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Jorge Bucay

Albitah114 de Febrero de 2014

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Jorge Bucay

CUENTOS PARA PENSAR

COMO CRECER?

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se

estaban muriendo.

El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.

Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la

Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.

La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces

encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.

El rey preguntó:

¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?

No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías

fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En

aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda".

Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente

mirate a vos mismo.

No hay posibilidad de que seas otra persona.

Podes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por vos, o podes

marchitarte en tu propia condena...

ANIMARSE A VOLAR

..Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:

-Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación

de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas

que el buen Dios te ha dado.

-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.

-Ven – dijo el padre.

Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.

-Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte

aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las

alas y volarás...

El hijo dudó.

-¿Y si me caigo?

-Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte

para el siguiente intento –contestó el padre.

El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los

que había caminado toda su vida.

Los más pequeños de mente dijeron:

-¿Estás loco?

-¿Para qué?

-Tu padre está delirando...

-¿Qué vas a buscar volando?

-¿Por qué no te dejas de pavadas?

-Y además, ¿quién necesita?

Los más lúcidos también sentían miedo:

-¿Será cierto?

-¿No será peligroso?

-¿Por qué no empiezas despacio?

-En todo casa, prueba tirarte desde una escalera.

-...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?

El joven escuchó el consejo de quienes lo querían.

Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó...

Desplegó sus alas.

Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra...

Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre:

-¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy

como tú. Mis alas son de adorno... – lloriqueó.

-Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre

necesario para que las alas se desplieguen.

Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.

Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.

Si uno quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como

siempre.

EL BUSCADOR

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador

Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que

encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que está buscando. Es

simplemente para quien su vida es una búsqueda.

Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había

aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar

desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de

marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes

de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención.

Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles,

pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla

pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.

De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de

descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y

empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban

distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un

buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella

inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se

sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una

piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad

estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio

cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a

leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador

se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio

y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el

tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue

comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años.

Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del

cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y

luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

- No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué

cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados

en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo

ha obligado a construir un cementerio de chicos?.

El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que

pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven

cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí,

colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez

que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la

izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿

Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión

enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y

media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y

medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento

del primer hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más

deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país

lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así

vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es

nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para

escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero

tiempo vivido.

EL ELEFANTE ENCADENADO

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los

circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me

llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia

despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su

actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba

sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a

una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un

minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y

aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal

capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad,

arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?

¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los

grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por

el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se

escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está

amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna

respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la

estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se

habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte

para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca

parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño

recién

...

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