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¿Qué tan normal o anormal es el individuo con TDP en contextos posmodernos?


Enviado por   •  7 de Agosto de 2019  •  Ensayos  •  1.682 Palabras (7 Páginas)  •  120 Visitas

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Introducción

Una de las interrogantes que existen actualmente, tienen que ver respecto a si están ocurriendo cambios en las manifestaciones psicopatológicas actuales, en comparación a tiempos anteriores.

Luego de los comienzos de la edad posmoderna, el campo de la salud mental ha visto un aumento de los diagnósticos de Trastornos de Personalidad, entre algunos otros.

El escenario social actual en donde se encuentran desarrollándose las nuevas generaciones, como también aquellos que deben enfrentarse a estos nuevos cambios tecnológicos, no deja de ser llamativa a la hora de entender el incremento en diagnósticos de TDP en el sujeto contemporáneo. Para eso, intentaremos llevar a cabo la realización de esta investigación a partir de los fenómenos de base, como la concepción de la identidad, los vínculos primarios y las dificultades para integrar referentes.

Es preciso referirnos que el TDP no acontece con  la posmodernidad, pero sí existen factores que logran su prevalencia. Como también no se busca obviar otros factores influyentes en el diagnóstico de los Trastornos de Personalidad.

Hablar de identidad en la posmodernidad parece complejo, dado que esta última, también descrita como modernidad líquida (Bauman, 2004), se caracteriza por una mayor apertura, diversidad y pluralismo, en donde los binomios identitarios, no logran satisfacer las expectativas de los sujetos, quienes desean ser catalogados no solo en blanco o negro, sino más bien en una gama de colores y propuestas.

La cultura actual ha establecido una percepción de la realidad inestable y llena de incertidumbre, en donde se hace cada vez más difícil para el sujeto actual poder proyectar un futuro, ya sea desde la toma de decisiones, y también desde sus propios deseos. La cultura posmoderna ha construido sus cimientos a partir de los excesos, por lo cual el sujeto debe lidiar con la difícil tarea de decidir frente a una gama de posibilidades, construyendo nuevas necesidades que satisfacer y decisiones de las cuales arrepentirse.

La realidad instantánea ha construido individuos intolerables al dolor y al padecimiento, lo cual ha generado la manifestación de distintos mecanismos defensivos que logren frenar el sufrimiento. Cuando el mecanismo de defensa no logra este cometido, surge el pasaje al acto, y se evidencia la manifestación del síntoma.

Por estas razones, creemos, es necesario hacernos la siguiente pregunta:

¿Qué tan normal o anormal es el individuo con TDP en contextos posmodernos?

Desarrollo: ¿Qué tan normal o anormal es el individuo con TDP en contextos posmodernos?

Hoy nos enfrentamos a un escenario social caracterizado por ser de manera fluctuante, relativa y rápida; con necesidades cada vez más complejas, pero con exigencias expeditas y de fácil acceso. Este paradigma ha permitido la apertura a nuevas maneras de relaciones sociales, nuevos códigos de lenguaje y que se ven reflejados en el auge de la tecnología, aquella plataforma que ha “solucionado” las nuevas necesidades básicas del sujeto contemporáneo.

Zygmunt Bauman (2004), ha empleado la metáfora de modernidad sólida versus modernidad líquida. Para efectos de este ensayo, nos enfocaremos en el concepto de modernidad líquida, la cual se explica la realidad actual y demuestra de mejor medida el fenómeno.

Actualmente nos ubicamos en una sociedad líquida e inconsistente,  representada por su inmaterialidad en los vínculos, es una época de relaciones sociales frágiles, resultando altamente valorado lo ambiguo y la falta de compromiso, lo que demostraría una suerte de eficacia y productividad. En el plano de las relaciones amorosas y sociales, la poca capacidad de manejar la frustración produce ansiedad, buscando un máximo de satisfacción, lo cual provoca un desgaste en los vínculos rápidamente. El consumo ha pasado a regir la vida de los sujetos, todo aquello que tenga valor está mediado por la publicidad y lo estético, cuyo fin es la satisfacción inmediata del ego hedonista, tanto de las fantasías y deseos.

Bauman al respecto señala: “(...) incluso los vínculos más íntimos se vuelven líquidos e inestables; en la que el contacto humano, también el sexual y afectivo, se vuelve inconsecuente, transaccional, efímero mientras obsesivamente se rinde culto al cuerpo y a la estricta protección del mismo frente a agentes patógenos externos como elemento primordial de retroalimentación de la escala de valores individualista basada en la seducción interpersonal y la apariencia de bienestar (...)” (Bauman citado por Mateo, 2008 p. 5)

Al considerar lo dicho anteriormente, cabe señalar que el sujeto debe sortear la compleja tarea de autoconstrucción, a partir de una diversidad de identidades, las cuales cambian vertiginosamente. Además los vínculos sociales representan poco compromiso, diluyéndose con facilidad. Si estos vínculos fallan, se buscaría replantear la identidad, para de este modo ser valorado y apreciado por los otros. Se está en presencia de un individuo cuyo fin es ser visto “como producto deseable y atractivo puesto en el mercado y promocionado por sí mismo” (Bauman, citado por Lara, 2007 p. 211)

Es interesante relacionar lo que ocurre con la adolescencia, cuya etapa está marcada por la necesidad de pasar a formar parte de un grupo social, ser reconocido como sujeto; es aquí donde el adolescente debe apropiarse de forma autónoma de ciertos elementos para ser parte del grupo. Kernberg (2007) señala que la adolescencia puede llegar junto a una crisis de identidad, la que se explica desde la carencia de reconocimiento de parte de sus pares a la identidad versátil del adolescente, pero que este hecho es temporal y parte del crecimiento. No así, la difusión de identidad, definida por Erikson (1956) como “(…) una ausencia o pérdida de la capacidad normal de autodefinición, reflejada en una ruptura emocional en momentos de intimidad física, elección de profesión, competición y necesidad incrementada de una autodefinición psicosocial.” (Erikson citado por Kernberg, 2007 p. 2)

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