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LA MUJER DE LOS CABELLOS DE ORO


Enviado por   •  7 de Enero de 2014  •  2.257 Palabras (10 Páginas)  •  340 Visitas

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CUENTO

LA MUJER DE LOS CABELLOS DE ORO

Había una mujer muy extraña pero muy guapa que tenía unos largos cabellos de oro tan finos como el oro hilado. Era joven y huérfana de padre y madre, vivía sola en el bosque y tejía en un telar hecho con negras ramas de nogal. El bárbaro hijo del carbonero trató de obligarla a que se casara con él y, en un intento de quitárselo de encima, ella le regaló unos cuantos cabellos de oro. Pero él no sabía ni le importaba saber que el oro que ella le había dado no tenía valor monetario sino espiritual, por lo que, cuando intentó vender los cabellos en el mercado, la gente se burló de él y lo tomó por loco. Enfurecido, regresó de noche a la casita de la mujer y con sus propias manos la mató y enterró su cuerpo a la orilla del río. Durante mucho tiempo nadie se percató de su ausencia. Nadie se interesó ni por su casa ni por su salud. Pero, en su tumba, la melena de oro de la mujer iba creciendo. Los hermosos cabellos se ondulaban en espirales que subían a través de la negra tierra y se enroscaban alzándose cada vez más hasta que su tumba quedó cubierta por un campo de ondulantes cañas doradas.

Los pastores cortaron las curvadas cañas para construirse flautas y, cuando las tocaban, las flautitas cantaban sin parar:

Y así fue como el hombre que le arrebató la vida a la mujer de los cabellos de oro fue descubierto y conducido ante la justicia y, de esta manera, los que vivían en las salvajes florestas del mundo, tal como hacemos nosotros, pudieron sentirse nuevamente seguros.

LAS CICATRICES DE LA BATALLA:

LA PERTENENCIA AL CLAN DE LA CICATRIZ

Las lágrimas son un río que nos lleva a alguna parte. El llanto crea un río alrededor de la barca que transporta nuestra vida espiritual. Las lágrimas levantan la embarcación por encima de las rocas, por encima del terreno seco y la transportan río abajo a un lugar nuevo y mejor.

Existen océanos de lágrimas que las mujeres jamás han llorado, pues les han enseñado a llevarse a la tumba los secretos de su madre y su padre, de los hombres y la sociedad y los suyos propios. El llanto de una mujer siempre se ha considerado muy peligroso porque abre las cerraduras y los pestillos de los secretos que lleva dentro. Pero en realidad, por el bien del alma salvaje de la mujer, es mejor llorar. Para las mujeres las lágrimas son el comienzo de la iniciación en el Clan de la Cicatriz, esta tribu eterna de mujeres de todos los colores, naciones y lenguas que, a lo largo de los siglos, han sobrevivido a algo muy grande, lo hicieron con orgullo y lo siguen haciendo.

Todas las mujeres tienen historias personales de tan vasto alcance y tan poderosas como el numen de los cuentos de hadas. Pero hay una clase de historia en particular que tiene que ver con los secretos de una mujer, especialmente los que se asocian con la vergüenza; dichos secretos contienen algunas de las más importantes historias a las que una mujer puede dedicar su tiempo. Para la mayoría de las mujeres, estas historias secretas son sus propias historias personales, incrustadas, no como piedras preciosas en una corona sino más bien como negra grava bajo la piel del alma.

Apartan a la mujer de su naturaleza instintiva, que es algo gozoso y libre. Cuando existe un secreto oscuro en la psique, una mujer no se puede acercar a él y más bien evita entrar en contacto con cualquier cosa que se lo recuerde o que aumente la intensidad de su dolor crónico.

Los secretos, como en los cuentos de hadas y los sueños, siguen las mismas pautas de energía y los mismos esquemas que los de las tragedias. El drama heroico empieza con una heroína que emprende un viaje. A veces, la heroína no está psicológicamente despierta. A veces es demasiado dulce y no se percata del peligro. A veces ya ha sido maltratada y adopta las actitudes propias de una criatura capturada. Cualquiera que sea la forma en que empiece, al final la heroína cae en las garras de lo que sea o de quien sea y es puesta dolorosamente a prueba. Posteriormente, gracias a su ingenio y a la ayuda de las personas que la quieren bien, alcanza la libertad y, como consecuencia de ello, sale fortalecida de la experiencia.

En la tragedia la heroína es arrebatada a la fuerza o cae directamente en el infierno y queda atrapada. Nadie oye sus gritos o bien sus súplicas son ignoradas. Entonces pierde toda esperanza o pierde el contacto con el valor de su vida y se derrumba. En lugar de saborear su triunfo sobre la adversidad o de celebrar la prudencia de sus elecciones y su capacidad de resistencia, se siente humillada y apagada. Los secretos que oculta una mujer son casi siempre dramas heroicos convertidos en unas tragedias que no llevan a ninguna parte.

Pero hay algo positivo. Para transformar la tragedia en un drama heroico hay que revelar el secreto, confesárselo a alguien, escribir oro final, examinar el papel que una interpretó y las cualidades que la ayudaron a resistir. Tales enseñanzas están integradas a partes iguales por dolor y sabiduría. El hecho de haberlo superado es un triunfo del profundo espíritu salvaje.

Las mujeres han sido advertidas de que ciertos acontecimientos, opciones y circunstancias de sus vidas, que normalmente están relacionados con el sexo, el amor, el dinero, la violencia y/u otras dificultades propias de la condición humana, son extremadamente vergonzosos y, por consiguiente, absolutamente imperdonables. Pero no es verdad. Nada es imperdonable en este planeta o en el universo. Nada. “¡No! –dices Tú-. Eso que hice es totalmente imperdonable.” He dicho que nada que un ser humano haya hecho, esté haciendo o pueda hacer en el futuro es imperdonable. Nada.

El alma salvaje posee una faceta profundamente compasiva que tiene en cuenta esta circunstancia.

La zona muerta

El hecho de guardar los secretos aísla a la mujer de aquellos que podrían ofrecerle su amor, ayuda y protección. La obliga a llevar ella sola el peso del dolor y el temor, a veces en nombre de todo un grupo, que puede ser la familia o la cultura. Además, tal como dijo Jung, el guardar los secretos nos separa del inconsciente. Dondequiera que haya un secreto vergonzoso siempre hay una zona muerta en la psique de la mujer, un lugar que es insensible o no reacciona a los incesantes acontecimientos de su propia vida emocional

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