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La Calidad Educatuva


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2012  •  1.858 Palabras (8 Páginas)  •  356 Visitas

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La Calidad Educativa

El Ministro de Educación Daniel Filmus ha prometido ser obsesivo con la calidad educativa. “Para no ser un excluido, el chico tiene que estudiar. No sólo para obtener un título, sino para demostrar que sabe", afirmó al inicio de su gestión. Para lograr este objetivo es necesario crear un sistema de exámenes nacionales hecho en serio, con obligatoriedad para todos los alumnos y con consecuencias para la promoción y graduación. No hay otra manera de restituir los incentivos para el esfuerzo académico, que han sido destruidos por un populismo educativo que pulverizó la exigencia escolar con tal de evitar la deserción escolar. La oposición de la corporación educativa a exámenes nacionales es muy fuerte, por la simple razón que desnudarían las falencias del sistema y de sus componentes y establecerían reglas de juego competitivas y meritocráticas que afectarían los intereses de escuelas y maestros mediocres. Pero es una reforma esencial que habrá que instrumentar (entre otras medidas) si queremos revertir nuestra (fenomenal) decadencia educativa.

La importancia de la calidad educativa

La izquierda critica al Ministro por haber adherido al “modelo mercantilista globalizador, que sujeta la educación a las necesidades del mercado”. Para ellos educar al pueblo para competir servirá sólo a los intereses capitalistas que quieren convertirnos en “factoría colonial”. Lo critican también agriamente por denunciar que no hace sentido que la universidad pública forme sicólogos en lugar de ingenieros. Reprueban toda “ingerencia del mercado” en la determinación de la política educativa, como si la educación no tuviera que servirle al ciudadano para resolver su futuro económico, además de formarlo para la vida en sociedad. Es la misma izquierda que después se queja porque el sistema capitalista “excluye” y reclama más estado para corregir las “falencias del mercado” (léase: “más empleo público para quienes no sirven en la actividad privada”). Pretenden ignorar una realidad insoslayable: vivimos en un mundo globalizado donde los capitales se invierten en los países con mano de obra más calificada y con mejores hábitos de trabajo y los países que no hagan el esfuerzo de una educación de calidad bien orientada, condenarán a la exclusión a proporciones crecientes de su población, como ya nos está ocurriendo.

Los medios para lograr la calidad educativa

Los resultados recientes de los alumnos argentinos en exámenes internacionales han confirmado lo que todo el mundo intuía, un descenso increíble de nuestra calidad educativa. Mejorar a partir del pozo en que hemos caído es una tarea de décadas que involucra múltiples instrumentos y actores. Necesitamos por ejemplo una mejor estructura de la oferta educativa, que ayude a la escuela a dar una salida laboral para quienes no sigan una educación académica (esta es la verdadera respuesta a la deserción en los primeros años del secundario, no la reducción de la exigencia escolar). Necesitamos mejorar la calidad de la docencia, lo que implica tanto mejorar sustantivamente la calidad de los institutos de formación docente como revalorizar la profesión, para que resulte nuevamente atractiva a jóvenes con capacidad y vocación docente. Pero también es necesario reconstruir urgentemente la idea que la educación es el medio para el progreso colectivo y reestablecer los incentivos para el esfuerzo académico de maestros y alumnos. El instrumento más apto son exámenes nacionales que sean condición para la promoción o graduación. La existencia de estos exámenes en la mayoría de los países desarrollados constituye una institución decisiva para motivar el esfuerzo estudiantil. No hay esfuerzo escolar suficiente sin el acicate de pruebas decisivas.

El mérito de exámenes nacionales

Pero la pregunta relevante es ¿por qué esos exámenes tienen que ser nacionales y no basta con que sean exámenes establecidos por los profesores de aula?. En primer lugar, porque la discreción del profesor da origen a una diversidad notable de exigencia, según sea el colegio y su alumnado. Cuando la evaluación queda exclusivamente en manos del maestro de grado, la exigencia (e incluso los criterios de evaluación) difieren dramáticamente entre colegios. Muchos piensan que la exigencia tiene que ser distinta en Buenos Aires y en Jujuy, entre colegios de familias ricas y pobres, porque los contextos socioculturales son distintos. Pero si así lo fuera, tenderíamos a congelar o agrandar la brecha educativa entre sectores sociales, diferencias cuya remoción debe ser el objetivo central de una política educativa que pretenda mejorar la igualdad de oportunidades. Si pretendemos reducir la brecha educativa entre familias pobres y ricas, el objetivo debe ser un estándar de rendimiento similar, particularmente en los primeros años de escolaridad.

Existen otras razones más sutiles pero igualmente importantes que aconsejan la existencia de exámenes nacionales con consecuencias importantes para los alumnos: una medición externa al aula, a diferencia de la evaluación interna, asocia los intereses de alumnos y profesores en el esfuerzo académico. Una medición externa elimina la oposición de intereses que normalmente existe entre maestros que quieren exigir y alumnos que pretenden influir sobre el profesor para un aflojamiento de los estándares de calificación. Ya no resulta posible que los colegios gradúen la exigencia y los estándares de promoción de grado según sea el rendimiento promedio del alumnado. También elimina la presión de los alumnos “piolas” hacia los compañeros “olfas” que con su esfuerzo ponen en evidencia a la mayoría que estudia poco. Tampoco existe la posibilidad de que los profesores mediocres regalen nota, en algunos casos para ocultar su fracaso, en otros para evitar los conflictos con los padres. Cuando los exámenes son externos, el grado de exigencia se vuelve “incontrolable” para alumnos, maestros, colegios y padres. Los buenos alumnos y profesores elevan el prestigio de la clase y del colegio, y la presión a favor de la mediocridad desaparece. Es entonces que el “sistema” instala los valores correctos

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