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Pedagogia


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2011  •  3.370 Palabras (14 Páginas)  •  394 Visitas

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Facultad: Historia y ciencias sociales. Cátedra: Historia Medieval.

Federico II Hohenstaufen. «Stupor mundi»

NOMBRE: JUAN CORREA

Federico II Hohenstaufen nació el 26 de diciembre de 1194, Hijo del emperador Enrique VI emperador del sacro imperio romano germánico y de Constanza hija de Rogelio II, primer rey de Sicilia, heredera del reino normando italiano además de ser nieto de Federico barbar roja el emperador alemán líder de la orden teutónica. Según algunas fuentes, el nacimiento de Federico II fue publico ocurrida en una plaza de jesi, existían rumores por la avanzada edad de Constanza presumía la legitimidad de Federico para borrar esas especulaciones y establecer garantías de la legitimidad del niño se celebro de ese modo.

En primer momento la madre de Federico lo nombra como Constantino donde el padre de este enrique VI parece aceptar ese nombre pero en 1196 el pequeño es electo rey de los romanos por el principado alemán en la dieta imperial de Fráncfort, al pasar unos meses y celebrar la ceremonia bautismal enrique decide cambiarle el nombre aplicando la ley sálica, decide el nombre "in auspicium cumulande probitatis", de Friedric Roger Constantine; "Federico" para indicarlo en la futura guía de los príncipes alemanes como nieto de Federico Barbarroja, "Roger" para destacar la legítima pretensión a la corona del Reino de Sicilia como descendiente de Rogelio II de Sicilia y "Constantino" para unirse con la Iglesia de Roma, que en él la edad media indicaba la fuente de la propia autoridad terrena.

Con la muerte de enrique VI en 1197 el niño fue llevado hasta donde su madre, Federico creció en Palermo, donde su madre para cuidar sus derechos lo nombro públicamente heredero al trono. A la muerte de su madre, Federico fue coronado rey de Sicilia el 17 de mayo de 1198 quedo a cargo del papa Inocencio III, este se encargo de su crianza y formación hasta que Federico cumpliera la mayoría de edad, la unión de los reinos de Sicilia y Alemania no era muy bien mirado por el papado ni por los normandos a fin de proteger al inexperto rey de sus enemigos el papa Inocencio III lo impulso a casarse en 1209 con Constanza de Aragón y de castilla, viuda del rey emerico de Hungría.

La reanudación de la política de los Stauffen del Güelfo Otón IV en Italia meridional, originó que el Papa presentara a Federico. Como anti-rey en Alemania. Federico tuvo que prometer no unir el feudo papal de Sicilia al Imperio y dejó coronar a su hijo Enrique, En la bula dorada de Eger (1213) renovó las concesiones hechas al Papado por Otón en 1209, sobre la renuncia al derecho de expolio y la intromisión en la elección de obispos, reconoció la expansión de los Estados pontificios y se impuso definitivamente en Alemania, después de la derrota de la coalición inglesa güelfa-renana contra Francia en Bouvines, en el año 1214. La prohibición de una unión de Sicilia con el Imperio la mantuvo Federico formalmente mientras dejó elegir a su hijo Enrique VII rey de los romanos en 1220, para quien ejerció la tutela él mismo y aceptó igualmente la corona imperial. Federico desde 1212 en su monarquía hereditaria de Italia meridional, particularmente en Apulia. Allí arremetió con la obra de una restauración de los Estados sicilianos. Estaba ampliamente emancipado con respecto al círculo de destierro de pareceres feudales caballerescos; en vez de esto, mostraba una manera de pensar sobria y racional con ideas absolutistas. Bien penetrado del valor del Derecho romano, vio las bases y estabilidad de su concepción del Estado en un Derecho común y así lo presentó en el libro de Augusto del año 1231 (las Constituciones de Melfi). Las fuentes del Derecho no fueron más la tradición y la costumbre que debían ser buscadas y comprobadas, sino el mismo Emperador. La función de la legislación era una máxima señal del poder real, restringido solamente por la razón y profundo conocimiento que facultaba para el cargo imperial. Conforme a eso entró una organización de autoridades burocráticas llevada por un jurista de Derecho civil en la administración del país, en lugar de los elementos feudales. Los juristas fueron formados primeramente en Bolonia y después en Nápoles, desde que Federico en 1224 fundó allí la Universidad del Estado (sin autonomía), y los elementos culturales romano-latinos fueron los signos característicos del nuevo Estado. Federico no pensó limitar sus esfuerzos de restauración a la monarquía hereditaria de Sicilia. Mientras metódicamente extendía su política de administración de norte a sur, fue notorio que únicamente debía tener carácter limitado la concedida separación al Papado de la monarquía hereditaria de Sicilia y del restante Imperio, donde él o su hijo solamente podían ser elegidos soberanos en vida.

La transformación del Imperio, ya preparada anteriormente por Enrique VI, a la cual pertenecía también la Italia septentrional, parecía ahora haber sido acometida por el camino de una reforma de la administración, sin nombrar el objetivo o también habiendo sólo conseguido lo más aproximado. Un nuevo levantamiento del regimiento imperial principalmente en Italia septentrional se opuso a la corporativa confianza del Estado. En contra de su voluntad hacia una política libre, Federico consiguió una reunión de Italia central y septentrional hacia un único organismo estatal, para cumplir las garantías de justicia y de paz como él la expresaba. Apoyado por una alianza con la marca del conde de Verona Ezzelino de Romano, y bajo cooperación de su hijo ilegítimo Enzio, fue cubierto el país entero por una red de distritos construidos uniformemente bajo la dirección de vicarios generales, la mayoría de origen meridional, que al mismo tiempo estaban subordinados al Podestá nombrado por el Emperador. En Alemania se mostraron solamente principios de esta política. Para la elección de su hijo Enrique había ratificado los privilegios ya compuestos en el año 1220 en Privilegium cum principibus ecclesiasticis, dado a los príncipes eclesiásticos en el año 1232, y en el Statutum in favorem principum, dado a los príncipes laicos, cuyo apoyo necesitaba contra el entonces rebelde

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