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Hacia Un Abordaje Integral De La Drogodependencia.

leonelsiu15 de Septiembre de 2013

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HACIA UN ABORDAJE INTEGRAL DE LA DROGODEPENDENCIA - Integración Modelo Biomédico - Comunidad Terapéutica

Por: Beatriz Elena Palacio Arteaga - Médica Psiquiatra Fundación Hogares Claret Medellín - Colombia.

En la actualidad, el modelo de tratamiento basado en la comunidad terapéutica y aplicado a la problemática de la drogadicción demuestra ser, según recientes investigaciones, eficaz para abordar este fenómeno tan complejo.

Apartándose de la concepción según la cual el problema del sujeto drogodependiente es exclusivamente de orden biológico, y contrastado con quienes piensan que el tratamiento debe ser de tipo farmacológico; el modelo de comunidad terapéutica sostiene que este fenómeno es un problema psicosocial complejo.

Considero que ambas visiones no son excluyentes. Compleja es la solución, porque involucra al ser humano en su totalidad; es decir, se hace necesario incluir factores biológicos, sociales, psíquicos, culturales y espirituales. Para la drogadicción no existe una respuesta simple.

Son palabras de Monseñor William O´Brien, presidente de la Federación Mundial de Comunidades Terapéuticas: "El hombre debe ser puesto frente a su propia situación y estimulado para alcanzar su propia madurez. Esto se logra mediante un grupo familiar afectuoso pero exigente, una comunidad terapéutica compuesta de pares. Antes que todo la comunidad terapéutica imprime en la mente del joven la convicción de que él solamente puede lograr la madurez, pero no la puede alcanzar solo. La comunidad terapéutica rescata el valor del sacrificio en un mundo donde la palabra de moda es el placer, y el placer inmediato. Nosotros sostenemos que en vez de procurar exclusivamente las correcciones de un comportamiento negativo, se debe cuestionar a la sociedad e influir sobre el ambiente para el propósito común de ayudar a los farmacodependientes para acceder a una vida productiva y conquistar la felicidad.

Para el logro de esta conquista el sujeto humano drogodependiente debe ser abordado en su integralidad. En este sentido la comunidad terapéutica debe incluir en su estructura disciplinas como la medicina, la psiquiatría con sus aportes psicológicos y médico-biológicos en el tratamiento del adicto, el trabajo social, la sociología, la pedagogía, etc. Se hace necesaria la implementación de un modelo integrado para el abordaje de este fenómeno.

Es evidente que el concepto de comunidad terapéutica revolucionó la psiquiatría y en particular la psiquiatría hospitalaria. A tal punto que dicho movimiento fue denominado en sus orígenes como la tercera revolución psiquiátrica. Se recuerda que la primera fue realizada por Pinel y la segunda por Freud. Tres momentos de la historia de la humanidad en los que el enfermo mental tuvo la posibilidad de asomarse o de entreabrir la puerta a su subjetividad.

Si bien fue el psiquiatra Maxwel Jones quien en 1953 en su libro La Comunidad Terapéutica popularizó dicho término, fue Thomas Maine en un artículo titulado "The Hospital as a Therapeutic Institution", publicado en Inglaterra en 1946, quien implementó por primera vez dicha orientación del hospital psiquiátrico en forma explícita. Maine señala que para que un hospital se transforme en comunidad terapéutica no requiere de una organización dirigida por médicos y con el solo interés de la eficiencia técnica: Debe ser una comunidad con el propósito inmediato de crear la máxima participación de todos sus miembros en la vida diaria de la institución. El trabajo en equipo debe reemplazar la tradicional ideología caracterizada por el gobierno paternal y autocrático del cuerpo médico. El médico educado para desempeñar un papel distante y autoritario entre los enfermos debe renunciar a su poder y compartir las responsabilidades hombro a hombro con sus pacientes.

El surgimiento de la comunidad terapéutica posibilitó una comprensión y un tratamiento distinto para aquellos seres humanos con trastornos mentales.

Se puede decir que hasta principios de este siglo la intervención del psiquiatra se limitaba a la observación y al diagnóstico. Se veía imposibilitado para curar o mejorar los trastornos mentales. La asistencia psiquiátrica estaba contaminada con prejuicios, supersticiones y miedos.

