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La Emergencia Psicológica

vjs19751 de Agosto de 2013

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Introducción

La Terapia de Crisis está basada en la filosofía existencial, que percibe al hombre como un proyecto, un ser arrojado a su futuro que lo espera y que toda su historia da sentido a esta organización prospectiva.

Las crisis psicológicas ocurren ante transformaciones inesperadas, el yo no se percibe a si mismo en ese presente y se detiene el tiempo subjetivo.

El proyecto vital es una configuración desde un vínculo, que contiene una contradicción, que genera un conflicto, y los avatares de ese conflicto generan una historia. El Da Sein (ser ahí) de la filosofía existencial es un Mit Da Sein (ser ahí con) es decir, un proyecto con otro. En los momentos de discontinuidad de esa aventura del existir, el yo queda solo y paralizado, si pierde a ese otro, se pierde a si mismo. La mirada del otro es lo que me define, yo existo en ese transcurrir, si desaparece el conflicto, se detiene la vida y desaparece el sujeto.

Estas terapias contienen a la persona en las crisis y también pueden dar técnicas operativas para despersonalizaciones graves, como el brote psicótico, donde la historia del sujeto queda dispersa en una realidad ilegible, el yo se fragmenta y el sentido de su existencia se disgrega.

La hipótesis básica de esta manera de pensar el psiquismo partió de la observación de una larga conquista del hombre, que adquirió la capacidad de construir secuencias, es decir, poder imaginarse dentro de una sucesión imaginaria de presentes, que le sostienen ese presente implacable en donde siempre se encuentra, y que constituye en cada instante un salto entre lo que fue y lo que será.

La capacidad de anticipar, de imaginar lo futuro, le permitió al hombre separarse definitivamente de los animales, pues estos siguieron encerrados en su presente inmediato, una percepción sin historia.

En el mundo de hoy, que está esquizofrenizado por la represión del futuro (no por la represión de la sexualidad) el problema está centrado en el sentido de la existencia, pero no en el sentido filosófico, sino en el sentido singular de cada vida: “Soy lo que me sucedió y también lo que quiero hacer con lo que me sucedió”.

LAS TRES APERTURAS

Un nuevo paradigma

Con las tres aperturas proponemos pensar la terapia desde un paradigma distinto, opuesto al actual, es un planteo ideológico que se opone a la propuesta del sistema, un esquema conceptual que da lugar a un nuevo enfoque en la operatoria.

El planteo del sistema imperante tiene que ver con lo individual, sólo desde la palabra y únicamente dirigido hacia el pasado; nosotros proponemos como aperturas, primero, lo grupal, luego la acción e incluir el cuerpo, y por último, el futuro y la transformación.

El sistema propone que la unidad, el ente a analizar, es el individuo, y opera a través de la palabra. Esta palabra, además, se concentra en el tema del pasado, en la historia sucedida.

El paradigma de este tipo de concepción, de esta epistemología en el campo terapéutico, es el psicoanálisis, que es útil para operar con las neurosis estabilizadas socialmente, pero vamos a ver que no es operativo para las situaciones de crisis.

El paradigma ideológico del psicoanálisis era el que impregnaba la Europa del 1900, era una Europa en la que la sociedad estaba estabilizada. Freud nació, vivió y casi murió en su casa de la Bergenstrasse, con Francisco José en el trono del Imperio Austro-húngaro, durante cuarenta años. En esa sociedad, las personas sabían hasta de qué iban a trabajar sus nietos, todo era estable, y entonces la conservación estaba asegurada.

Pero en nuestro mundo de hoy, cien años después, con una realidad de transformaciones bruscas, la consagración del pasado es inoperante. Ahora hay cuadros en los que no podemos trabajar individualmente, cuadros en los que, si no trabajamos en grupos, incluyendo el cuerpo y la acción con el psicodrama, no podríamos manejar la situación.

En el aula, por ejemplo, la maestra trabaja con cada chico y trabaja con la palabra, no hay posibilidad de un lenguaje de acción, y por lo tanto, no se puede hacer cargo de temas como la violencia, no puede enfrentar las conductas no semantizadas, no verbalizadas, las conductas de una población que habla a través del movimiento, como son los chicos en una sociedad en crisis. Esto, además, tiene que ver con la conservación, como por ejemplo, estar enseñando durante cuarenta años casi los mismos temas.

Al asistente social también, le dan el caso individual en una carpeta y tiene que continuar interrogando al asistido, no hay otro contacto, y sólo se construye la historia clínica, que siempre es hacia el pasado.

