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Pedagogia

jannaby17 de Febrero de 2012

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El Positivismo Mexicano en la educación: Aportes de Manuel Flores, entre Comte y Spencer

On Mexican Positivism in Education: The Contribution of Manuel Flores, Between Comte and Spencer

Héctor Antonio DÍAZ ZERMEÑO

Facultad de Filosofía y Letras

Universidad Nacional Autónoma de México

México, D.F., México

hdzermeno@yahoo.com

RESUMEN

En este breve ensayo tratamos de realizar una hermenéutica analógica entre el positivismo de Augusto Comte, el de Herbert Spencer y el del mexicano Manuel Flores quien, conociendo los elementos de los primeros mencionados, creó una corriente filosófica muy original, aplicada por el gobierno de Porfirio Díaz, de fines del siglo XIX y principios del XX, encauzándola a su proyecto educativo oficial bajo la perspectiva de una educación integral que resultaba muy práctica así como útil para justificar la política social y económica del gobierno en turno, donde el individuo se debía al Estado por la protección que le brindaba. Una revisión comparativa de los principios del francés, del inglés y del mexicano, con los últimos documentos oficiales de la Política Educativa de los gobiernos de México, entre 1989 y el día de hoy, nos permitirá apreciar la continuidad de tales principios aunque con más objetivos y modalidades, pero bajo el ropaje del Neoliberalismo, de cara al siglo XXI.

Palabras clave: Positivismo, México, humanismo, educación, Manuel Flores.

ABSTRACT

In this short essay a hermeneutic analogy is attempted between the positivistic ideas of A. Comte, H. Spencer and those of the Mexican pedagogue M. Flores. This educationist, taking into account the proposals of the two former European theorists, was able to put forward an original philosophical reflection which was assumed by the regime of Porfirio Díaz (1877-1880 and 1884-1911) at the turn of the twentieth century. This government`s educational project was based on the perspective of the so-called integral education which proved both practical and useful for governmental politics in which individuals were expected to serve the state, a sort of protective sole-provider. By comparatively reviewing the postulates of both the three educational theorists mentioned above and current educational policies of the Mexican state, a continuity of the older principles, but now with a higher number of objectives and modalities, has been perceived.

Key words: Positivism, Mexico, humanism, mexican education, Manuel Flores.

Presentación

Con esta exposición no pretendemos mostrar de forma exhaustiva el origen y evolución del positivismo mexicano en la educación y sus implicaciones de cara al siglo XXI, sino simplemente dar una idea, en la medida que el espacio nos lo permite, de cómo el positivismo fue incluido en México como un medio de educar al pueblo con el espíritu científico e industrial del siglo XIX, durante el siglo XX y, de cara al XXI, cómo es que todavía influye en el que recién principia.

Si bien queda fuera de duda que el cúmulo de sacudidas políticas y sociales de fines del siglo XVIII y principios del XIX contribuyeron a transformar el mundo tanto o más que el invento de la máquina de vapor y otras invenciones prácticas, y tampoco se duda de la influencia de la independencia de las colonias inglesas, ni de las repercusiones de la revolución francesa y luego del imperio napoleónico, el día de hoy tampoco ponemos en tela de juicio que la ciencia y sus implicaciones en el estudio de las fuerzas hasta entonces desconocidas suscitaron una serie de progresos tecnológicos nunca imaginados, influyendo en la forma de concebir y proyectar la educación a los pueblos más avanzados de la Europa del siglo XIX, donde con el pensamiento ilustrado se justificaron y proyectaron sus gobiernos respectivos, como fue el caso en particular de Francia e Inglaterra con el positivismo.

La Educación Integral al Servicio del Estado, de la Ciencia y del Industrialismo en Augusto Comte y Manuel Flores

De todos es conocido que Augusto Comte y su obra se ubican en la primera mitad del siglo XIX, época en la que continúa en Francia la lucha entre el viejo orden monárquico y el liberalismo burgués. Si las leyes de la primera constitución francesa procuraban establecer los derechos del ciudadano y del individuo como principios normativos de un orden político, social y económico, los monarcas luchaban por volver al viejo régimen feudal, teológico y militar. Ante esta situación se hacía necesaria una "doctrina orgánica" que reorganizara la sociedad y evitara la "rapiña de las revoluciones" (Comte, 1942: 31).

