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Noche de guerra en el Museo del Prado


Enviado por   •  30 de Octubre de 2013  •  Tutoriales  •  10.820 Palabras (44 Páginas)  •  397 Visitas

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Rafael Alberti

Noche de guerra

en el Museo del Prado

(1956)

Aguafuerte en un prólogo y un acto

PERSONAJES

AUTOR

Los que pertenecen a los cuadros, dibujos y aguafuertes de Goya:

MANCO

FUSILADO

AMOLADOR

ESTUDIANTE

MAJA

TORERO

FRAILE

CIEGO

VIEJA 1

VIEJA 2

VIEJA 3

DESCABEZADO

BURRO

BUCO

COMPARSA DE LISIADOS Y PUEBLO DE MADRID.

Estos personajes han de vestir como a comienzos del siglo XIX: unos, en colores vivos, pero opacos, y otros en grises, sepias, blan-cos y negros, buscando el claroscuro de los dibujos y aguafuertes.

Los que pertenecen a un cuadro de Ticiano:

VENUS

ADONIS

MARTE

VENUS ha de ir casi desnuda, con un color blanquecino de esta¬tua. ADONIS, con túnica color vino granate, muslos desnudos y san¬dalias. MARTE, primero, con piel y máscara de jabalí. Luego, casi des¬nudo, con casco de acero.

Los que pertenecen a Velázquez:

ENANO

REY

El ENANO ha de ir lo mismo que en el retrato titulado "D. Sebastián de Mora". El REY, como en el Disparate n9 2 de Goya, que lleva la leyenda: "Locura del miedo": capucha y ropón oscuros de espantajo.

Personaje que pertenece a un cuadro de Fra Angélico:

ARCÁNGEL SAN GABRIEL

Ha de ir vestido con una túnica color rosa pálido.

El que pertenece al retablo anónimo de Arguis:

ARCÁNGEL SAN MIGUEL

Espada y túnica rojo violento.

Personajes actuales:

MILICIANO 1

MILICIANO 2

La acción, en el Museo del Prado de Madrid, y en noviembre de 1936.

Muchas de las frases que dicen los personajes de esta obra, son las mismas que Goya puso al pie de sus dibujos y aguafuertes.

PRÓLOGO

DECORACIÓN: En penumbra, un gran telón blanco, a modo de pantalla cinematográfica, diseñada en él con líneas negras la pers¬pectiva de la sala central del Museo del Prado. Al surgir el AUTOR, es iluminado su rostro por un rayo de luz.

AUTOR. — Buenas noches, señoras y señores. Aunque mejor debiera decirles "Buenos días", porque en aquella fecha el cielo estaba azul y un ancho sol casi de otoño apoyaba su mano cálida contra los muros de esta casa. Así que, entonces: Buenos días, señoras y señores. Pero... ¿buenos? No, buenos, no; malos y más que ma¬los, para esta casa de la Pintura, aquéllos que corrieron a raíz de aquel 18 de julio de 1936. Casa de la Pintura, sí. Y la llamo así, casa, porque para mí fue la más bella vivienda que albergara mis años de adolescencia y juventud. A ella llegaba yo cada mañana, quedándome arrobado en sus cuartos más íntimos o en sus grandes salones, por los que oía de pronto el ladrar de los perros de Diana o me encontraba de improviso en el claro de un bosque con las tres diosas de la Gracia, lozanas y redondas, como aquel fauno de los campos de Flandes las ofreciera un día a nuestros ojos. Los cierro ahora, sí, señoras y señores, y al cabo de tan lar¬gos años de destierro y angustias, todavía las veo, sorprendido. Era yo un inocente pueblerino cuando me atreví a entrar por vez primera en esta casa.

(Al retirarse el rayo de luz que ilumina el rostro del Autor, aparecen en la pantalla "Las Tres Gracias", de Rubens.)

Yo no sabía entonces que la vida tuviera

Tintoretto —verano—, Veronés —primavera—,

ni que las rubias Gracias de pecho enamorado

corrieran por las salas del Museo del Prado.

(Pausa ligera.)

Así eran las tres claras deidades... y así seguirán siendo, por arte y gracia de Pedro Pablo Rubens, sobre aquellas paredes del Museo madrileño... porque, señoras y señores, la que yo consideraba mi vivienda era, ya lo han adivinado, nada menos que el Museo del Prado de Madrid.

(Se oye, cercana, una gran explosión. "Las Tres Gracias" desaparecen.)

UNA voz. — ¡Pronto! No hay tiempo que perder. Aviones rebeldes han arrojado las primeras bombas sobre la capital. Cualquier de-mora podría ser funesta para nuestro Museo. Como medida ur¬gente, en espera de otras más seguras, se resguardarán las obras en los sótanos del edificio...

AUTOR. — Y así, por orden del Gobierno de la República, se comenzó el salvamento del Museo del Prado. Aquel primer ensueño de mi vida se había desvanecido entre el humo y la sangre de la guerra.

(Ha aparecido en la pantalla "Los fusilamientos del 3 de Mayo en la Moncloa", de Goya.)

Milicianos de los primeros días, hombres de nuestro pueblo, como ésos que Goya vio derrumbarse ensangrentados bajo las balas de los fusileros napoleónicos, ayuda¬ron al salvamento de las obras insignes. 1808. 1936. Tenían las mismas caras, hervor

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