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Tomas Moro Relaciones Publicas Entre Los Utopianos Ensayo


Enviado por   •  12 de Marzo de 2015  •  1.937 Palabras (8 Páginas)  •  378 Visitas

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Las relaciones públicas entre los utopianos

¿No os parece llegado el momento de explicar las formas de la vida social, las relaciones mutuas de los ciudadanos, así como las reglas de distribución de los bienes en Utopía?

La ciudad está compuesta de familias, y éstas, en general, están unidas por los lazos del parentesco. Cuando la mujer ha alcanzado la edad núbil, es entregada al marido, y va a vivir a su casa. Los hijos y nietos varones permanecen en la familia, sometidos todos al más anciano de sus progenitores. En caso de senilidad con merma de las facultades mentales, le sucede el que le sigue en edad.

Cada ciudad consta de seis mil familias, sin contar las del distrito rural. Pero, para mantener el equilibrio de la misma e impedir que baje la población o suba desmesuradamente, se cuida de que ninguna familia tenga menos de diez y más de dieciséis adultos. Por el contrario no es fácil determinar previamente el número de los impúberes. Este equilibrio se mantiene, traspasando a las familias menos numerosas el excedente de las demasiado prolíficas. Si, a pesar de todo, el conjunto de habitaciones de una ciudad sobrepasa el número previsto, el excedente se destina a otras ciudades menos pobladas.

En el caso, finalmente, de que toda la isla llegara a superpoblarse, se funda una colonia con ciudadanos reclutados de cualquier ciudad. Se aposentan en el continente más cercano, en zonas en que la población indígena posee más tierras de las que puede cultivar. La colonia se rige según las leyes utopianas, no sin antes proponer a los indígenas la posibilidad de convivir con ellos. Así, asociados con los que aceptan, quedan fácilmente integrados por unas mismas instituciones y costumbres en beneficio de ambos. Los colonos, en efecto, gracias a sus instituciones, logran transformar una tierra que parecía miserable y maldita en abundosa para todos.

Si, por el contrario, encuentran gentes que se niegan a vivir bajo sus leyes, los utopianos los arrojan fuera de la zona que han ocupado. Hacen la guerra a los que oponen resistencia. Consideran como causa justísima de guerra el que un pueblo, dueño de un suelo, que no necesita y que deja improductivo y abandonado, niegue su uso y su posesión a los que por exigencias de la naturaleza deben alimentarse de él.

Si sucediera -como ya sucedió dos veces- que, a consecuencia de una peste, quedara diezmada la población de una ciudad hasta el punto de no poder restablecerla sin disminuir el número establecido de habitantes de otras ciudades, entonces los utopianos dejarían la colonia para repoblar dicha ciudad. Prefieren dejar morir las colonias, antes que ver desaparecer una sola de las ciudades de la Isla.

Volvamos ya a la convivencia de los ciudadanos. El más anciano, como dije, presídela familia. Las mujeres sirven a los maridos, los hijos a los padres, y, en general, los menores a los mayores.

La ciudad está dividida en cuatro distritos iguales. En el centro de cada distrito hay mercado público donde se encuentra de todo. A él afluyen los diferentes productos del trabajo de cada familia. Estos productos se dejan primero en depósitos, y son clasificados después en almacenes especiales según los géneros.

Cada padre de familia va a buscar al mercado cuanto necesita para él y los suyos. Lleva lo que necesita sin que se le pida a cambio dinero o prenda alguna. ¿Por qué habrá de negarse algo a alguien? Hay abundancia de todo, y no hay el más mínimo temor a que alguien se lleve por encima de sus necesidades. ¿Pues por qué pensar que alguien habrá de pedir lo superfluo, sabiendo que no le ha de faltar nada? Lo que hace ávidos y rapaces a los animales es el miedo a las privaciones. Pero en el hombre existe otra causa de avaricia: el orgullo. Este se vanagloria de superar a los demás por el boato de una riqueza superflua. Un vicio que las instituciones de los utopianos han desterrado.

Junto a los mercados que ya he mencionado están los de comestibles. A ellos afluyen legumbres, frutas, pan, pescados, aves y carnes. Estos mercados están situados fuera de la ciudad en lugares apropiados -se mantienen limpios de las inmundicias y desechos por medio de agua corriente. De aquí se lleva al mercado la carne limpia y despiezada por los criados o siervos. Los utopianos no consienten que sus ciudadanos se acostumbren a descuartizar a los animales. Semejante práctica, según ellos, apaga poco a poco la clemencia, el sentimiento más humano de nuestra naturaleza. Por lo mismo, no dejan entrar en las ciudades las inmundicias y desperdicios de cualquier género por cuya putrefacción el aire corrompido pudiera sembrar alguna enfermedad.

Cada manzana tiene salas muy capaces, dispuestas a igual distancia, y cada una con su nombre propio. Aquí viven los sifograntes; y a ellas están adscritas para la comida las treinta familias que viven: quince a un lado y quince al otro del edificio. Los encargados de abastecer los comedores se reúnen a la hora convenida en el mercado y piden la cantidad de comida correspondiente al número de sus comensales.

Pero la primera preocupación y cuidados son para los enfermos que son atendidos en los hospital es públicos. Hay, en efecto, en los alrededores de la ciudad, un poco apartados de las murallas, cuatro hospitales, tan amplios que se dirían otras tantos pequeñas ciudades. En ellos, por grande que sea el número de enfermos, nunca hay aglomeraciones, ni incomodidad en el alojamiento. Y por otra parte, sus grandes dimensiones permiten separar a los enfermos contagiosos, cuya enfermedad se propaga generalmente por contacto de hombre a hombre. Estos hospitales están perfectamente concebidos, y abundantemente -dotados

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