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Fundamentos Pedagogicos De La Educacion

negrajeanine26 de Noviembre de 2012

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INTRODUCCIÓN

Todo Modelo Educativo se inspira en un paradigma pedagógico que es, en definitiva, el que le concede su singularidad. En el transcurso del desarrollo de nuestras universidades, quizás a veces sin advertirlo sus profesores, han ido poniendo en práctica distintos modelos, según el fundamento pedagógico que inspira su docencia.

Si la universidad se propone la simplemente transmisión del conocimiento, como ha sido lo usual, entonces el profesor es el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje y es él la fuente principal, y casi única, del conocimiento que se transmite a los estudiantes.

Este modelo educativo estimula en el alumno una aptitud pasiva de simple receptor de los conocimientos que le brinda el profesor y, por lo mismo, deviene en un repetidor mecánico o memorista de esos conocimientos. Su evaluación positiva dependerá de la fidelidad con que sea capaz de repetir los conocimientos que el profesor expuso o dictó en el aula.

Frente a esta concepción pedagógica, desde hace siglos se ha reaccionado. Hace más de dos mil años, Séneca afirmó que “la mente humana no es un receptáculo vacío que corresponda llenar, sino un fuego que hay que alumbrar”, frase que siglos después retoma Francois Rabelais cuando nos dice: “La mente del niño no es un recipiente vacío que hay que llenar, sino un fuego que hay que encender”.

El análisis etimológico pone de manifiesto que educación proviene, fonética y morfológicamente, de educare (“conducir”, “guiar”, “orientar”); pero semánticamente recoge, desde el inicio también, la versión de educere (“hacer salir”, “extraer”, “dar a luz”), lo que ha permitido, desde la más antigua tradición, la coexistencia de dos modelos conceptuales básicos: (a) un modelo “directivo” o de intervención, ajustado a la versión semántica de educare; (b) un modelo de “extracción”, o desarrollo, referido a la versión de educere.

Cuando se produce la llamada “revolución copernicana” en la pedagogía, que consistió en desplazar el acento de los procesos de enseñanza a los procesos de aprendizaje, de manera conmutante se genera un renovado interés por las teorías o paradigmas del aprendizaje.

Hablamos de un “desplazamiento del acento”, para indicar que al centrar ahora los procesos de transmisión del conocimiento en los aprendizajes, es decir, en el sujeto educando, en el aprendiz, en el alumno, esto no significa desconocer o suprimir la importancia de los procesos de enseñanza y, mucho menos, el rol del profesor. Lo que pasa es que el profesor deja de ser el centro principal del proceso, pero no desaparece de él, sino que se transforma en un guía, en un tutor, en un suscitador de aprendizajes, capaz de generar en su aula un ambiente de aprendizaje. En último extremo, podríamos decir que se transforma en un co-aprendiz con su alumno, pero no se esfuma ni deja de ser importante en la relación profesor-alumno, que está en el fondo de todo proceso de enseñanza-aprendizaje.

La educadora ecuatoriana Rosa María Torres nos previene del error de exagerar el énfasis en los aprendizajes, hasta el extremo de desconocer la relación dialéctica que debe existir entre la enseñanza y el aprendizaje, entre el profesor y el alumno. Al respecto, esta educadora nos dice: “Enseñanza-aprendizaje constituyen una unidad dialéctica. La enseñanza se realiza en el aprendizaje (aunque no a la inversa). En el concepto de enseñanza está incluido el de aprendizaje. Enseñanza sin aprendizaje no es enseñanza, es un absurdo”.

Lo que sí es evidente es que debemos superar la concepción de la educación como simple “transmisión-acumulación” de conocimientos e información. De esta manera, la llamada “crisis educativa” es en buena parte una crisis del modelo pedagógico tradicional. Dicho modelo requiere una revisión a fondo frente al hecho incuestionable del crecimiento acelerado del conocimiento contemporáneo, acompañado de su rápida obsolescencia, así como ante otra realidad como lo es el desplazamiento del aparato escolar como único oferente de educación y el surgimiento de la “escuela paralela” de los medios masivos de comunicación y la rápida difusión de la información a través de las modernas tecnologías. Indiscutiblemente, estos fenómenos modifican, necesariamente, el modelo pedagógico y el rol del profesor.

