Historia De La Locura II
andgelaus4 de Marzo de 2014
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Hasta la segundo mitad del Siglo XV, o un poco más, reina solo el tema de la muerte. El fin del hombre y el fin de los tiempos aparecen bajo los rasgos de la peste y las guerras. Lo que pende sobre la existencia humana es esta consumación y este orden del cual nadie escapa. La presencia que amenaza desde el interior mismo del mundo es una presencia descarnada, pero en los últimos años del siglo, esta gran inquietud gira sobre sí misma: burlarse de la locura en vez de ocuparse de la muerte y su gravedad.
No hay civilización sin locura. Esta parte sombría o, si se quiere, luminosa, acompaña al hombre en todas partes. Allí donde establece límites, allí donde establece instituciones, allí donde fija las leyes; también, sin duda, cada vez que habla. Ahora bien, hay civilizaciones en las que la locura es pariente cercana de la religión; otras en las que, al contrario, está emparentada con la magia o, incluso, con la medicina.
Nace la experiencia clásica de la locura.
Durante toda la época clásica, los locos van a hacer parte de un paisaje social pintoresco que sirve, a lo sumo, a reactivar una inquietud escéptica: “después de todo, yo mismo podría estar loco, pero no lo sé dado que la locura es inconsciente y que si todos los demás están locos, no tengo un punto de referencia para saber si lo estoy o no” (Foucault).
Lo que le interesa al autor, de esta época clásica, es un hecho masivo, un hecho histórico, que, sin duda, ha permanecido mucho tiempo silenciado… La locura como tal y el encierro y marginación que vivió la gente “No cuerda” se esa época.
En adelante, la locura está exiliada.
Conocer y someter, saber y mandar son cosas que están íntimamente relacionadas y se puede decir que Foucault las ha descubierto en su estado puro en el manicomio donde el saber médico, el conocimiento aparentemente sereno y especulativo del psiquiatra, es absolutamente indisociable de un poder extraordinariamente meticuloso sabiamente jerarquizado que se despliega en el manicomio.
La palabra que le parece más pérfida al autor no es “loco”, sino que la que lo espanta es “enfermo mental”. El paso del loco al enfermo, que aparentemente es una recalificación, pero que, en otro nivel, es una toma de poder, es esto lo que le interesaba.
Este saber, tan temible e inaccesible, lo posee el loco en su inocente bobería. En tanto que el hombre razonable y prudente no percibe sino figuras fragmentarias –por lo mismo más inquietantes- el loco abarca todo en una esfera intacta: esta bola de cristal, que para todos está vacía, está, a sus ojos, llena de la espesura de un saber invisible.
Es por esta razón que no queda claro en qué momento la locura y los problemas judiciales del comportamiento forman un solo sistema a corregir.
En Historia de la locura en la época clásica se trata el tema de la locura aparte del de la incorrección, pero en este caso la aparición en la escena del loco (en el sentido moderno) se da cuando los antiguos males (como la lepra) tienden a desaparecer a medida que se desarrollan formas médicas y sanitarias que tienden a mejorar el ambiente de vida en la Europa del siglo XVI, reforzándose esta imagen de la locura como enfermedad mental y biológica.
Aunque un poco difícil de entender, el texto de Foucault arroja un gran conocimiento histórico y analítico sobre la construcción de las exclusiones sociales históricas de los sujetos considerados diferentes, marginales o anormales en la sociedad en que vivimos. En el texto nos ayuda a entender y a construir nuestra propia hipótesis para el análisis de las modernas instituciones de confinamiento y la forma en que se crea el discurso social de los modernos anormales, como son los locos, enfermos terminales, ancianos, discapacitados etc.
En este sentido, los modernos leprosorios
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