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SUJETO Y PULSIÓN, UN ETERNO DESENCUENTRO


Enviado por   •  4 de Agosto de 2014  •  1.496 Palabras (6 Páginas)  •  149 Visitas

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SUJETO Y PULSIÓN, UN ETERNO DESENCUENTRO

Por: Marcela Zabalaga Ricaldez

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene por objetivo reflexionar acerca del “malestar” que se produce en el hombre de cualquier época, como producto del desencuentro entre el sujeto y la pulsión. Trátese de una época rígida, dominada por el discurso del amo, como la sociedad moderna, o de otra permisiva y relativa, dominada por un falso discurso capitalista, como la sociedad postmoderna; el malestar no cesa de no inscribirse.

DESARROLLO

En el texto “Malestar en la cultura”, Freud reflexiona y se pregunta ¿Por qué al hombre le resulta tan difícil ser feliz? Se responde planteando que una de las fuentes de esta infelicidad, tal vez la más importante, es “la naturaleza de la propia constitución psíquica”, esto es “el desencuentro entre el sujeto atravesado por la cultura y la insistencia pulsional”.

El hombre para poder sobrevivir, y en términos de Freud “mejorar su destino en la tierra”, necesita de la cultura, ya que ésta lo protege contra la naturaleza y a través de la familia, le otorga satisfacción genital y fuerza de trabajo. La cultura hija del amor y la necesidad, facilita la vida en común de las sociedades a través de alianzas fraternas.

Sin embargo, el ser humano no logra soportar el grado de frustración que le impone la misma, a través de una serie de normas, leyes y prohibiciones, dirigidas a regular las relaciones de los hombres entre sí. Restricciones impuestas con el afán de doblegar la constante exigencia de satisfacción pulsional, en nombre de sus nobles ideales culturales.

En términos de Freud: La cultura con todos sus adelantos “no ha elevado la satisfacción placentera que exige de la vida, no le ha hecho, en su sentir más feliz”. (Freud,1981,p.3032 ) Ni antes, ni ahora.

Las instituciones creadas por el mismo hombre, no representan protección, ni bienestar, no sirven para prevenir, ni para enfrentar el sufrimiento y la insatisfacción. Al contrario, imponen pesados sacrificios: inhibir la agresividad (Thánatos) y restringir la vida sexual (Eros). Sustituir el poderío del individuo por el de la comunidad (derecho). Las conquistas culturales se dan a expensas de la renuncia pulsional.

En épocas pasadas, como lo plantea Freud, el desarrollo cultural implicaba limitar las disposiciones pulsionales en aras de la justicia y el bien común, exigiendo belleza, orden, limpieza, culto a actividades psíquicas superiores como la religión, la ciencia o el arte, regulación de las relaciones de los hombres entre sí a través del amor, y una vida sexual idéntica para todos, privando al ser humano de un goce particular. Todo esto mediatizado por la ley y la norma de la autoridad, del Padre interiorizado.

Actualmente, el desencuentro entre el sujeto y la insistencia pulsional sigue siendo fuente de sufrimiento y malestar. Pero el modo de hacer frente a este impase no está más regulado por el padre y su ley, los ideales han caído y por tanto las sociedades y sus modos han cambiado.

Siguiendo a Lipovetsky en “La era del vacío”, vivimos una mutación histórica que ha generado diversificación en los modos de vida, respondiendo a una lógica nueva: el proceso de personalización, cuyo sentido es propiciar “una ruptura con la fase inaugural de las sociedades modernas, democráticas-disciplinarias, universalistas-rigoristas, ideológicas-coercitivas.”(Lipovetsky, 2002, p.6) Ruptura impulsada, tal vez por la falsa ilusión, como ya lo decía Freud, de reconquistar la felicidad eliminando o atenuando en alto grado las exigencias culturales. “Así opera el proceso de personalización, no ya por la tiranía de los detalles sino por el mínimo de coacciones y el máximo de elecciones privadas posibles, con el mínimo de austeridad y el máximo de deseo, con la menor presión y la mayor comprensión posible”. (Lipovetsky, 2002, p.6-7) En este tiempo todo es relativo.

Si bien en la modernidad el individuo se sacrificaba por el bien común, formando comunidades unidas por lazos libidinales inhibidos, reforzando la amistad y las identificaciones entre sus miembros, para cumplir el mandato “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Hoy en día campea victorioso el “narcisismo colectivo”, sociedad caracterizada por “la erosión del sentimiento de pertenencia a una “sucesión de generaciones enraizadas en el pasado y que se prolonga en el futuro”. Hoy vivimos para nosotros mismos, sin preocuparnos por nuestras tradiciones y nuestra posteridad: el sentido histórico ha sido olvidado de la misma manera que los valores y las instituciones sociales”. (Lipovetsky, 2002, p.51)

Las alianzas fraternas ya no cuentan, el individuo ya no encuentra seguridad en el grupo social, sino en sí mismo, en la reconquista y

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