La influencia de Charcot en el camino hacia el éxito de Freud

La influencia de Charcot en el camino hacia el éxito de Freud.

Catedra: Psicoanálisis

Integrantes: Romina Meza

                                                        Karina Meneses

 Constanza Uzieda

                                Yanira Aleuy

          Natacha Vargas

          Natalia Garrido

                        Claudia González

Freud, entre 1885 y 1886 fue alumno de Charcot en la Salpêtrière (Instituto asistencial de mujeres), ubicada en París, lo que provocó un viraje en sus estudios y en su forma de pensar, gracias a la influencia que ejerció sobre él la personalidad de Charcot, quien lo tenía extasiado en demasía con su “genialidad y sensatez”, lo que derivó a un cambio en su objeto de estudio, pasando desde la Cs. Física a la Psicología.

Freud con gran admiración, escribe en las siguientes notas como parte de un relato necrológico sobre la vida de Charcot, quien murió a los 68 años sin previo aviso, dejando en evidencia que a pesar de todos los textos que otorgo al estudio de la ciencia y a sus discípulos, nada se compara a lo mucho que tenia para entregar en vida.

Charcot era un hombre al cual le gustaba hablar de su trayectoria. Su despertar científico comenzó en su juventud, producto de todo el material de hechos neuropatológicos sin investigar que había en aquella época.  

Solía decirse a sí mismo, en sus visitas como internista a la Salpêtrière: “Será preciso que vuelva aquí y aquí me quede” (S. Freud, 1893), en tanto se encontraba ya en clínica, disponía de un gran número de enfermos crónicos, que lo llevaron a emplear su singular talento; el de vidente (como así mismo se llamaba, ya que acostumbraba ver una y otra vez el caso hasta abrirse al entendimiento). Viendo que muchos síntomas se repetían en distintos pacientes, fue creando cuadros clínicos partiendo de la esquematización de los casos complejos y extremos. A este trabajo de no reconocer iguales lo llamaba “cultivar la nosografía”.

En el ámbito académico a Charcot se le creo una catedra de neuropatología a cambio de ampliar la clínica junto a unos institutos científicos anexos a la Salpêtrière, los que poseían laboratorios histológicos, un museo, sección de electroterapia, entre otras; sin embargo, en su total apogeo con abundancia de recursos tanto en el campo de la investigación como en la docencia, jamás dejo de ser un hombre laborioso, manteniendo un consultorio ambulante donde atendía personalmente los casos, promoviendo nuevos métodos de tratamiento altamente exitosos.

Gran parte del éxito de Charcot se debió a su propia persona, a las horas y disposición que le entrego tanto a sus discípulos como a la clínica misma, su franqueza para admitir sus dudas y  a su amabilidad en cualquier contexto, inclusive en lo social.

En el tiempo en el que se erigía su clínica, consagró gran interés por la histeria, que era la enfermedad nerviosa más enigmática. Al ser mal vista, se decía que en esta patología toda sintomatología era posible, lo que desacreditaba la credibilidad de las pacientes. Lo que logró Charcot, con su peso como autoridad en el campo de la ciencia, fue devolver la dignidad, autenticidad y objetividad a los fenómenos histéricos. De ahí en adelante, no se podría tratar de una simulación por parte de los pacientes, ya que, sostenía que una persona histérica presentaba síntomas físicos y que realmente esta no podía expresar su origen, asegurando que, tras conocer su historia, se descubre cierto un trauma capaz de producir estas exteriorizaciones físicas.

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