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FACTORES DE RIEGO EN ANCIANOS QUE VIVEN CON SUS HIJOS Y EN ANCIANOS QUE NO VIVEN CON SUS HIJOS


Enviado por   •  28 de Mayo de 2015  •  2.017 Palabras (9 Páginas)  •  211 Visitas

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El envejecimiento es un proceso de deterioro y muerte de los organismos el cual está determinado en las sociedades a partir de los censos de natalidad y mortalidad (Ham, 1999) y como todo proceso es categorizado en diversas etapas, dejando por ultimo a la vejez, como una etapa determinada socialmente y un estereotipo de la culminación del envejecimiento.

Actualmente se considera un logro mantener el envejecimiento poblacional, pero a su vez, este se estigmatiza en la decadencia. Al parecer este es el resultado de los primeros estudios sobre la imagen social del anciano, debido a que en un inicio los encargados de registrar las actividades del anciano eran los médicos o los psiquiatras, todo en base a sus enfermedades o estado de salud. Es una contradicción que en la época moderna se logre el incremento de la esperanza de vida, y de manera simultánea, se empiece a adjudicar al envejecimiento el estigma de declive y decadencia, sinónimo de patología y enfermedad, e incluso de dependencia y carga social. El envejecimiento se empieza a conceptualizar como un problema económico-social. (González, Hernández y Gómez, 2013).

Se convierten en un problema económico-social al pertenecer a un sistema capitalista que significa y valoriza a sus ciudadanos a partir de sus capacidades de producción. Es bien sabido que con la acumulación de años se incrementan fuertemente los riesgos de pérdida de las capacidades físicas y mentales, disminución de la autonomía y la adaptabilidad; incluso para algunos autores la vejez produce, así, un regreso a la dependencia hacia la familia en particular, y hacia la sociedad en general, con sustanciales demandas de manutención y cuidado. Con todo y lo difícil que resulta aceptar los aspectos negativos de las edades avanzadas y los intentos por encontrar ventajas al envejecimiento, finalmente se cae en la necesidad de resolver los distintos problemas que este proceso conlleva, incluyendo su prevención (Ham, 1999).

Como resultado de los grandes cambios demográficos experimentados en México durante el siglo XX, la estructura por edad y sexo de la población está sufriendo cambios significativos; entre éstos destaca el inicio del proceso de envejecimiento demográfico que se expresa como un incremento relativo y absoluto de la población en edades avanzadas. Actualmente México es un país de jóvenes, donde 50% de la población tiene 22 años o menos.

Uno de los cambios más importantes ha sido la plena y acelerada transición demográfica por la que atraviesa el país, que dio inicio en la década de los treinta con el descenso paulatino de la mortalidad, y que se acentuó a mediados de los setenta con la declinación también de la fecundidad.

La reducción en los niveles de la mortalidad es uno de los logros sociales más importantes del México contemporáneo, que fue posible por la expansión de la cobertura de los programas y servicios de salud en el país, con lo que se logró incrementar el control de enfermedades infecciosas y parasitarias, así como en enfermedades respiratorias, y con ello una ganancia en la expectativa de vida de todos los grupos de edad, pero particularmente en niños y ancianos (Cárdenas, 1998 citado en INEGI, 2005).

En este mismo sentido, el descenso de la fecundidad ha sido también uno de los principales determinantes de la reducción del crecimiento de la población del país a partir de los años setenta. Dicha caída de la fecundidad significó un proceso gradual de estrechamiento de la base de la pirámide de población y el desplazamiento de generaciones numerosas hacia los grupos de edad centrales, es decir, hacia las edades comprendidas entre los 15 y 59 años. Así pues estos factores de fecundidad y esperanza de vida aumentaron determinaron el crecimiento de la población de adultos mayores o ancianos.

La edad es un criterio arbitrario para acotar el envejecimiento, dado que el umbral de la vejez auto percibida o socialmente asignada muestra diferencias; sin embargo, en esta investigación se considera como adultos mayores a la población de 60 años o más, en concordancia con el criterio adoptado en la mayoría de las investigaciones sociodemográficas que versan sobre el tema y en pleno apego a la Ley de los derechos de las personas adultas mayores que rige en el país.

Por otro lado para el diccionario de la Real Academia Española, dependencia es la “situación de una persona que no puede valerse por sí misma”; en términos demográficos esta situación está vinculada con la edad, es decir, se considera demográficamente dependientes a los menores de 15 años y los de 60 años o más. La dependencia demográfica parte del supuesto de que los más jóvenes y los ancianos no son “autónomos económicamente” y por ello son dependientes de las personas, que se supone, deben sostenerlas con su actividad.

En cambio, vivir solo o sola es una situación común para miles de personas que radican en México. Ello obedece a una multiplicidad de causas: migración por estudios o por trabajo, separación de los cónyuges o viudez, emancipación de los hijos, mismos que pueden salir del hogar del padre y/o de la madre para entrar en unión y formar un nuevo hogar, o bien para vivir solos o solas por elección propia, o por motivos escolares o laborales, creando, a su vez, nuevos hogares unipersonales.

Es necesario distinguir a una “persona sola” de una “persona que vive sola”: por ejemplo, son muchas las personas divorciadas o viudas que viven solas pero que conviven cotidianamente con hijos(as) y nietos, y quienes además pueden tener una pareja no corresidente, es decir, con la que no se comparte la vivienda. Y estas relaciones no sólo son afectivas, sino también de solidaridad, apoyo material y económico para la persona que vive sola; de ahí la importancia de las aportaciones al ingreso del hogar que reciben, sobre todo las personas de mayor edad que viven solas.

Son precisamente los vínculos afectivos y materiales los que diferencian a una “persona sola” de otra que “vive sola”. Evidentemente, las historias personales determinan una u otra situación. El ciclo de vida, así como la dinámica familiar y las trayectorias escolares y laborales, van tejiendo las redes familiares y sociales con las cuales contará el individuo,

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