ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

VEJEZ Y MUERTE

PAULILLA5 de Noviembre de 2012

4.099 Palabras (17 Páginas)593 Visitas

Página 1 de 17

VEJEZ Y MUERTE COMO ESPACIO DE CONSTRUCCIÓN DE SENTIDO TRABAJO COLABORATIVO No. 2

RESULTADOS:

1. Realizar la lectura del capítulo 16 “La última transición, el proceso de morir y el duelo” del libro de Kail, R. y Cavanaugh, J. C. (2006) Desarrollo humano: una perspectiva del ciclo vital. México: International Thomson

Editores, que se encuentra en la bibliografía recomendada.

En el grupo recopilar los comentarios de todos los integrantes que suscita la lectura respecto a la muerte y el manejo del duelo. Esto se hace a manera de ensayo con una extensión no mayor de 2 páginas.

EL PROCESO DE MORIR Y EL DUELO

En ocasiones podemos mirar como los demás sufren la muerte de los otros, pero no miramos las situaciones que podamos afrontar nosotros mismos. 1. “La Rochefoucauld”. Hay muchas culturas que nos obligan a pensar demasiado en los muertos como la japónesa o budista, taroja de Indonesia como existen otras que nos ayudan en la preparación para este proceso.

Hay varios temas hoy en día muy sonados y de gran controversia como es: La eutanasia activa, que nos habla de provocar una muerte indolora a petición del afectado cuando se es víctima de enfermedades incurables muy penosas o progresivas y gravemente invalidantes; el caso más frecuentemente mostrado es el cáncer, pero pueden ser también enfermedades incurables como el sida. Se recurre, como se comprende, a sustancias especiales mortíferas o a sobredosis de morfina.

También está la eutanasia pasiva en la que se deja de tratar una complicación, por ejemplo una bronconeumonía, o de alimentar por vía parenteral u otra al enfermo, con lo cual se precipita el término de la vida; es una muerte por omisión.

1. La última transición, el proceso de morir y el duelo “La Rochefoucauld”

Algo en que nos debemos preparar los seres humanos es en el proceso de duelo, este lleva tiempo y las heridas se sanan gradualmente. La intensidad del duelo puede depender de si la pérdida fue inesperada y repentina, y de la relación que tenías con la persona que falleció.

Pero es muy cierto que en ocasiones nos preguntamos lo siguiente, ¿cómo enfrentar el duelo? Y es ahí donde nos damos cuenta que estamos inmersos en una sociedad que generalmente trata de negar la muerte, de ocultarla, como si fuera algo extraño a la realidad del ser humano. La muerte se ha convertido en algo ajeno al propio proceso vital cuando en realidad se trata de su último momento. La idea de muerte no es compatible con la competitividad, el culto al cuerpo y otros valores que parecen son los que prevalecen en la actualidad. La negación de la condición temporal de nuestra vida hace que cuando llega el momento de la muerte o bien de tomar decisiones en relación a la misma nos encontremos ante una situación, cuando no menos, difícil de abordar. Por tanto en nuestra cultura posee sus propias concepciones sobre la muerte y el manejo del duelo, por lo que cada individuo acoje e interioriza su concepto sobre la muerte de acuerdo a las costumbres y rituales adoptados.

Todos sufrimos pérdidas irreparables a lo largo de la vida sabemos que ante esta penosa perdida de nuestros seres queridos o separación viene un doloroso pero inevitable sentimiento de impotencia, rabia, confusión al cual se denomina duelo que es ante todo el dolor que podemos sentir por el fallecimiento o perdida de un ser querido. Se dice que el dolor más sentido es el de un hijo, luego sigue el del conyugue o progenitor y que a demás a muchas formas de manifestarlo. El luto se refiere a la forma como expresamos el dolor como por ejemplo el vestido negro, refleja a una mujer que está sufriendo, los duelos varían con las diferentes culturas.

El paso de la vida a la muerte tiene muchos enigmas y nos quedaremos con las expectativas de averiguarlos ya que no podemos llegar a la muerte y después contarlo es inevitablemente un paso que todos tenemos que vivirlo y prepararnos para aceptarlo independientemente que seamos los protagonistas o espectadores de este enigmático fenómeno.

DISCUSIÓN

2. Discutir el carácter semiótico de la muerte, particularmente en la tradición judeocristiana. A partir de la discusión generada por el grupo redactar una relatoría.

LA MUERTE EN LA TRADICIÓN JUDEO-CRISTIANA

Cuatro siglos de evangelización han creado una cultura católica a la cual pocos escapan totalmente. La gran mayoría se declaran creyentes, de alguna manera y en algún grado pero creyentes al fin. Y a la hora de la muerte, la fe a menudo revive, se reanima. Aun el que ha vivido mal, quiere morir bien, en su fe.

