La Imagen Inconsciente Del Cuerpo Francoise Dolto
yamii.sc1 de Noviembre de 2013
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El joven adulto, según Eric Erikson, puede formar parte de corrientes de asociaciones de solidaridad (ritualizaciones integrantes) o bien de sistemas elitistas (ritualizaciones desintegrantes). Esta elección va a depender de cómo el individuo haya resulto el conflicto entre la intimidad, entendida como la confianza al otro, movilizándolo a comprometerse como integrante de un grupo, y desarrollando una fuerza ética para ser fiel a esos lazos y el aislamiento afectivo, consecuente del individualismo y egocentrismo psicosocial. (Nelso Antonio Bordignon, 2006)
Un justo equilibrio entre la intimidad y el aislamiento tiene como resultado la capacidad de adaptación del individuo a la sociedad, tanto en ámbitos personales (como los afectivos) como profesionales. (Nelso Antonio Bordignon, 2006).
Birren (2000) sostiene que:
“la adultez es, quizá, la época de la vida en que se presentan más transiciones y cambios en general, en la que se viven más ritos de paso (por ejemplo: salida de los hijos del hogar, retiro del empleo formal, viudez, entre otros), y en la que pueden surgir las más diversas interacciones, así como muchos nuevos factores y posibilidades” (Citado por Dulcey-Ruiz y Valdivieso, 2002, p13).
Estos cambios, que podrían devenir de factores culturales como económicos, son los responsables de las diversas representaciones sociales que el sujeto se constituya. Estas representaciones forman parte de nuestra cotidianidad, y las expresamos en detalles tan simples como los términos, gestos, creencias, entre otros.
Además es sabido que la adultez se relaciona con el contexto socioeconómico: en entornos económicos y socioculturales más pobres se asumen temprano en la vida roles asociados a adultos, como los reproductivos y laborales, en contraste con otros entornos en los cuales se da lo que Erikson denomina una moratoria psicológica y sociocultural, equivalente a la llamada adolescencia (Elisa Dulcey-Ruiz, 2002)
Aunque el concepto de representación social puede encontrarse en diferentes textos de psicología y psicología social, su elaboración conceptual y formulación teórica es relativamente reciente y se debe a Serge Moscovici. (Instituto de Estudios Peruanos, 2002)
Moscovici buscaba hacer una lectura del concepto durkheimniano de la representación colectiva y darle un papel más activo en la sociedad.
Para Durkheim las representaciones colectivas son formas de conocimiento o ideación construidas socialmente y que no pueden explicarse como epifenómenos de la vida individual o recurriendo a una psicología individual (Instituto de Estudios Peruanos, 2002): “Un hombre que no pensara por medio de conceptos no sería un hombre; puesto que no sería un ser social, reducido solamente a las percepciones individuales, sería indiscriminado y animal” (Durkheim, 1912, p. 625); “Pensar conceptualmente no es simplemente aislar y agrupar un conjunto de caracteres comunes a cierta cantidad de objetos: es subsumir lo variable en lo permanente, lo individual en lo social”. (Durkheim, 1912, p. 627)
Las representaciones sociales tienen la particularidad que se van conformando a partir de que el individuo va interaccionando con la sociedad. A medida de que esta última se va modificando, las representaciones sociales se van actualizando.
Estas representaciones no solo son internas de la sociedad, sino que también son modos de comunicar aspectos propios de ellas a otras sociedades, como ser los rasgos culturales.
“(…) en opinión de Moscovici (1984) las representaciones colectivas son mecanismos explicativos que se refieren a una clase general de ideas y creencias, mientras que las representaciones sociales son fenómenos que necesitan ser descritos y explicados.” El propio Moscovici (1981, p.181) las define como un:
"conjunto de conceptos, declaraciones y explicaciones originadas en la vida cotidiana, en el curso de las comunicaciones interindividuales. Equivalen, en nuestra sociedad, a los mitos y sistemas de creencias de las sociedades tradicionales; puede, incluso, afirmarse que son la versión contemporánea del sentido común" (Citado por José Luis Alvaro, 2009)
Las representaciones sociales no son solo formas de crear y trasmitir las nociones de la realidad social, lo que quedaría en un campo semántico, sino que incluyen unidades de índole simbólica respecto que concretizan estas nociones. A partir de este punto es que podríamos creer que las representaciones sociales no son solo elementos abstractos de la sociedad puesto que también son modelos para el accionar, adaptando el medio en que tendrá lugar la acción a las características y creencias del individuo.
“Su finalidad es la de transformar lo desconocido en algo familiar. Este principio de carácter motivacional tiene, en opinión de Moscovici, un carácter universal”. (José Luis Alvaro, 2009)
Además de las unidades simbólicas se constituyen a partir de componentes científicos, sociológicos y psicológicos, e históricos, como los míticos.