A este modelo, nosotros le proponemos tres aperturas: 1) desde el individuo abrimos hacia el grupo, 2) en contraposición a la palabra nosotros proponemos la acción, y por lo tanto, la incorporación de la tarea, del cuerpo. Vamos a ver que esto es esencial para trabajar, por ejemplo, con grupos de alto riesgo, en los cuales, con la sola palabra, sería imposible, porque se trata de existencias en la acción, y 3) además proponemos, en contraposición con el pasado, trabajar con el futuro, que significa cambio, lo que también podemos definir como aprendizaje, pues focalizando sólo en el pasado no hay superación, no hay aprendizaje.

El grupo, si es heterogéneo, se configura como algo dinámico, contiene contradicción entre sus miembros. En cambio, si fuera un grupo de iguales, ya no sería un grupo, sino un ente homogéneo de espejos.

En todo grupo hay hombres, mujeres, viejos, jóvenes, distintos temperamentos, distintos intereses, que empiezan a interactuar y eso lo hace dinámico. Siempre que se forma un grupo, especialmente si es un grupo en conflicto, al cabo de un cierto tiempo ya se encuentra alguna solución, en cambio un individuo solo no puede hacerlo, porque queda encerrado en su subjetividad.

El anterior, es un paradigma de la clase media, donde sólo se trabaja con individuos, con palabras y con la conservación.

En la sociedad tradicional todo se conserva, se repiten las palabras, pero el acto y el cuerpo están negados, y además, todo está centrado en el individuo. En cambio, lo que nosotros proponemos es un modelo de pensar al hombre social en su transformación.

Pero si en este modelo dinámico, nosotros negáramos los tres primeros términos (individuo, palabra y pasado) sería también incompleto. Si nosotros solamente trabajáramos con el grupo, el cuerpo y el futuro (que es el paradigma de cambio) y negáramos lo otro, lo del individuo, la palabra y el pasado (que es el paradigma conservador) estaríamos cometiendo el error contrario.

Vamos a ver que el grupo en acción, configurando un futuro (que es el proyecto), es el tema de la psicología social. Porque un grupo es funcional desde el aporte de cada individuo, el grupo es la multiplicación de oposiciones dialécticas entre los individuos, que dan lugar a movimientos, dan lugar a una pelea que se llama tarea, que si está bien coordinada conduce a un proyecto grupal.

El grupo existe porque existen los individuos, el grupo es la matriz de la identidad de cada sujeto, uno no puede singularizarse si no es en un grupo. En una simbiosis, el individuo no se singulariza, porque si uno solamente se liga con alguien, sólo es lo contrario de ese alguien; por eso la esquizofrenia, las fobias graves y la drogadicción también tienen que ver con los vínculos simbióticos. En el caso de los niños, el padre, el tercero, es el encargado de romper la simbiosis madre-hijo. Si esto no sucede, ya sea por ausencia o por tratarse de alguien dominado por la mujer, el hijo no podrá ir de la dependencia infantil a la autonomía adulta, que es incorporarse a grupos exogámicos (fuera de la familia).

Nuestra propuesta, como concepción del hombre, se opone al psicoanálisis ideológica y operatoriamente, y en ella se trabaja con estos tres principios: supone que el hombre es un ser grupal, que primero acciona y luego conceptualiza con la palabra lo que hizo. Luego, la palabra sirve para nominar, para explicar lo que pasó y lo que queremos que suceda; si no está ligada a la acción, la palabra es letra muerta. Y por último, el pasado, la experiencia, es lo que permite continuar la historia como un futuro. Pero ir al pasado sin que eso sirva para configurar un proyecto, es un viaje inútil, porque la vida es un estar arrojado hacia esa esperanza o a esa incertidumbre con que se reviste el futuro.

Vamos a intentar hacer una síntesis dialéctica entre los dos planteos. Si trazamos un eje en el medio, un eje de integración, vamos a ver que podemos sintetizar estos dos extremos. ¿Cómo se sintetiza? Primero, si suponemos que el grupo es la matriz de la identidad, quiere decir que el grupo está ligado con el individuo a través de la matriz; o sea que se es una persona sólo cuando, a través de un grupo, se toma cuenta de su singularidad. ¿Cómo? Oponiéndose a la singularidad del otro.

En el tiempo de los hippies, había un póster en Nueva York, que mostraba un cajón de naranjas, en el que habían sustituido una naranja por una manzana, y abajo decía "Be yourself" (sea usted mismo). Entonces, si hay un mundo en el que sólo hay naranjas y yo, manzana, me confronto sólo con naranjas, lo único que sé es que no soy una naranja. No sé si soy grande o chica, porque el otro es igual en tamaño, no sé si soy redondo porque nunca vi algo que no fuera redondo. Supongamos que a ese mundo cae una sola banana, entonces, además del cambio de color y de textura con respecto a una naranja, yo me doy cuenta de que soy redonda porque

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