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La Regresion

roxy193031 de Julio de 2013

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La regresión.

Una vez que nos hemos precavido contra las objeciones, o hemos indicado por lo

menos, cuáles son las armas que para nuestra defensa poseemos, no debemos aplazar por

más tiempo la iniciación de nuestras investigaciones psicológicas, para las que ya nos

hallamos preparados. Ante todo, reuniremos los resultados principales que hasta ahora nos

ha proporcionado nuestra investigación. El sueño es un acto psíquico importante y

completo. Su fuerza impulsora es siempre un deseo por realizar. Su aspecto, en el que nos

es imposible reconocer tal deseo, y sus muchas singularidades y absurdidades proceden de

la influencia de la censura psíquica que ha actuado sobre él durante su formación. A más de

la necesidad de escapar a esta censura, han colaborado en su formación una necesidad de

condensar el material psíquico, un cuidado de que fuera posible su representación por

medio de imágenes sensoriales y, además -aunque no regularmente-, el cuidado de que el

producto onírico total presentase un aspecto racional e inteligente. De cada uno de estos

principios parte un camino que conduce a postulados e hipótesis de orden psicológico.

Deberemos investigar la relación recíproca existente entre el motivo optativo y las cuatro

condiciones indicadas, así como las de estas últimas entre sí. Por último, habremos de

incluir al sueño en la totalidad de la vida anímica.

Al principio del presente capítulo hemos expuesto un sueño que nos plantea un

enigma cuya solución no hemos emprendido todavía. La interpretación de este sueño no

nos opuso dificultad ninguna, pareciéndome únicamente que había de ser completada. Nos

preguntamos por qué en este caso se producía un sueño en vez del inmediato despertar el

sujeto, y reconocimos como uno de los motivos del primero el deseo de representar al niño

en vida. Más adelante veremos que en este sueño desempeña también un papel otro deseo

distinto; pero por lo pronto dejaremos establecido que fue para permitir una realización de

deseos por lo que el proceso mental del reposo quedó convertido en un sueño. Fuera de la

realización de deseos no hay más que un solo carácter que separe en este caso los dos

géneros de actividad psíquica. La idea latente sería: «Veo un resplandor que viene de la

habitación en la que está el cadáver. Quizá haya caído una vela sobre el ataúd y se esté

quemando el niño.» El sueño reproduce sin modificación alguna el resultado de esta

reflexión, pero lo introduce en una situación presente y percibida por los sentidos como un

suceso de la vigilia. Este es, como sabemos, el carácter psicológico más general y evidente

del sueño. Una idea, casi siempre la que entraña el deseo, queda objetivizada en el sueño y

representada en forma de escena vivida. ¿Cómo podremos explicar esta peculiaridad

característica de la elaboración onírica, o, hablando más modestamente, cómo podremos

incluirla entre los procesos psíquicos? Un examen más detenido nos hace observar que la

SIGMUND FREUD

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forma aparente de este sueño nos muestra dos caracteres casi independientes entre sí. El

primero es la representación en forma de situación presente, omitiendo el «quizá». El otro

es la transformación de la idea en imágenes visuales y en palabras.

La transformación que las ideas latentes experimentan por el hecho de quedar

representado en presente lo que ellas expresan en futuro no resulta quizá muy evidente en

este sueño, circunstancia que depende del particular papel, realmente accesorio, que en él

desempeña la realización de deseos. Tomemos otro sueño en el que el deseo onírico no se

distinga de la continuación durante el reposo de los pensamientos de la vigilia; por ejemplo,

el sueño de la inyección de Irma. En este sueño la idea latente que alcanza una

representación aparece en optativo: «¡Ojalá fuese Otto el culpable de la enfermedad de

Irma!» El sueño reprime el optativo y lo sustituye por un simple presente: «Sí; Otto tiene la

culpa de la enfermedad de Irma.» Es ésta, pues, la primera de las transformaciones que todo

sueño, incluso aquellos que aparecen libres de deformación, lleva a cabo con las ideas

latentes. Pero esta primera singularidad del sueño no habrá de detenernos mucho y nos

bastará recordar la existencia de fantasías conscientes y de sueños diurnos que proceden del

mismo modo con su contenido de representaciones. Cuando Mr. Joyeuse, el célebre

personaje de Daudet, vaga sin ocupación alguna a través de las calles de París para hacer

creer a sus hijas que tiene un destino y se halla desempeñándolo, sueña con los

acontencimientos que podrían proporcionarle un protector y una colocación y se los

imagina en presente. El fenómeno onírico utiliza, por tanto, el presente en la misma forma y

con el mismo derecho que el sueño diurno. El presente es el tiempo en que el deseo es

representado como realizado.

