Transtorno de Identidad Disociativo
AEMG17Documentos de Investigación16 de Septiembre de 2021
3.608 Palabras (15 Páginas)178 Visitas
[pic 1]
Transtorno de Identidad Disociativo
oRIGEN Y CARACTERÍSTICAS
Ángel Esaú Michel Gálvez | Comunicación Profesional | Trabajo final
Introducción:
Los trastornos disociativos son un problema de salud mental frecuentemente oculto e ignorado. Entre todos ellos, el trastorno de identidad disociativo (TID) constituye la patología más grave y compleja. Su curso habitualmente es crónico, y se caracteriza principalmente por una alteración en la memoria autobiográfica y del sentido de identidad única.
Es un trastorno mental caracterizado principalmente por la alteración de la memoria autobiográfica y la identidad (con presencia de múltiples personalidades), así como por problemas en la percepción, de la conciencia y del control volitivo. Suele manifestarse, de forma transitoria o crónica, en personas predispuestas a la disociación que han sufrido un trauma grave durante la infancia. Se estima una prevalencia del TID del 1% en la población general; tasas que se incrementan en población psiquiátrica.
Los criterios diagnósticos incluyen la alternancia entre 2 o más personalidades que toman el control del comportamiento del individuo de manera recurrente y la incapacidad para recordar información autobiográfica relevante. El TID suele presentar comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos: trastorno de estrés postraumático, trastorno límite de personalidad, trastorno de abuso de sustancias, depresión y trastorno somatomorfo.
El diagnóstico diferencial debe incluir: intoxicaciones por consumo de drogas, esquizofrenia, trastornos afectivos, otros trastornos disociativos, trastorno límite de personalidad, trastornos facticios y simulación. El tratamiento fundamental es la psicoterapia; si bien el tratamiento farmacológico puede ser útil si existe comorbilidad.
[pic 2]
En primer lugar, nos pondremos a analizar: ¿Qué es un trastorno? ¿Cómo surge?
Hay una gran variedad de trastornos mentales, cada uno de ellos con manifestaciones distintas. En general, se caracterizan por una combinación de alteraciones del pensamiento, la percepción, las emociones, la conducta y las relaciones con los demás.
Los trastornos mentales son afecciones que impactan su pensamiento, sentimientos, estado de ánimo y comportamiento. Pueden ser ocasionales o duraderas (crónicas). Pueden afectar su capacidad de relacionarse con los demás y funcionar cada día.
Existe una amplia gama de diferentes trastornos, pero en esta investigación particularizaremos en el Trastorno de Identidad Disociativo (TID) antes conocido como Trastorno de Personalidad Múltiple.
Trastorno de Identidad Disociativo
En el trastorno de identidad disociativo, antes conocido como trastorno de personalidad múltiple, la persona está bajo el control de dos identidades distintas de forma alternativa. Además, la persona no puede recordar información que normalmente recordaba fácilmente, como los acontecimientos cotidianos, información personal importante y/o acontecimientos traumáticos o estresantes.
Un acontecimiento altamente estresante ocurrido durante la infancia puede impedir en algunos niños la integración de sus experiencias en una identidad única.
Entendemos la disociación como un mecanismo de defensa inconsciente en el que un grupo de actividades mentales se separan de la principal corriente de consciencia y funcionan como una entidad separada. El trauma recurrente, severo y de parte de los cuidadores principales del niño es el detonador más frecuente de los trastornos disociativos graves.
Recordemos que un trauma es un choque o impresión físico o emocional muy intensos causados por algún hecho o acontecimiento negativo y abrumador que produce una huella duradera que no puede o tarda en superar.
La persona tiene dos o más identidades y presenta lagunas de memoria para los acontecimientos cotidianos, información personal importante y acontecimientos traumáticos o estresantes, así como muchos otros síntomas, como depresión y ansiedad.
A través de la realización de una meticulosa entrevista psiquiátrica y de cuestionarios especiales, a veces facilitados mediante hipnosis o sedantes, el médico obtiene la información necesaria para establecer el diagnóstico de este trastorno. La psicoterapia puede favorecer la integración de las identidades o, por lo menos, lograr la cooperación de las identidades existentes.
Historia de la disociación:
El concepto de disociación es uno de los más viejos y modernos a la vez. Al igual que el estudio del trauma psicológico, al cual está inseparablemente ligado, el concepto de disociación ha estado subordinado a lo largo de la historia reciente a los imprevistos político-ideológicos que condicionaron las amnesias episódicas que la caracterizaron, etapas en las cuales los avances alcanzados fueron olvidados casi totalmente durante largos períodos.
