Violencia
26 de Julio de 2014
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La violencia puede ser definida como un abuso de fuerza, aunque no toda fuerza sea, necesariamente, violencia. El ser humano ha hecho uso de la fuerza física para sobrevivir por lo que cabe preguntarnos ¿dónde termina la legítima defensa, para dar comienzo a la agresión gratuita? ¿Cual es el límite? ¿La muerte?
Apuntando a lo que hace a las diferencias entre los humanos, sean éstas de piel, de lengua, de religión, de creencias, podríamos cuestionarnos si éstas no terminarían siendo tal vez amenazadoras. El territorio humano está básicamente enmarcado por límites que a veces resultan invisibles a nuestros ojos. Planteándose entonces una situación paradojal: lo invisible y su contracara, un mundo de imágenes en el que estamos profundamente inmersos. El mundo de las ideas es invisible, intocable, nosotros confirmamos su existencia, entre otras cosas, a partir de convicciones compartidas. El adolescente, el que hoy aquí nos convoca, puede hacernos sentir amenazados, atacados en nuestras creencias, si nos apoyamos en la idea de que el mundo del adolescente es otro mundo, especialmente en lo que a violencia y adolescencia se refiere.
Violencia, cultura
El término violencia es una traducción del vocablo latino violentia, derivado de la raíz violo, que quiere decir "atentar", "violar". Su sentido primero alude a una fuerza vital presente en el origen de la vida. En otros términos, violencia incumbe a la lucha por sobrevivir. De allí su conexión primordial con la cultura como algo referido también a cultivar, construir, habitar, morar. Para construir una morada el hombre tiene que violar la materia que se opone a esa forma o atentar contra el otro que impide su acción formadora.
La primera relación, pues, entre violencia y cultura está en el orden de la sobrevivencia frente a las fuerzas naturales. El hombre, fuerza nacida de la naturaleza, se opone a ella para subsistir. Tiene que matar para vivir, o sea, que la somete ejerciendo un control cada vez mayor sobre sus energías naturales. Llamamos técnica a esta voluntad de poder sobre la naturaleza hasta apresarla en sus leyes naturales.
El sentido más próximo de la palabra cultura se refiere a la construcción de un orden legal o de una norma de convivencia. En esta segunda acepción del término, su relación con ]a violencia es más íntima y más intensa. Se trata de la violencia como un atentado contra su propia instintividad presente en la relación de sujeción a la ley vinculante al comportamiento de los humanos entre sí. Para Freud éste es el elemento decisivo de lo cultural.
Ubicados en los años noventa hemos de reconocer las grandes mutaciones culturales a las que asistimos. La adolescencia aparece entonces como uno de los caracteres creativos de nuestra sociedad, provocadora de movimientos y cambios que incluyen tanto a la imagen como a la palabra deviniendo en transformaciones socioculturales. Es entonces esperable que dicha efervescencia revolucionaria extremadamente cambiante y en movimiento, suscite inesperados fenómenos de los cuales hemos sido alguna vez protagonistas y muchas veces observadores.
Desde nuestro lugar de adultos la violencia parece cobrar un sentido, ¿es acaso el mismo sentido que le da el adolescente? Es probable que no sean visiones compartibles, creando una cierta discordancia, pasible de provocar confusión y conflicto.
Nuestra experiencia surge de la clínica psicoanalítica conceptualizada desde lo dialógico, la violencia se muestra como inefable remitiéndonos a aquello que llamamos "acto", no siendo ajenos a las diferentes concepciones de los juristas que acercan ìacto y hechoî.
Hemos de precisar que a diferencia del sociólogo, el jurista o el médico, nos centramos como psicoanalistas en el estatuto de lo imaginario; sin embargo no dejamos de tener en cuenta una verdadera transdisciplinariedad científica, la cual reposa en un diálogo y en una confrontación de trabajo que no es una yuxtaposición o una simple transposición de lenguajes diferentes.
No podemos dejar de nombrar al famoso jurista español Jiménez de Azúa que en 1935 publicó ìPsicoanálisis Criminalî quien ha dicho que "Sigmund Freud ha penetrado mejor que nadie en ese recinto hermético y misterioso del inconciente". Freud en su carta de respuesta a Einstein (Viena, setiembre, 1932) destaca su teoría sobre el dualismo pulsional, pulsión sexual o Eros y pulsión de agresión o destrucción, de muerte... agrega que la solución a conflictos a través de la violencia no es posible evitarla ni siquiera dentro de la comunidad.
