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Mi Credo Pedagogico


Enviado por   •  6 de Marzo de 2014  •  2.191 Palabras (9 Páginas)  •  332 Visitas

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MI CREDO PEDAGOGICO, JOHN DEWEY

BIBLIOGRAFÍA

JOHN DEWEY, “MI CREDO PEDAGÓGICO”, EN

TEORÍA DE LA EDUCACIÓN Y SOCIEDAD

CENTRO EDITOR DE AMÉRICA LATINA. BUENOS AIRES, 1977

Trad. LORENZO LUZURIAGA, PP. 55-71

INTRODUCCIÓN

El niño comienza su educación con la participación en la sociedad en la que se encuentra inmerso de manera inconsciente desde su nacimiento y por la estimulación que recibe de las personas que viven o conviven con él, principalmente a través del lenguaje. De esta manera va adquiriendo capacidades y habilidades de forma interna que le permiten adaptarse a la vida en sociedad poniendo en práctica lo aprendido.

Sabemos que los niños no llegan en “blanco” a la escuela primaria y que poseen diversos conocimientos previos adquiridos de su contexto social, lo que significa que la educación en las escuelas debe estar basada en lo que al niño interese y le sirva en la sociedad a la que pertenece. Es por ello que debe ofrecer actividades relacionadas con su entorno que le ayude a desarrollar habilidades y capacidades para desenvolverse en la sociedad, a conocer y a relacionarse con los demás.

“Siendo la educación un proceso social, la escuela es simplemente aquella forma de vida en comunidad en la que se han concentrado todos los medios más eficaces para llevar al niño a participar en los recursos heredados de la raza y a utilizar sus propias capacidades para fines sociales.” La educación debe estar sumamente relacionada con la vida del niño, con su hogar y su contexto, no puede alejarse de la educación que adquiere en el hogar, sino que más bien la organiza.

MI CREDO PEDAGÓGICO

Artículo 1º: Lo que es la educación

La única educación verdadera se realiza estimulando la capacidad del niño por las exigencias de las situaciones sociales en que se halla. Mediante estas exigencias es estimulado a actuar como miembro de una unidad, a emerger de su estrechez originaria de acción y de sentimiento y a considerarse él mismo desde el punto de vista del bienestar del grupo a que pertenece. Mediante las reacciones de los demás a sus propias actividades llega a conocer lo que éstas significan en términos sociales.

El valor que ellas tienen se refleja en él. Por ejemplo, mediante las reacciones a los balbuceos instintivos del niño, éste llega a conocer lo que esos balbuceos significan; éstos se transforman en lenguaje articulado, y así el niño es introducido en la riqueza acumulada de ideas y emociones que se hallan concentradas en el lenguaje.

Este proceso educativo tiene dos aspectos: uno psicológico y otro social, y ninguno de ellos puede subordinarse al otro o descuidarse sin producir malas consecuencias. Los instintos y capacidades del niño proporcionan el material y constituyen el punto de partida para toda educación. Excepto cuando los esfuerzos del educador se relacionan con alguna actividad que el niño realiza por propia iniciativa, independiente del educador, la educación queda reducida a una presión ejercida desde afuera.

El conocimiento de las condiciones sociales, del estado actual de la civilización, es necesario para poder interpretar adecuadamente las capacidades del niño.

El niño tiene sus propios instintos y tendencias; pero no sabe lo que significan hasta que podamos traducírselos en sus equivalentes sociales.

Tenemos también que poderlos proyectar en el futuro para comprender su resultado y su finalidad.

En el ejemplo antes usado, la capacidad para ver en los balbuceos del niño la promesa y la potencia de una futura interrelación y conversación es lo que permite tratar debidamente ese instinto. la definición social de la educación, considerándola como la adaptación a la civilización, hace de ella un proceso forzado y externo, que tiene por resultado la subordinación de la libertad del individuo a un estado social y político preconcebido.

Para saber lo que realmente es una capacidad debemos conocer cuál es su finalidad, uso o función, y esto no podemos saberlo sino en el caso de concebir al individuo como ser activo en las relaciones sociales. Pero, por otra parte, la única adecuación posible que podemos dar al niño, en las condiciones existentes, es la que surja de ponerle en plena posesión de todas sus capacidades.

En suma, creo que el individuo que ha de ser educado es un individuo social y que la sociedad es una unión orgánica de individuos. Si eliminamos del niño el factor social nos quedamos sólo con una abstracción; si eliminamos de la sociedad el factor individual nos quedamos sólo con una masa inerte y muerta.

La educación, por tanto, debe comenzar con un conocimiento psicológico de las capacidades, intereses y hábitos del niño. Ha de ser controlada en cada punto con referencia a las mismas consideraciones. Esos poderes, intereses y hábitos han de ser constantemente interpretados: debemos saber lo que significan. Han de ser traducidos a sus equivalentes sociales, a lo que son capaces en el sentido del servicio social.

Artículo 2º: Lo que es la escuela

La escuela ha de ofrecer al niño estas actividades y reproducirlas de modo que el niño aprenda gradualmente su sentido y sea capaz de desempeñar su papel con relación a ellas.

Esto es una necesidad psicológica porque es el único medio de asegurar la continuidad en el desarrollo del niño, el único medio de proporcionar un fondo de pasadas experiencias a las nuevas ideas dadas en la escuela.

Ello es también una necesidad social porque el hogar es la forma de vida social en la que el niño se ha criado y en relación con la cual ha recibido su educación moral. Es asunto de la escuela profundizar y ampliar su sentido de los valores concentrados en su vida de hogar.

La educación moral ha de centrarse sobre esta concepción de la escuela como un modo de vida social, y la mejor y más profunda preparación moral es precisamente la que se adquiere entrando en las debidas relaciones con los demás, formando una unidad de trabajo y pensamiento. Los actuales sistemas educativos, en cuanto destruyen o descuidan esa unidad, hacen difícil o imposible adquirir una auténtica y sistemática educación moral.

El maestro no está en la escuela para imponer ciertas ideas o para formar ciertos hábitos en el niño, sino que está allí como un miembro de la comunidad para seleccionar

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