Lo mismo ocurre por cierto a los judíos, a los protestantes, a los evangélicos y a los católicos, todos pertenecemos a la gran tradición judeo-cristiana que se inicia hacia el comienzo del segundo milenio antes de Cristo, cuando un viejo nómade del desierto sirio escuchó una voz que le intimaba una orden y le hacía una promesa. Abraham reconoció la voz de Dios, creyó y obedeció.

Voy a exponer brevemente cuál es la actitud del judío y del cristiano ante el hecho de la muerte, cuál es el sentido que le da y cómo procura librarse de ella, vencer la muerte. Con el fin de ayudar al médico, partícipe o no de esta tradición, a adecuar su conducta ante el enfermo creyente, permitiéndole morir como él desea morir.

La muerte, para el hombre, se presenta antes que nada como un hecho, un hecho ineludible. Pero el hombre quiere entender la muerte, su muerte, le busca un sentido. Y finalmente aspira a liberarse de la muerte, a superar la muerte, a sobrevivir, o por lo menos a encararla con dignidad y con coraje. Vamos a ver estos dos aspectos, primero en el Antiguo Testamento y luego en el Nuevo.

En el Antiguo Testamento, El israelita ve morir a sus seres queridos y eso le duele, y sabe que él también va a morir y eso lo angustia. Job, en su dolor, deseaba la muerte como una liberación, es la excepción. Ezequías no quería morir, quería seguir viviendo, es la actitud común.

El judío no tiene clara la distinción abstracta que hace el griego entre el alma y el cuerpo. Es más concreto. Él distingue el hombre vivo y el hombre muerto, (el cadáver.)

Cree, sin embargo, como casi todos los hombres y los pueblos, que fuera del cadáver hay algo en el hombre que sobrevive y se lo imagina como una sombra, una sombra polvorienta, silenciosa, triste, miserable, olvidada, incapaz incluso de alabar a Dios, privada de esperanza. Y esta sombra vive de alguna manera en el “lugar de los muertos”, “el infierno” en las traducciones latinas del Antiguo Testamento, según que no es el infierno de la teología católica lugar de castigo de los pecadores no arrepentidos, sino algo vago e indefinido.

El judío condena la necromancia, es decir adivinación mediante la consulta de los muertos y sus espíritus. Se preocupa en cambio de dar sepultura a los cadáveres; tiene sus ritos fúnebres. En eso sigue lo que es habitual en todas las religiones, el culto dado a los difuntos, el sentimiento de que algo del muerto sobrevive y acompaña a los vivos.

Con todo, la muerte aparece para el judío como un enemigo, un poder de la tierra, de aquí abajo, amenaza que se hace angustiosa en la enfermedad y en el peligro.

En el Nuevo Testamento -Evangelios, Cartas de San Pablo, Apocalipsis, Hechos y Cartas de los Apóstoles, todo se aclara y se constituye lo que será la fe definitiva del pueblo cristiano.

El hombre vive sujeto a la ley del pecado y de la muerte y no puede por sus propios esfuerzos librarse de ellos. Entonces Dios baja del cielo a la tierra; se hace hombre, comparte el destino humano; asume el pecado, sin haberlo cometido; se somete al sufrimiento y a la muerte, a una muerte real, semejante a la nuestra, con dolor, angustia, agonía, con desesperanza. Una vez muerto, su cadáver es puesto en el sepulcro. Pero Él "desciende a los infiernos" como lo dirá más tarde el Credo, al lugar de los muertos, al sheol, y libera a estos abriéndoles paso a lo que más tarde se llamará el cielo.

Su cadáver resucita, se transforma en un cuerpo glorioso, transfigurado, y después de aparecerse a sus discípulos, asciende al cielo. Y deja abierto el camino para que nosotros también al morir subamos al cielo, y si hemos de pasar por el sheol, que sea con la esperanza cierta de seguir al cielo; y nuestro cadáver también se reanimará, y al final de los tiempos subirá al cielo como Cristo y, unido con el alma, estará con Dios por la eternidad.

Como dijo San Agustín: "Dios bajó del cielo a la tierra para que el hombre subiera de la tierra al cielo. Dios se hizo hombre para que el hombre llegara a ser Dios". Así culmina el mensaje del Nuevo Testamento acerca de la muerte.

¿Qué desea, al acercarse la hora de la muerte, un cristiano de religión católica que tenga un mínimum de formación y de vida cristiana? O ¿qué desea para él o debe desear para él, su familia? Antes que nada, un poco de paz, para que pueda atender a sus deseos profundos: disponer de sus bienes, despedirse de los suyos y prepararse para el encuentro con Dios.

Para sus fieles en peligro de muerte, la Iglesia Católica tiene tres sacramentos que han de ser celebrados por el presbítero los dos primeros, y por el presbítero, el diácono o un laico ministro de la Eucaristía, el tercero. La Reconciliación, por la que se perdonan los pecados; la Unción de los Enfermos, que fortalece el alma para encarar la muerte y aplica al enfermo los méritos de Cristo; y la Comunión Eucarística, en forma de viático. Así como se celebra de una manera especial la Primera Comunión,

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (25 Kb)
Leer 16 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com