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Pueden Los Legos Ejercer El Psicoanalisis

pilardearce14 de Mayo de 2014

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El texto “¿Pueden los legos ejercer el análisis?” escrito por Freud, surge a partir de una crítica realizada a los analistas que emplean el psicoanálisis sin tener un título de médicos. El relato se desarrolla a través de una conversación con un interlocutor imparcial, con el fin de esclarecer de qué se trata el psicoanálisis, cuáles son sus componentes e hipótesis, cómo se forma la teoría y discutir acerca de lo “profano” en el análisis. Es decir, se define todo lo que hace al campo epistemológico del psicoanálisis, partiendo de lo que no es. De este modo, Freud explica que no es una “confesión”, ya que existe algo más que las palabras, donde el sujeto dice aquello que no se sabe, siendo la confesión un medio por el cual el sujeto dice “lo que puede”. Asimismo, no es una “sugestión”, diferenciándose cabalmente de métodos anteriormente empleados, como es el caso del hipnotismo. Es decir, el poder saber sobre lo inconciente ofrece la posibilidad de poder dudar sobre las certezas que se poseen en nuestra vida cotidiana.

Para el psicoanálisis, el sujeto está atravesado por la falta, plantea un interrogante. Un saber como no sabido. De esta forma, el analista exige un tiempo de prueba para saber si está trabajando con un sujeto neurótico o no. Este tiempo jamás es fijo, varía según el sujeto.

La técnica es entendida como la ética del analista, ya que el sujeto neurótico trabaja con la asociación libre depositando confianza plena en el analista, empleando éste último la atención flotante. Es necesario que el analista se analice para poder ejercer la cura mediante el análisis. Además de su formación teórica, debe existir una supervisión constante de sus casos. El tiempo de análisis se rige por la subjetividad del paciente, ya que se trabaja con la superficie psíquica que el sujeto presenta.

Durante el análisis, el analista debe interpretar el material dado. Esta interpretación se lleva a cabo con las hipótesis que su conocimiento sobre la materia le generan, mientras escucha al enfermo. Si se posee disciplina en los propios pensamientos y se dispone de conocimientos, la interpretación no quedará influida por las cualidades personales del analista. Para esto, el analítico debe capacitarse por medio de un profundo análisis propio. Cuando la interpretación es exacta, se debe esperar el momento adecuado para comunicársela al paciente. Este momento se plantea cuando el yo del sujeto se encuentra relativamente cerca de los elementos reprimidos, pudiendo dar (guiado por la interpretación propuesta) algunos pocos pasos. De acuerdo a lo anterior, la interpretación es singular, atañe a lo reprimido. Es un juego de palabras que arroja siempre un sentido.

Seguida a la interpretación, Freud descubre las “resistencias”: el paciente “no quiere ya recobrar la salud”. En la neurosis, el yo del sujeto pierde la unidad. “Las ramificaciones de lo reprimido han penetrado en su yo, afirmándose en él, y sobre las tendencias de este origen posee el yo tan poco dominio como sobre los mismos elementos reprimidos, no sabiendo tampoco, por lo general, nada de ellas”. Para poder combatir estas tendencias, se fuerza al yo a darse cuenta de ellas. Y según Freud, el arma dinámica más poderosa para vencer las resistencias es la influencia personal del analista, es decir, la “transferencia”.

La transferencia es uno de los fundamentos del psicoanálisis. Además, permite diferenciar al psicoanálisis de cualquier otra ciencia. Este concepto es muy importante dentro de la teoría psicoanalítica, ya que nos ingresa a la clínica y nos demuestra a través de los escritos de Freud la toma de una posición ética.

La transferencia consiste en una recreación de mociones afectivas y sexuales que se activan mediante el análisis. Se vincula al analista con una persona exterior, transfiriéndole esos sentimientos. Freud plantea que lo que se establece en la infancia luego va a ocurrir con regularidad a lo largo de la vida. De esta forma, el analista deja de ser “analista” y pasa a convertirse en un personaje significativo en la vida del paciente.

En la neurosis se transfiere libido hacia objetos de la realidad, mientras que en la psicosis se produce un extrañamiento de la realidad, ya que la libido vuelve sobre el yo. La transferencia es propia de la neurosis y se emplea en el análisis para lograr el éxito. Asimismo es considerada como una resistencia: es un instrumento que a su vez funciona como una oposición. Ésta se produce porque el análisis se aproxima a complejos inconcientes. El sujeto habla, pero no sabe lo que dice (habla más de lo que debe hablar). Es decir, la transferencia es un vehículo para recordar, pero también es una resistencia, ya que al recordar algo displacentero, el sujeto tiende a reprimir. Todo aquello que impide la asociación libre (todo lo que hace que el sujeto deje de hablar) es una resistencia. A partir de esta descripción, Freud establece que la transferencia puede ser positiva o negativa. Por un lado, la positiva se caracteriza por aspectos tiernos del paciente, que favorecen a la cura. Se diferencia en sentimientos tiernos de colaboración (concientes), o fuentes eróticas reprimidas (por lo tanto, inconcientes). Por otro lado, en la transferencia negativa el sujeto resiste y toma una posición de hostilidad hacia su problema y hacia el analista.

