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Los Valores En Los Niños


Enviado por   •  11 de Febrero de 2013  •  1.761 Palabras (8 Páginas)  •  268 Visitas

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“Los Contravalores de la Televisión”

Sorprende que hasta ahora no se haya cobrado conciencia de la gravedad del daño que hacen a la educación nacional los valores que transmite la televisión mexicana. Son contados los investigadores que estudian este asunto,[2] esporádicos los periodistas que en él profundizan,[3] y el tema jamás ha sido objeto de preocupación del Senado o de la Cámara de Diputados; tampoco aparece, siquiera insinuando, en los documentos de la SEP que diagnostican las necesidades educativas de los niños y jóvenes o definen sus políticas.

Un inofensivo artículo de la Ley General de Educación (LGE) (el 74), que nunca se ha intentado reglamentar, prescribe que los medios de comunicación deben contribuir al logro de los fines de la educación y ser coherentes con los criterios normativos que la orientan; pero las empresas televisivas, independientemente de que su regulación compete principalmente a la Secretaría de Gobernación y no a la de Educación Pública, se rasgan las vestiduras ante el menor intento de limitar su libertad.

La penetración de la televisión en la sociedad mexicana hasta generalizarse como medio de entretenimiento no ha estado acompañada por la necesaria reflexión crítica sobre sus efectos culturales, políticos, sociales y educativos, en particular respecto a los valores que transmite y los modelos de vida que difunde. Hoy nos encontramos ante un hecho consumado.

Por ello, el conflicto entre los valores televisivos y los que propugna teóricamente la escuela es un asunto poco expuesto ante la opinión pública, pero no menos grave; por su importancia lo reseñamos en primer lugar. Hasta hace pocos años, cuando Televisa mantenía el monopolio de este medio de comunicación, solía decirse que el secretario de Educación grande, despachaba en la Avenida Chapultepec y el pequeño en la calle de Argentina;[4] y se destacaba el contraste entre lo que la escuela construía por las mañanas y lo que la televisión destruía por las tardes. Mientras las escuelas intentan formar valores morales, los niños y jóvenes asimilan a través de la televisión los contravalores que ésta dicta: que la felicidad consiste en la abundancia de bienes materiales, que la finalidad de la vida es el éxito económico, que hay que competir despiadadamente, que es necesario recurrir a la violencia, que hay que desconfiar de los demás y que la generosidad y la solidaridad son prescindibles.

Al hablar de este tema es fácil caer en una crítica unilateral e ideologizada; los efectos de la televisión como fenómeno social son sumamente complejos y rechazan las simplificaciones; también debe tener efectos positivos que quienes son los dueños, administradores, gerentes o quienes trabajan encargados de la selección y difusión de sus programas, comerciales y Comentarios al respecto. Es también necesario distinguir de qué televisión se habla, pues en la de paga hay programas (Discovery, National Geographic, History Channel, Videos Culturales, por ejemplo) cuya labor sobre la educación es significativa; éstos, al igual que varias emisiones de la televisión mexicana sostenida por el Estado (canales 11 y 22), de excepcional calidad, sirven precisamente para evidenciar las potencialidades positivas de este medio.[5] Lo que aquí diremos se refiere a la mayoría de los programas de la televisión comercial mexicana.

Día a día la televisión inculca en los niños y jóvenes una visión de la vida carente de sentido humano y de los ideales que supuestamente deben guiar la educación; se les familiariza con funciones sociales normativas y estereotipos –de hombre y mujer, de soltero, casado o divorciado, de ancianos o personas con discapacidad, de héroes y malhechores- que obedecen a criterios discutibles o a patrones de conducta de otras culturas; se moldea el sentido de su sexualidad induciéndolos a buscar la satisfacción sexual sin reflexionar en sus responsabilidades; se les inculca persistentemente el principio de que el éxito depende del consumo, y de que es siempre el más fuerte el que triunfa; y se propone una idea de felicidad basada en valores egoístas sin referencia a la solidaridad con los demás. Los noticieros desinforman pues su contenido no está dictado por el significado de lo que sucede sino por el rating que cada noticia logra; la superposición de noticias de muy diversa importancia induce a la trivialización. Las telenovelas y la publicidad moldean sus aspiraciones y, además, se les acostumbra a un lenguaje con frecuencia vulgar y ramplón. La educación sentimental y de valores de varias generaciones de mexicanos se abandonó por décadas a la televisión comercial.

Desde el punto de vista educativo, conviene reflexionar sobre todo en tres aspectos que destacan los estudiosos del tema.[6] Los niños y jóvenes no desarrollan su sentido crítico; la forma como se les presentan las tramas y como se caracteriza a los personajes, unida a la rapidez y al carácter visual propios del medio, suprime la posibilidad de cuestionamientos o de desarrollar un pensamiento matizado; el resultado de estos procesos es que la mente se acostumbra a la superficialidad y la trivialización.

En segundo lugar se critica con toda razón la carga excesiva de violencia en la actual televisión, tema muy estudiado. La violencia televisiva debe considerarse tan nociva como la que ocurre en el hogar; sus efectos sobre los sentimientos y el carácter de los niños son semejantes a los de un ambiente familiar violento. Independientemente de que ver escenas violentas incida o no en incrementar la propensión a actuar violentamente,[7] ciertamente la violencia televisiva inculca la persuasión de que el más fuerte tiene la razón, de que hay que despreciar al débil y de que se vale ser cruel (Condry, 2000:71). La exposición continua a la violencia provoca además, sobre todo en los niños, un estado de ansiedad, miedo y suspicacia.

Advertir de los daños que causa la violencia televisiva no es cuestión de un escrúpulo moralizante; un filósofo de la talla de Karl Popper lo ha hecho con particular fuerza; resumimos a continuación su argumentación: (Popper, 2000:48 ss). Los niños vienen al mundo estructurados para adaptarse a su ambiente; educarlos significa presentarles un ambiente positivo y humano, familiarizarlos con estilos de vida que los preparen para sus futuras tareas de madres y padres de familia, ciudadanos y hombres y mujeres productivos; cada generación tiene la responsabilidad de crear un mejor ambiente que la anterior. Si ahora dejamos que sea la televisión la que les presente ese ambiente, corremos el riesgo de que sean sus valores los que se impongan.

Debiéramos

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