Comte parte de este contexto histórico y de esta necesidad fundamental: era necesario crear una "doctrina orgánica" original ya que "ni la opinión de los reyes ni la opinión de los pueblos pueden satisfacer en manera alguna la necesidad fundamental de reorganización que caracteriza la época actual" (Comte, 1942: 85). Así, era necesario desarrollar una "idea principal", una "doctrina positiva" que diera lugar a un "sistema de ideas generales destinado a servir de guía a la sociedad" (Comte, 1942: 90). Con estas ideas y frente a la cruda realidad de que la sociedad era controlada en forma violenta con el empleo de la fuerza militar, Augusto Comte concibe otra postura. Había que influir sobre la misma naturaleza del individuo para encauzarla en su propio bien, es decir, en el trabajo, en la productividad. Si el fin militar era el del sistema antiguo, el del nuevo sería "el fin industrial" (Comte, 1942: 91).

Es obvio que si Comte quiso acabar con los órdenes monárquico, feudal, teológico y militar, no quiso hacer menos con el socialismo y el comunismo, por considerar las soluciones de estos dos últimos como "ilusorias y subversivas" (Comte, 1912: 8). Sin embargo, de tales sistemas retomó sus características individuales y colectivas para proponer su combinación, de tal modo que, una vez determinado el objetivo industrial, se hicieran coincidir todas las fuerzas y corrientes personales, familiares y sociales en la búsqueda del "bien común" (Comte, 1912: 36).

Es claro que para llegar a realizar estos objetivos era necesario infundir al pueblo una "doctrina orgánica fundamental, una educación conveniente y un espíritu de cuerpo notable", empleando y desarrollando los recursos fundamentales del hombre: el "sentimiento, la razón y la actividad" (Comte, 1912: 10).

También había que concientizar al pueblo para que "subordinara siempre" la inteligencia a la sociedad, tomando la primera como medio y la otra como fin (Comte, 1912: 38). Los cuatro aspectos a educar serían el moral, el estético, el físico y el filosófico (Comte, 1912: 18-19). Éstas son las pautas educativas de orden general propuestas por Comte con el fin de encauzar la creación, la formación y la consolidación de lo que dio por llamar Gran Être [Gran Ser] (Comte, 1912: 18), o "religión de la humanidad", que tendría el "amor por principio, el orden por fundamento y el progreso como finalidad" (Comte, 1912: 25).

En estos principios se sintetizan y condensan los vínculos de unión con los que los mismos hombres, con sus características individuales y colectivas, crearían una nueva re-ligión, la religión de la humanidad. Toda actividad no tendría otra finalidad que coadyuvar, mejorar y hacer progresar la misma humanidad. Así se pretendía acabar con el sentido religioso-teológico del obrar por Dios. Este es el "organismo", este es el Gran Être en función del cual, por el cual y en el cual habría que trabajar. En la humanidad, por ella y para ella se condensarían "directement les trois caractères essentielles du positivisme, son moteur subjetif, son dogme objetif et but actif" ["Directamente los tres caracteres esenciales del positivismo: su motor subjetivo, su dogma objetivo y su finalidad activa"] (Comte, 1912: 27).

Por otro lado, si bien era cierto que de la concurrencia de la actividad individual se desprendería el bien de la humanidad, también era cierto y necesario que la colectividad debería ejercer cierta función sobre los individuos, para así lograr "la influencia de la sociedad sobre la personalidad" (Comte, 1912: 34). ¡Qué mejor medio que una "educación sistematizada" por medio de la cual se enseñara e hiciera sentir que lo fundamental era satisfacer las necesidades como camino para colmar las aspiraciones de dignidad, de libertad, de felicidad y combinar así la utilidad con la realidad!

En síntesis, lo que ofrecía Augusto Comte era un sistema en el que destacando el valor intrínseco de la humanidad, su sociedad tuviera un modelo que no fuera monarquista, politeísta o monoteísta, sino eminentemente humanista positivista. El principio y fin de la existencia humana no tendría ni cobraría sentido sino en función de su actividad industrial, de su amor, de su orden y de su progreso al servicio de este nuevo y Gran Être: la humanidad.

De ese modo surgió en Francia el positivismo comtiano. Una "doctrina orgánica" que ofrecía una solución a una problemática política, social y económica. ¿Acaso al doctor Manuel Flores no se le ocurriría la posibilidad de trasplantar este sistema a México, como ya de hecho lo había iniciado Gabino Barreda? La problemática que afrontaba México por el año de 1877, en el que Flores ingresó como miembro fundador de la sociedad metodófila Gabino Barreda, era muy similar a la que afrontara Francia en la primera mitad del siglo XIX, en cuanto que ésta era una etapa de crisis para el país americano. Apenas si

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