Para Freud, ceder a las exigencias de la transferencia y cumplir los deseos de satisfacción afectiva y sexual del paciente sería contrario a toda consideración moral y completamente insuficiente –como medio técnico- para conseguir el propósito analítico. De este modo, la única solución posible de la transferencia es la regresión del pasado del enfermo (tal y como lo vivió, o en la forma conformada por sus deseos).

De todo lo establecido en el texto, Freud estipula que la persona que ha estudiado sobre lo inconciente y sobre la ciencia de la vida sexual, ha sido objeto de un análisis y ha aprendido la técnica del psicoanálisis, la interpretación, la manera de luchar contra la resistencia y el manejo de la transferencia, “ya no es ningún profano en el terreno del psicoanálisis”. Esto quiere decir que lo verdaderamente importante es que las posibilidades de desarrollo que en sí entraña el psicoanálisis no pueden ser coartadas por leyes ni reglamentos. La clínica psicoanalítica no establece un saber dogmático, el analista trabaja sin saberes previos, se “despoja del saber”. El tratamiento abarca el sufrimiento humano, donde la investigación es permanente y es llevada a cabo a través de un método que permite al sujeto asociar libremente. Es en la clínica donde se formaliza la práctica.

Como opinión personal, en relación a algún poder de regulación que el Estado podría ejercer sobre el psicoanálisis, creemos que no es posible de abarcar. Nos apoyamos principalmente en el contexto histórico por el que transitamos en la actualidad, viviendo en una época en donde las demandas del sistema exigen una “curación” rápida de las patologías. El psicoanálisis, como bien lo describe Freud, es un método terapéutico que conlleva un tiempo indeterminado en la práctica, ya que se trabaja con estructuras psíquicas diferentes. Cada sujeto es un mundo; este supuesto difiere por completo con las tendencias del sistema económico imperante: tendencia a homogeneizar las masas de acuerdo a su psiquismo, a marcar diferencias pero en relación al estatuto económico y social del sujeto, a clasificarlo según su posición. El psicoanálisis en este sentido, no trabaja solamente con el síntoma que el sujeto trae al análisis, sino que busca las causas de ese síntoma sumergiéndose en su inconciente, rememorando sus primeros recuerdos de la temprana infancia, analizando su vida pasada, el peso que conlleva su historia personal. No consideramos “casual” la existencia masiva de terapias de acción “rápida”: el psicoanálisis no entra dentro de esta categoría. Sí creemos importante su inclusión dentro de las políticas de salud, considerándolo como una alternativa terapéutica significativa. Llegados a este punto, pensamos que es relevante recalcar que dentro de la ciencia médica, la relación médico-paciente no existe: la relación del médico es con la enfermedad, no con el sujeto. El psicoanálisis es la única ciencia que se ocupa del sujeto: de sus lapsus, actos fallidos, chistes, sexualidad, deseos, sueños. Todo lo que hace al sujeto como “ser hablante”: la palabra que lo configura, lo atraviesa, lo envuelve y a través del análisis nos permite vislumbrar lo inconciente.

Conferencia pronunciada en el Colegio de Médicos de Viena en 1904

Una invitación de vuestro llorado presidente, el profesor Von Reder, me permitió desarrollar ante vosotros, hace ya ocho años, algunas consideraciones sobre la histeria.

Poco tiempo antes, en 1895, había publicado, en colaboración con el doctor José Breuer, los Estudios sobre la histeria, y basándome en los descubrimientos realizados por mi colaborador, había iniciado la tentativa de introducir un nuevo tratamiento de la neurosis.

La labor concretada en aquellos Estudios no ha sido felizmente vana. Las ideas en ellos mantenidas sobre la acción patógena de los traumas psíquicos a consecuencia de la retención del afecto y la concepción de los síntomas histéricos como resultados de una excitación transferida desde lo anímico a lo somático, ideas para las cuales creamos los términos de «descarga por reacción» y «conversión», son hoy generalmente conocidas y comprendidas.

Ninguna descripción de la histeria -por lo menos ninguna de

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