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Univecidad Y Sociedad

jenrub28 de Noviembre de 2012

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La educación superior mexicana tiene 2 polos opuestos, la 1° es considerada como el eje central para el desarrollo económico y social del país, como la instancia indicada para resolver problemas de competitividad y empleo, ( CEPAL-UNESCO, 1992). Bajo esta perspectiva , se estableció como una meta gubernamental aumentar la cobertura hasta el 30% en 2011, iniciativas para incorporar nuevos grupos de jóvenes. Este polo enfatiza la importancia de aumentar el subsidio público, abrir más instituciones y carreras, introducir becas para estudiantes y mejorar la calidad de las instituciones públicas,enfatizado por los medios de comunicacion que la universidad a pesar de las recurrentes crisis económicas, sigue brindando importantes beneficios para aquel que logra terminar estudios terciarios.

Sin embargo, en el polo depresivo, lo que observamos recurrentemente y declaraciones de distintos egresados de diferentes carreras plantean que las universidades aparentan ser más bien “fábricas de desempleo”. En 2009, el subsecretario de Educación Superior observó que: “el 45 por ciento de los más de 7.8 millones de profesionistas nacionales no realizan actividades relacionadas con su carrera y se han tenido que conformar con trabajos de taxistas, comerciantes o empleos marginales” (La Jornada, 2009).

La tasa de desempleo entre recién egresados, según declaraciones oficiales, se situaría en alrededor del 11%, tres veces más que la tasa de desempleo oficial entre la población económicamente activa (PEA) en general (Flores y Muñoz, 2009). Por si eso fuera poco, el mercado laboral para varias carreras estaría saturado, particularmente para opciones tradicionales como Administración, Contaduría, Medicina o Derecho (Cabrera et al., 2008).

Esta óptica también produjo diversas políticas para atender los problemas aparentes: se crearon nuevas instituciones, como las universidades tecnológicas y las politécnicas; hubo exhortaciones a las universidades públicas de limitar el ingreso a las carreras saturadas y de crear nuevas opciones, mejor orientadas hacia el mercado laboral. Al mismo tiempo, se desreguló la autorización de instituciones privadas. Al interior de las instituciones se fortaleció la infraestructura, se implementó el Programa del Mejoramiento de Profesores con el objetivo de contar con más profesores de tiempo completo con posgrado, y se revisaron los planes de estudio.

A raíz de estas acciones se produjeron cambios notables. En cuanto al crecimiento, la matrícula creció de un millón en 1990 hasta casi 2.5 millones de estudiantes en 2008, pasando de una tasa de cobertura del 16% del grupo de edad (20-24 años) en 1990 hasta un 25% en 2010 (Rodríguez, 2010). Además de crecer, el sistema se diversificó de distintas maneras. La primera es institucional. Hacia finales de los ochenta, el sistema contaba con 719 instituciones, de las cuales 401 eran públicas y 318 privadas. A finales de 2005 ya existían 1 892 instituciones, de las cuales 713 eran públicas y 1 179 privadas. Si además incluimos a las sucursales, el sistema mexicano de educación superior cuenta actualmente con alrededor de 2 500 instituciones registradas. Al mismo tiempo, la proporción de la matrícula atendida por el sector privado, que era del 18% en 1990, llegó al 33% en 2000 (De Vries y Álvarez, 2005), donde se estabilizó hasta 2010.

A la par, ha habido una enorme diversificación de carreras. Hasta 1990, una universidad pública solía tener una veintena de carreras y muchas universidades privadas nacieron ofreciendo de cuatro a cinco opciones. A partir de 1990, sin embargo, la oferta de muchas universidades –públicas y privadas– empezó a crecer para situarse por encima de 50 licenciaturas. Como resultado, mientras que al inicio de los noventa la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) registraba 4 038 programas de licenciatura y 1 686 de posgrado, en 2005 había 7 849 licenciaturas y 3 437 posgrados (De Vries y Álvarez, 2005).

Sin embargo, estos cambios no parecen haber resuelto la problemática relación entre la educación superior y el mercado laboral. Más bien, el crecimiento y la diversificación del sistema agregaron nuevos factores al debate (Machin y McNally, 2007). Si el sistema educativo se expandió rápidamente, ¿podemos explicar parte del problema del desempleo por una sobreoferta de egresados? En cuanto a su preparación, ¿están sobrecalificados los egresados o existe un resquicio entre lo aprendido y lo requerido por el mercado laboral? ¿Existen diferencias por áreas de conocimiento? ¿Están los estudiantes eligiendo las carreras equivocadas? ¿Sigue influyendo el género? ¿Hasta dónde impacta el pasado familiar? ¿Hasta qué punto influye el tipo de institución en que el egresado se formó?

