, no estaba preparado sin la ayuda de una “desventaja” y pudo recurrir a la protección de las pautas de conducta menos sencillas, propias de la neurastenia, histeria, etc. También puede pensar que las desgracias son una secreta bendición porque “el sufrimiento deja enseñanzas”.

Las reacciones en las personas estigmatizadas y normales consideradas hasta aquí son las que pueden aparecer durante mucho tiempo y cuando no existe entre ellas un contacto corriente. Ahora bien, la previsión de los contactos mixtos (o sea cuando las dos se hallan en una misma “situación social”) puede llevar a normales y estigmatizados a organizar su vida de modo tal de evitarlos. Lo que trae mayores consecuencias para el estigmatizado, porque él es quien debe realizar el mayor esfuerzo de adaptación.

Carente del feed-back del intercambio social cotidiano, el que se aísla se vuelve desconfiado, depresivo, hostil, ansioso y aturdido.

Tener conciencia de la inferioridad significa que no puede dejar de formularse conscientemente cierto sentimiento crónico del peor tipo de inseguridad, y eso trae ansiedad, y algo peor: el temor a que los demás puedan faltarle el respeto por algo que exhibe

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