El Adulterio como Estigma

La fidelidad monogámica es un axioma de occidente. Se establece el deber ser de una moral universal que se impone en nuestra cultura, esto sucede aunque la posmodernidad y sus libertades se establecen como un paradigma dominante de nuestra época.

La fidelidad se da como status quo y en su defecto la infidelidad como acción desviada de este. Desde nuestra tradición cristiana dominante, el acto adultero se convierte en una pena y hecho denigrante, en la biblia aparece en varios versículos entre ellos el de Lucas 18:18-20:

“Y cierto gobernante le interrogó, y dijo: “Buen Maestro, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?”. 19  Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios. 20  Conoces los mandamientos: ‘No cometas adulterio, No asesines, No hurtes, No des testimonio falso, Honra a tu padre y a tu madre’”.

Como se observa el adulterio es un pecado capital y el mandato de no cometerlo es uno de los 10 mandamientos. A través de la herencia cristiana de occidente y su influencia en nuestra psiquis hemos realizado de un hecho religioso un hecho normativo. Tanto así que, por ejemplo, en el Código Civil de nuestro país el Adulterio aparece en el código 185 como la primera causal del divorcio y si este es probado como tal, puede ser constituido como un delito tipificado en el Código Penal Título VIII De los Delitos Contra las Buenas Costumbres y Buen Orden de las Familias, Capítulo V, entre los artículos 394 y 399, y en general se establecen penas de tres meses a tres años.

Por lo tanto, se evidencia que tanto en el orden religioso como en el normativo el adulterio es un acto clasificado como negativo. Entrando en tema y buscando estudiar más allá  de lo establecido para buscar buenas maneras de estudio como lo diría Isaac Joseph:

“(…) Las buenas maneras son una forma de abordar las interacciones ordinarias puesto que las interroga desde el punto de vista de sus presupuestos normativos (y, en un espacio público, de los conflictos de normas) o desde el punto de vista de su pertinencia en situación, de su “oportunidad” y de sus consecuencias.” (Joseph, 2009, pág. 19)

 Al estar el adulterio clasificado como pecado y delito podemos afirmar como dice (Goffman, 1993) que la sociedad establece los medios para caracterizar a las personas y el complemento de atributos, que se perciben como corrientes y naturales a los miembros de cada una de esas categorías. En nuestro caso entendemos como normal el hecho de una relación monógama y fiel por lo tanto su contrario puede atribuirse como estigma y para (Goffman, 1993):

“el término estigma será utilizado, pues, para hacer referencia a un atributo profundamente desacreditador; pero lo que en la realidad se necesita es un lenguaje de relaciones, no de atributos. Un atributo que estigmatiza a un tipo de poseedor puede confirmar la normalidad de otro y, por consiguiente, no es ni honroso ni ignominioso en sí mismo”.

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