Para responder a estas interrogantes, revisaremos en este artículo cuál ha sido la suerte de los egresados de nueve universidades mexicanas. En la primera parte analizaremos datos generales sobre el empleo; en la segunda, revisaremos los distintos factores que podrían influir sobre la situación en el mercado laboral.

Metodología

Este artículo explora los interrogantes antes expuestos a partir de un proyecto de investigación internacional llamado “El profesional flexible en la sociedad del conocimiento” o PROFLEX. Este proyecto retoma la experiencia del seguimiento de egresados en la Unión Europea, llamado REFLEX, (“The flexible professional in the knowledge society new demands on higher education in Europe”).

Desde 2006, PROFLEX, bajo la coordinación de la Universidad Politécnica de Valencia, ha incorporado a más de 50 instituciones latinoamericanas y se han aplicado más de 10 mil cuestionarios. En el caso mexicano, participaron nueve universidades, tres privadas y seis públicas: por un lado, la Universidad del Valle de México, la Universidad La Salle y el Centro de Enseñanza Técnica y Superior (CETYS)-Universidad, y por el otro, las universidades públicas estatales de Guadalajara, San Luís Potosí, Nuevo León, Puebla y Veracruz, y el Instituto Tecnológico de Sonora.

Las universidades mexicanas participantes en el proyecto representan una parte importante de la matrícula nacional: se trata de universidades públicas y privadas de mediano a gran tamaño, casi todas con más de 50 mil estudiantes de licenciatura.

En el caso mexicano, se aplicaron 4 260 cuestionarios a los egresados de licenciatura (ISCED 5A). Para fines comparativos internacionales, se entrevistaron personas que habían egresado cinco años atrás: los cuestionarios se aplicaron en 2007 y 2008, a aquellos que habían terminado sus estudios en 2002 y 2003. Se trata de un muestreo aleatorio estratificado, proporcional a la población por área geográfica y área de estudio de cada universidad. Para cada universidad se definió una muestra representativa a partir del egreso reportado en 2002 y 2003. El margen de error es de ±0.311% para los datos globales, considerando p=q y un margen de confianza del 95.5 por ciento.

La encuesta se realizó por medio de un cuestionario de preguntas cerradas. La aplicación se efectuó vía entrevistas telefónicas, visitas domiciliarias y a través de una página web.

Limitaciones

En primer lugar, la muestra no considera datos sobre algunos sectores del sistema educativo mexicano, como las universidades tecnológicas, los institutos tecnológicos o el amplio sector de pequeñas universidades privadas.

En segundo lugar, la muestra es confiable por áreas de conocimiento, pero no en cuanto a las carreras específicas. Un problema importante para estudios de egresados consiste en que casi todas las universidades de tamaño medio o grande actualmente ofrecen más de 50 opciones de licenciatura, algunas con pocos estudiantes y egresados, lo cual complica organizar un estudio representativo para todas las opciones. La agrupación de carreras sigue la acostumbrada en la Unión Europea.

El mercado de trabajo

A la luz de los datos alarmantes sobre el desempleo de los egresados mexicanos, la pregunta más apremiante es: ¿efectivamente preparan las universidades para el desempleo?

La tabla 1 revela que efectivamente existe un problema de desempleo. Del total de los entrevistados, el 14.5% no tenía un trabajo remunerado en el momento de la entrevista, lo cual concuerda con los datos alarmantes. En comparación con otros países donde se aplicó PROFLEX, México reporta el mayor desempleo: la media europea es del 10.0%, la de América Latina del 11.4% (Mora et al., 2010).

Porcentaje de graduados en situación de desempleo (tasa bruta), por país y área de estudio

Tasas netas y brutas

Los datos mencionados arriba, sin embargo, reflejan tasas brutas de desempleo: simplemente reportan a los que no están trabajando. Como tal, incluyen a personas sin empleo que posiblemente no buscan trabajo. Por ejemplo, el 38.6% de los entrevistados reporta haber seguido estudios de posgrado, lo cual podría implicar que pospusieron su ingreso al mercado de trabajo. Sin embargo, al revisar los datos de los egresados, no parece ser así: de los que siguieron estudios posteriores, el 14% reporta no estar trabajando, pero el porcentaje es igual para los que no emprendieron estudios de posgrado.

Una forma distinta de medir el desempleo es la tasa neta o el desempleo abierto, que contabiliza sólo aquellos desempleados que indican estar buscando trabajo. Al considerar solamente aquéllos, México reporta una tasa de desempleo de la PEA

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