Adolescentes violentos
En nuestro medio psicoanalítico, la violencia en la adolescencia ha sido un tema al cual se le ha prestado especial atención, (Viñar, 1985, 1992) han sido grupos con objetivos de investigar y teorizar en áreas restringidas al psicoanálisis pero también más abarcativas como en lo que concierne a la repercusión política en lo institucional, lo nacional y lo internacional. Como, por ejemplo, los trabajos presentados por la comisión de investigación psicoanalítica sobre las consecuencias de la represión política en Argentina (Comunicación preliminar, Rev. de Psicoanálisis A.P.A. 1985 T. XLII)
Cuando hablamos de violencia en la adolescencia hacemos referencia al cuerpo del adolescente, sexualmente maduro, como uno de sus ejes preponderantes. Este cuerpo, sin embargo, puede alternar vivencias de unidad y de fragmentación que acompaña a un funcionamiento psíquico donde por momentos haría aparición un ìvacío de pensarî, (Maggi, 1992) es entonces donde el acto cobra una dimensión privilegiada
Miguel, 19 años, se encuentra en estos momentos recluido en una celda de alta contención del Hospital Vilardebó; en múltiples oportunidades se ha fugado de las instituciones en las que estuvo internado. Se lo acusa de homicidio no probado de un vecino de la zona cometido a los 11 años. En la entrevista, a Miguel se lo ve con múltiples heridas en su cuerpo que son automutilaciones, destacándose en el relato un ambiente familiar donde la violación era parte del diario vivir. El relato de sus vivencias gira permanentemente en torno al suicidio de su hermano, ahorcado, cual él se sentía totalmente aferrado; su destino es para él seguir el camino de éste.
Ana Laura, en sus sesiones de análisis, habla de su imposibilidad de potar, que queda registrada en la escucha analítica, como una situación destacada por esta paciente anoréxica. En la entrevista familiar la madre aparece como la portadora de la palabra familiar, describiendo la forma en que ellos vivencian la manera de comer de la adolescente: "destripa lo que se le presenta en el plato, es una destripadora". En ella, el destino parece preestablecido: ìAna Laura se va a morirî
La primera novela de Bret Easton Ellis produjo un inesperado reconocimiento a una generación, fue escrita a sus 20 años y publicada en los 90. "Menos que cero" cuenta la historia de un joven estudiante que vuelve a su casa en Los Angeles para pasar sus vacaciones, reencuentra a sus amigos, punkies, hijos de magnates de Hollywood, fiestas interminables, cada adolescente con su dealer, líneas de coca y un submundo de pornografía y prostitución masculina. Llama la atención el estilo glacial con que Ellis registra de forma impasible la vertiginosa espiral por la que se desliza este grupo de adolescentes.
A fines de los ochenta aparece en varias zonas de América Latina un grupo particular de jóvenes con un rango de edades entre los 13 y los 18 años, pertenecientes en su mayoría a regiones pobres, sin ocupación y con un nivel deficiente de estudios y en general con una historia familiar bastante desalentadora a los cuales se les ha denominado sicarios. El sicario en general no tiene razones para agredir a su víctima, solo esta brindando un servicio "profesional" que es el asesinato por encargo. En la mayoría de los casos, cuando realiza lo que él llama sus ìtrabajos" actúa bajo los efectos de una droga psicoactiva y por ello se comporta como suicida.
Este grupo empieza a desarrollarse con un escepticismo total ante la vida, debido a la carencia de futuro que ven en ella, se crea una concepción inmediatista y poca valoración del ser humano. Esto no solamente con respecto a la persona hacia la que atentan, sino que hacia sí mismos se evidencia la ausencia de temor a morir jóvenes. El sicario que comienza por participar en las pandillas de los barrios y termina realizando muertes por encargo, se somete con sus acciones a ser él mismo la víctima, ya que para él adquiere mayor importancia un trabajo bien remunerado que su propia vida. Esto es coherente con su filosofía de vida, vivir poco pero bien y dejar algo a alguien que generalmente es la madre, a quien denominan ìla cuchaî. El adolescente sicario forma su propio código de vida, en el que sus acciones se ven justificadas por los parámetros individuales de conducta y los de su grupo de referencia; actúan en contra de todo lo que representa una norma, comenzando por la de la figura paterna. En el desarrollo de la infancia ninguno de los adolescentes reporta eventos significativos o que recuerden de una manera especial, el entorno los obliga a salir demasiado rápido de la infancia, entrando prematuramente en la adolescencia frente a la cual no se encuentran preparados, desarticulándose entonces procesos como la adquisición de una identidad sexual, proceso de independencia, diferenciación en relación a sus padres y a sus pares.
Entre la sangre -significante de la violencia real- y la palabra significante de la violencia simbólica, se anuda la violencia imaginaria que está en el colectivo de la comunidad y el individuo.
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