Los mitos se diferencian de las representaciones sociales en cuanto los primeros constituyeron, en su época de esplendor, lecciones de vida, actuando como organizadores sociales. Creer que, las representaciones sociales tienen exactamente, y solamente, los rasgos psíquicos y sociológicos pertenecientes del mito seria reducir su campo a simples imaginarios colectivos.
“Cuando hablamos de representaciones sociales, partimos generalmente de otras premisas. En primer lugar, consideramos que no hay un corte dado entre el universo exterior y el universo del individuo (o del grupo), que, en el fondo, el sujeto y el objeto no son heterogéneos en su (...) comportamiento y sólo existe en función de los medios y los métodos que permiten conocerlo.” (Instituto de Estudios Peruanos, 2002, p. 6)
Las representaciones sociales pueden valerse por sí mismas, pero siempre dentro del ambiente culturar en el que fueron elaboradas.
En nuestra sociedad reina una gran confusión, devenida de las representaciones sociales respectivamente, de cuál es la tarea principal del psiquíatra y cuál la del psicólogo/psicoanalista; es menester diferenciar que el psiquiatra es un licenciado en medicina y el psicólogo clínico es un licenciado en psicología. El psiquiatra se ocupa, habitualmente, de diagnosticar y recetar un fármaco; y el psicólogo clínico, junto con el diagnóstico, busca analizar las dificultades específicas del paciente día a día y hace un plan ajustado a estas para superarlas. (Labrador Encinas, Vallejo Pareja, Mantellanes, Echeburúa Odriozola, Bados López, Fernández-Montalvo, 2002)
Recientemente se publicó la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM) el cual “ha generado un profundo debate de cómo la sociedad moderna debe tratar a los trastornos mentales” (Doward, 2013). Este debate repercute en estos dilemas de conceptualización.
“Los críticos afirman que el manual cada vez más voluminoso de la American Psychiatric Association verá a millones de personas innecesariamente categorizados como poseedoras de trastornos psiquiátricos. Por ejemplo, la timidez en los niños, las rabietas y la depresión después de la muerte de un ser querido puede convertirse en problemas médicos tratables con fármacos. Lo mismo ocurriría con la Adicción a Internet.” (Doward, 2013)
Si bien los términos técnicos de dicho diccionario psiquiátrico de trastornos no son ampliamente conocidos por individuos que no pertenezcan al ámbito de la salud mental, que hechos que afecten a distintos procesos de vida, para no llamarlos enfermedades, siguiendo la idea de Alfredo Moffatt, , que los profesionales de la psicología “no curamos un aparato psíquico sino un proceso de vida” (Moffatt, 2007), sean categorizados como trastornos psíquicos genera en quien lo padece una especie de miedo o negación, provocando que no se comience un tratamiento psicológico o que no se presente adherencia al tratamiento. Ya la idea de “enfermedad” mental, como concepto, es una experiencia aversiva para el que la padece (Crego, 2013). “Como el escritor Jon Ronson, medio en broma, en una reciente charla en TED indicó: "¿Es posible que la profesión psiquiátrica tenga un fuerte deseo de etiquetar como un trastorno cosas que forman parte del comportamiento humano esencial?"” (Doward, 2013)
Freeman et al. (2013) desarrollan el supuesto de que la falta de conciencia de la enfermedad – es decir, el no reconocerse a uno mismo como persona que necesita ayuda – y la “falta de coherencia” entre lo que el paciente piensa que la terapia debe aportarle y lo que la terapia le ofrece son motivos de la no adherencia al tratamiento. Basta con ponerse en su lugar para entender que no es muy lógico seguir prescripciones de tipo psicológico para alguien que atribuye una causa estrictamente biológica a sus síntomas. Es igualmente razonable una menor disposición a involucrarse en la terapia si uno piensa que sus síntomas van a desaparecer pronto, o que –aunque fuesen prolongados en el tiempo- la situación es inevitable y no se puede hacer nada por cambiarla. (Doward, 2013)
La División de Psicología Clínica (DCP) publicó un comunicado, en relación al lanzamiento del DSM-V, pidiendo el abandono del diagnóstico psiquiátrico y el desarrollo de las alternativas que no utilicen el lenguaje de la “enfermedad” o el “desorden”. (Doward, 2013)
“La declaración afirma: "El diagnóstico psiquiátrico se presenta a menudo como una declaración objetiva de los hechos, pero es, en esencia, un juicio clínico basado en la observación y la interpretación de la conducta y los auto-informes y, por lo tanto, sujeto a variación y sesgos."
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