Actualmente, junto con el resurgir del concepto de trauma psicológico, y sustentado en el movimiento feminista occidental que a partir de mediados de la década de 1970 puso en primer plano el tema de la violencia doméstica y sexual contra mujeres y niños, resurgió el interés por el fenómeno de la disociación.Como lo comenté anteriormente, es un concepto viejo y nuevo, ya que existen antecedentes desde el antiguo Egipto, expresado como histera.
Como tal, el estudio formal de disociación comenzó a finales del siglo XVIII en Europa, con Eberhardt Gmelin, un médico alemán, describe minuciosamente un caso que denominó de “personalidad cambiada” en el que una joven mujer alemana comenzó a hablar perfectamente en francés; mientras su “personalidad francesa” podía recordar todas sus actividades, la “personalidad alemana” no reconocía siquiera la existencia de la francesa y sus actividades. Contemporáneamente, el Dr. Benjamin Rush, en Estados Unidos, hipotetizó que la causa de la disociación y la doble conciencia residía en la desconexión entre ambos hemisferios cerebrales.[1]
Después, en el siglo XIX comienzan a desarrollarse las hipótesis de índole psicológica. Robert Carter, en 1853, destaca que la etiología de la histeria incluye eventos externos y Paul Briquet, psiquiatra francés, en 1859 fue el primero que estableció alguna relación entre la histeria y el trauma infantil. Por esa época comienza a observarse la similitud de la sintomatología de la histeria y la “neurosis de guerra”. El médico británico Herbert Page, hacia fines del siglo XIX, llamó “shock nervioso” a la sintomatología postraumática, y atribuyó su etiología al terror experimentado, en lugar de al daño orgánico tal como era la creencia de su época. Un ejemplo de esta última tendencia la encontramos en Herman Oppenheimer, neurólogo alemán, quien además de acuñar el término “neurosis traumática” atribuía la sintomatología a sutiles cambios moleculares en el sistema nervioso. Con posterioridad a la guerra civil norteamericana Mitchell observó la similitud de síntomas entre los veteranos de la guerra y mujeres víctimas de abuso.[2]
¿Cómo podríamos pensar que todo esto tenía una profundidad tan compleja? Tantos antecedentes, pero nunca nos imaginábamos desde qué momento podía considerarse un trastorno y cómo eran los síntomas con los que podían identificarlo. En la información que leí, me percaté que durante mucho tiempo sólo fue considerado como una simple enfermedad o demencia, que no tenía una repercusión mayor en el ser humano; qué equivocados estábamos.
Recapitulando un poco, entonces dividimos estos antecedentes en 3 partes:
- El estudio de la histeria, sustentado en el movimiento republicano anticlerical de fines del siglo XIX en Francia.
- El estudio de las consecuencias de la guerra y el combate, sustentado en movimientos antibelicistas y pacifistas durante las grandes guerras del siglo XX (Primera y Segunda Guerras Mundiales, Corea y finalmente Vietnam)
- El estudio de las consecuencias de la violencia doméstica y sexual, apoyado en el movimiento feminista
Según Hales, “cuando una red tiene dificultades para integrar el procesamiento de la información de entrada (como cuando el estímulo de entrada es traumático) es más difícil que se consiga un resultado unificado y equilibrado. Estas redes neuronales tienden a caer en una situación «disociada»”[3]
Sistemas de memoria y disociación:
La memoria puede dividirse en dos categorías muy amplias: memoria explícita (o declarativa) y memoria implícita (o procedimental).
La primera se refiere a recuerdos personales, o también a hechos y datos de nuestra cultura y sociedad. La memoria implícita, en cambio, implica la ejecución de operaciones rutinarias, como puede ser montar en bicicleta o escribir a máquina. Estas operaciones pueden ser realizadas con un rendimiento elevado con muy poca intervención de la conciencia en la ejecución o en los episodios de aprendizaje sobre los cuales se basó dicha habilidad.
Para Hales et al., esta distinción entre dos tipos de memoria puede ser de mucha utilidad en algunos fenómenos disociativos. Por ejemplo, los automatismos que se observan en ciertos trastornos disociativos pueden ser un reflejo de la separación de la autoidentificación en ciertos tipos de memoria explícita y la actividad rutinaria en la memoria implícita o semántica. En consecuencia, no es tan extraño para nuestro procesamiento mental que podamos actuar de un modo automático desprovisto de autoidentificación explícita. Cuando nos es necesario recuperar la memoria explícita sobre cómo y cuándo aprendimos todas las actividades implicadas en una acción, es muy improbable que seamos capaces de funcionar con el mismo grado de eficiencia. Por ende, existe un modelo de investigación en memoria, que relaciona la identidad y la ejecución en una tarea, el cual nos podría entregar un homólogo patológico en trastornos tales como la amnesia disociativa, la fuga y el trastorno de la identidad. [4]
...