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Arabia Saudita


Enviado por   •  12 de Mayo de 2014  •  1.474 Palabras (6 Páginas)  •  286 Visitas

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El comportamiento de Arabia Saudita en la región está siendo objeto de un seguimiento particularmente intenso desde que la dinastía de los Saud se ha convertido en principal fuente de la escalada y la violencia desatadas en los últimos tiempos por los grupos terroristas-takfiristas en Irak, Siria, Líbano e incluso en varias regiones de Rusia.

Arabia Saudita está furiosa y busca un premio de consolación en la región. Está tratando de obtener compensaciones por las grandes confrontaciones actuales y para ello se alía con Francia. Trata de sabotear los acuerdos que están gestándose entre Estados Unidos y Rusia y que pasan por el reconocimiento de la derrota de Occidente en Siria y de la categoría de Irán como potencia regional. Todo ello ilustra la difícil situación que enfrenta el reino wahabita como resultado del derrumbe de su influencia en la región, gracias a la resistencia de Siria ante la guerra universal desatada contra ella por Arabia Saudita, Qatar, Turquía e Israel.

Los cambios registrados han sacudido los cimientos del papel saudita, que data de hace más de medio siglo. El ascenso de Irán no es el único cambio estratégico, aunque sí el más acentuado. Ese factor se ha hecho sentir incluso en el seno mismo del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que constituye el primer círculo donde se ejerce la influencia saudita. Los acontecimientos en Bahréin y Yemen crean también las bases de un dramático cambio en los cotos privados del reino. El posible establecimiento de una monarquía constitucional en Bahréin, la consagración de la diversidad política en Yemen o el resurgimiento de Yemen del Sur constituyen graves desafíos que sin dudas tendrán repercusión en el interior de la propia Arabia Saudita, donde el malestar social y político, ahogado durante décadas, puede estallar súbitamente. Además, durante los 3 últimos años los movimientos de protesta se han expresado con fuerza en las redes sociales, donde millones de jóvenes de los países del Golfo dan rienda suelta a su malestar y su sed de libertad.

Pero la cólera y la decepción por sus derrotas en Siria no son lo único que explica la determinación de los Saud en utilizar y respaldar a los grupos takfiristas en toda la región, en el marco de una campaña global que amenaza al mundo con una nueva generación de terroristas. Esa misma carta terrorista ya fue utilizada, hace 40 años, por Estados Unidos, socio del reino wahabita, antes del retroceso de la influencia estadounidense.

Una de las principales causas del comportamiento saudita reside en factores internos. La difusión del pensamiento extremista sirve para desviar la atención de la juventud saudita de forma que no piense en pedir cuentas a la dinastía, aliada de Occidente, que controla todas las riquezas del país y lleva un tren de vida caracterizado por la opulencia más extrema y el mayor desenfreno.

Casi se ha olvidado el incidente de la ocupación de la Kaaba en La Meca, el 20 de noviembre de 1979, durante la primera insurrección desatada por un grupo takfirista surgido del núcleo mismo de la institución wahabita. Aquel movimiento estuvo encabezado por Juheiman al-Oteiby, hombre proveniente de las filas de la Guardia Nacional y que había estudiado, al igual que sus camaradas, en los institutos religiosos oficiales wahabitas. Prácticamente se ha olvidado aquella rebelión, ahogada en sangre, porque se trataba de un grito de protesta en contra de la corrupción y la injusticia del sistema saudita. El llamado de al-Oteiby a considerar apóstata el régimen saudita encontró un eco favorable entre la juventud y los rebeldes reclutaron cientos de jóvenes dispuestos a tomar las armas para tomar por asalto la Kaaba. Las fuerzas de seguridad no lograron controlar la situación y Riad tuvo que alquilar los servicios de las fuerzas especiales de Francia para aplastar la insurrección.

Un año después del movimiento de al-Oteiby, la familia Saud, en cooperación con Estados Unidos, desencadenaba la primera ola de terrorismo takfirista en Afganistán y financiaba el armamento de la Hermandad Musulmana en Siria en su guerra contra el Estado sirio, que se había pronunciado resueltamente contra los acuerdos de Camp David. Riad y Washington legitimaban así el primer núcleo de las redes de al-Qaeda, fruto de la cooperación entre Occidente y los Saud. A esa nebulosa terrorista se le asignaron misiones en Chechenia, en Bosnia, Somalia, Sudán, Argelia, Yemen, Irak, Líbano, Irán, Siria y otros países. Todas esas guerras, financiadas por Arabia Saudita, han servido las estrategias estadounidenses y, al mismo tiempo, han permitido

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