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Trabajo De Cerebro Triuno


Enviado por   •  27 de Octubre de 2014  •  1.218 Palabras (5 Páginas)  •  170 Visitas

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El arte de enseñar

[Ensayo de Daisaku Ikeda publicado en 1998, en la revista de Filipinas Mirror.]

Una vez, cuando era alumno de la escuela primaria, me dieron como tarea para las vacaciones de verano un trabajo manual que debía entregar al inicio del siguiente semestre. Sin embargo, por falta de destreza, no pude preparar nada y volví a clases con las manos vacías.

Cuando el maestro me preguntó qué había pasado con mi proyecto, en un intento de salir del aprieto, respondí que lo había olvidado en casa. Para mi consternación, el maestro me dijo que regresara inmediatamente a buscarlo. Volví abatido. Una vez en casa, busqué desesperadamente y encontré un estante para libros que mi hermano mayor había hecho. Al presentarlo, el maestro elogió mi trabajo y me dio una buena nota. Por supuesto, ahora sé que se había dado cuenta de todo.

En cierto sentido, él había recompensado una mentira; pero había algo más que eso; su corazón cálido y magnánimo, que todo lo abarcaba, fue capaz de transmitirme con certitud que confiaba en que me esforzaría en el futuro. Hasta el día de hoy, su generosidad me inspira una profunda gratitud. Naturalmente, después del episodio, me sentí terriblemente avergonzado y juré en el acto que nunca volvería a cometer una acción como esa.

La educación es lo que realmente queda grabado en el interior de una persona, más allá de las lecciones que se imparten en el aula, que se olvidan fácilmente. La labor educativa consiste, en esencia, en forjar la personalidad, cultivar a los jóvenes para la vida en sociedad y en alentarlos a pensar por sí mismos. A la vez, el aprendizaje es mucho más que incorporar conocimientos y técnicas, ya que la simple capacidad para memorizar y razonar no es equiparable a la sabiduría, la riqueza emocional y la creatividad.

Cuando en el proceso educativo no se inculcan valores y un sentido de propósito, las personas se convierten en meros robots cargados de información. Si los educadores se vuelven insensibles y priorizan la competencia entre alumnos, terminan sembrando la arrogancia en quienes logran un buen rendimiento académico; por lo contrario, los menos hábiles pierden la confianza en sí mismos y comienzan a sentir el temor a equivocarse.

Lamentablemente y con frecuencia, el objetivo de la educación se reduce solamente a preparar personas útiles en áreas específicas de la sociedad. En efecto, el sistema educativo japonés, al igual que en muchos otros países, ha menoscabado el desarrollo pleno del potencial en los niños.

En la búsqueda implacable de un mayor rendimiento académico, es fácil perder de vista lo más importante: el propósito del aprendizaje.

El auténtico objetivo de la educación debe ser el de orientar a las personas hacia una existencia feliz. Esta noble disciplina no debe someterse a las demandas de un sistema o al imperativo de producir empleados que solo generen ganancias para las corporaciones. La razón fundamental de la educación debe ser el ser humano, y su meta irrenunciable, la dicha de las personas.

Mi mentor, Josei Toda, solía decir que el error más grave que había cometido la humanidad en la era moderna había sido confundir el conocimiento con la sabiduría. El conocimiento en sí puede ser utilizado para fines tanto benéficos como maléficos. La historia nos muestra un sinfín de ejemplos deplorables de personas que, aun con un elevado nivel de educación, son responsables de los daños más terribles, mucho mayores que los que pueden llegar a perpetrar quienes no recibieron una educación formal. Por ejemplo, entre los oficiales nazis que planearon la “solución final” del “problema judío”, durante la Conferencia de Wannsee, había siete

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