El segundo de los caracteres antes mencionados es, en cambio, peculiar al sueño y

lo diferencia de la ensoñación diurna. Este carácter es el de que el contenido de

representaciones no es pensado, sino que queda transformado en imágenes sensoriales a las

que prestamos fe y que creemos vivir. Advertiremos desde luego que no todos los sueños

presentan esta transformación de representaciones en imágenes sensoriales. Hay algunos

que no se componen sino de ideas, no obstante lo cual nos es imposible discutirles el

carácter de sueños. Mi sueño «autodidasker la fantasía diurna con el profesor N.» es uno de

éstos, en los que apenas intervienen elementos sensoriales, como si hubiéramos pensado su

contenido durante la vigilia. Asimismo hay en todo sueño algo externo, elementos que no

han quedado transformados en imágenes sensoriales y que son simplemente pensados o

sabidos del mismo modo que en la vigilia. Recordemos, además, que tal transformación de

representaciones en imágenes sensoriales no es exclusiva del sueño, sino que aparece

también en la alucinación, esto es, en aquellas visiones que constituyen un síntoma de la

psiconeurosis o surgen independientemente de todo estado patológico. La relación que aquí

investigamos no es pues, exclusiva del sueño, pero constituye de todos modos su carácter

más notable. Su comprensión exige que ampliemos nuestras especulaciones.

Entre todas las observaciones que sobre la teoría de los sueños nos ofrecen las obras

de los autores ajenos al psicoanálisis hallamos una muy digna de atención. En su obra

Psicofísica (tomo II, pág. 526) influye el gran G. Th. Fechner la hipótesis de que la escena

en la que los sueños se desarrollan es distinta de aquella en la que se desenvuelve la vida de

representación despierta, y añade que sólo esta hipótesis puede hacernos comprender las

LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS

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singularidades de la vida onírica. La idea que así se nos ofrece es la de una localidad

psíquica. Vamos ahora a prescindir por completo de la circunstancia de sernos conocido

también anatómicamente el aparato anímico de que aquí se trata y vamos a eludir asimismo

toda posible tentación de determinar en dicho sentido la localidad psíquica.

Permaneceremos, pues, en terreno psicológico y no pensaremos sino en obedecer a la

invitación de representarnos el instrumento puesto al servicio de las funciones anímicas

como un microscopio compuesto, un aparato fotográfico o algo semejante. La localidad

psíquica corresponderá entonces a un lugar situado en el interior de este aparato, en el que

surge uno de los grados preliminares de la imagen. En el microscopio y en el telescopio son

estos lugares puntos ideales; esto es, puntos en los que no se halla situado ningún elemento

concreto del aparato. Creo innecesario excusarme por la imperfección de estas imágenes y

otras que han de seguir. Estas comparaciones no tienen otro objeto que el de auxiliarnos en

una tentativa de llegar a la comprensión de la complicada función psíquica total,

dividiéndola y adscribiendo cada una de sus funciones aisladas a uno de los elementos del

aparato. La tentativa de adivinar la composición del instrumento psíquico por medio de tal

división no ha sido emprendida todavía, que yo sepa. Por mi parte, no encuentro nada que a

ella pueda oponerse. Creo que nos es lícito dejar libre curso a nuestras hipótesis, siempre

que conservemos una perfecta imparcialidad de juicio y no tomemos nuestra débil armazón

por un edificio de absoluta solidez. Como lo que necesitamos son representaciones

auxiliares que nos ayuden a conseguir una primera aproximación a algo desconocido, nos

serviremos del material más práctico y concreto.

Nos representamos, pues, el aparato anímico como un instrumento compuesto a

cuyos elementos damos el nombre de instancias, o, para mayor plasticidad de sistemas.

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