FUNDAMENTOS PEDAGOGICOS DE LA EDUCACIÓN

Muchas de las técnicas de aprendizaje que ahora nos parecen recién descubiertas ya las practicaron estos antiguos maestros: los chinos y los hebreos inventaron el método del caso que consistía en comenzar con la descripción de una situación; los profetas eran muy partidarios de explicar mediante parábolas, una manera alegórica de describir minuciosamente una situación «problemática» con el fin de buscar una solución; los diálogos socráticos fueron inventados en Grecia y consistían en enlazar una serie de preguntas con vistas a encontrar alguna respuesta. En términos generales, estas metodologías eran todas ellas muy activas, estaban ligadas a la vida cotidiana y estaban orientadas a participar en la construcción de un determinado saber más que a la recepción pasiva de la enseñanza.

En nuestra cultura occidental las escuelas específicas para niños existían en Grecia y en Roma. De ahí viene la palabra pedagogo. La persona que acompañaba a los niños al maestro o a la escuela. En el siglo VII, la enseñanza de niños ya está muy estructurada en las denominadas escuelas monacales que, en principio, pretendían formar a los adolescentes para el sacerdocio. Son escuelas religiosas cuya primera misión era inculcar a los alumnos, todos ellos niños o jóvenes, las creencias, la fe y los ritos de la Iglesia y enseñarles, además las habilidades literarias que serían necesarias para desempeñar las tareas monásticas. Este modelo pedagógico de enseñanza literaria se desarrolló poderosamente en Europa desde el siglo VII al siglo XII de tal manera que se constituyó en modelo dominante y predominante sobre otros modelos de enseñanza. Era un modelo centrado en el libro y en la lección dirigido a jóvenes, por contraste a otros modelos como el gremial o el caballeresco, modelos centrados en la acción y dirigidos a personas más adultas.

La educación activa y participativa de adultos quedó durante largos años marginada de las grandes instituciones literarias de enseñanza como eran las escuelas de gramática o las universidades. Los adultos sólo aprendían en los entornos de lo que ha venido en denominarse «pequeña tradición» o educación popular que se desarrollaba mediante la palabra, las imágenes, representaciones, canciones y espectáculos en las calles, en las fiestas, en las casas, en los pórticos… y cuyos agentes no eran profesores ni maestros especializados sino líderes sociales, predicadores laicos o religiosos, actores o cantautores, etc.

Cuando en el siglo XIX se construyen los sistemas públicos de enseñanza, lo que se hace es construirlos no a partir del modelo gremial y adulto, ya en decadencia en aquel siglo, sino sobre el modelo clerical y letrado, mucho más demandado pero centrado tradicionalmente en las edades infantiles y juveniles. Los sistemas de enseñanza confirman la tendencia de enseñar a los niños y en las primeras etapas de la vida.

Hasta poco después de la primera guerra mundial no volvió a aparecer el interés en Europa y EEUU por la educación de adultos y particularmente por abrir a este sector de población los sistemas de enseñanza. En las últimas décadas este interés aumentó vertiginosamente y hoy se plantea con más fuerza la creación de sistemas educativos que contemplen el aprendizaje de todas las personas a lo largo de toda la vida.

A pesar de que en los países desarrollados se ha dado una presencia grande de personas adultas en procesos de aprendizaje durante casi todo el siglo XX, los profesores de adultos no han tenido otro modelo de enseñanza de ni disponían de otros medios de formación que los del sistema de enseñanza regular, calcados, como hemos dicho, del modelo infantil medieval que cristalizó en el sistema escolar. Esto ha conducido a que los adultos hayan sido enseñados como si fueran niños.

Una solución a esta problemática es la que se viene buscando desde diferentes marcos teórico-prácticos que vamos a intentar describir y analizar:

• La educación permanente

• La andragogía

• La educación social

La educación permanente es un término reconocido internacionalmente a partir de los trabajos del Consejo de Europa en la Conferencia de Ministros Europeos de Educación, Estocolmo, 1975 y en el Symposium sobre Una política de educación permanente para hoy en Siena, 1979.

Según la XIX Conferencia General de la UNESCO celebrada en Nairobi en 1976, la expresión educación permanente designa un proyecto global encaminado tanto a reestructurar el sistema educativo existente, como a desarrollar todas las posibilidades de formación fuera del sistema educativo:

La educación permanente, lejos de limitarse al periodo de escolaridad, debe abarcar todas las dimensiones de la vida, todas las ramas del saber y todos los conocimientos prácticos que puedan adquirirse por todos los medios y contribuir a todas las formas de desarrollo de la personalidad.

Los procesos educativos que siguen a lo largo de su vida los niños, los jóvenes y los adultos, cualquiera que sea su forma, deben considerarse como un todo.

La

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