En la búsqueda de otros caminos del quehacer psiquiátrico y siguiendo la huella de desarrollos científicos alcanzados en la psicopatología, farmacología, genética, neurobiología, el psicoanálisis, las ciencias sociales y reflexiones filosóficas, el psiquiatra tiene la posibilidad de complementar la observación y el diagnóstico, pasando con mejores y mayores recursos al tratamiento de los trastornos mentales. El costo asumido por los avances científicos positivistas ha sido establecer una relación paciente-psiquiatra atravesada por el "poder" y el dominio sobre el paciente. ¿No les parece casual que uno de los pocos premios noveles de medicina otorgados a los psiquiatras haya sido a Egas De Moniz creador de la lobotomía frontal?. Desde el modelo médico positivista se han subestimado los enfoques que apuntan a comprender los trastornos mentales; y dentro de ellos las conductas adictivas, desde lo relacional, lo psíquico, lo familiar y cultural. En otras palabras, se ha perdido la proporción y el equilibrio en la visión integral del ser humano, a tal punto que la misma formación del psiquiatra adolece de este "mal": La cosificación del paciente.

A diferencia del resto de especializaciones y subespecializaciones existentes en el área médica, se hace urgente y prioritario retomar el concepto de integralidad del sujeto humano, abandonar el dualismo mente-cuerpo, interno-externo, individual-colectivo, etc., cuando se trata de analizar y dar solución a una problemática tan compleja como la que se expresa a través de los trastornos mentales y muy específicamente de la drogodependencia.

Desde el modelo médico el uso, abuso y dependencia de sustancias psicoactivas; es decir, la drogodependencia y/o alcoholismo, es considerada como un trastorno mental. Lo que corresponde en el resto de áreas médicas a enfermedad. Entrar en disquisiciones teóricas acerca de las diferencias conceptuales de estos términos no es el objeto de esta charla.

Como resultado del consenso en el ámbito mundial, la APA (Asociación Psiquiátrica Americana) clasifica la drogodependencia y/o alcoholismo en el DSM IV en la categoría diagnóstica de Trastornos por el Uso de Sustancias. Esta categoría, al igual que el resto de las incluidas en dicho manual, tienen que ver con la descripción de la forma y la epidemiología del fenómeno mental nada más. Es decir, este diagnóstico nada tiene que ver con las diferencias individuales y cualitativas del mismo.

Desde el modelo biomédico el diagnóstico categorial es unidimensional, su esencia es la suma de signos y síntomas. Es suficiente con reunir el menor número exigido de síntomas para alcanzar la probabilidad de un determinado diagnóstico. No da cuenta de la subjetividad, integralidad, y complejidad del fenómeno mental en el caso que nos ocupa de la drogodependencia.

Bajo este modelo el sujeto humano es más bien un objeto suministrador de datos; que si corre con un poco de suerte, le será asignado un solo diagnóstico de la amplia gama de los ya existentes. Diagnóstico para el cual hay un tratamiento farmacológico que le corresponde.

Pero al psiquiatra no le va mejor, se constituye en un recolector y clasificador de datos que le permiten emitir un diagnóstico y hacer una prescripción medicamentosa desde una posición omnisciente, tamizada por la objetividad; sin que se permita conocer, entender y comprender eso que le pasa a la persona aquejada de dicho trastorno. Bajo este marco la relación médico-paciente está atravesada por el poder autocrático del psiquiatra donde él es quien “sabe” qué le pasa al paciente, por qué y cómo le pasa, y es el portador del conocimiento científico que le permitirá al paciente dejar de padecer. Oscuro y desalentador paisaje. Donde el ser humano pasa a ser un bicho mas para la mirada del clasificador, del taxonomista.

Para lograr construir un modelo comprensivo en el abordaje de la drogadicción que trascienda el clásico categorial, se hace necesario instituir como objeto central de estudio al sujeto humano que "sufre" y "goza" en su adicción, dentro de sí, en la relación con los demás, en la cultura y en la sociedad. Mientras hace "gozar" a unos y "sufrir" a otros. Bajo esta perspectiva se considera entonces que el adicto, además de tener un cuerpo y un cerebro (cuya estructura y funcionamiento pueden arrojar una luz en la comprensión de la drogadicción, y a los cuales hay que atender y reparar), tiene un

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